Vista de la exposición colectiva ‘Ok, lamentable / Ok, lame’, estudio de Ezequiel Suárez, 2023

May you live in interesting times.
Maldición china

La política ha sido un monstruo formalizado hace siglos como tal por Thomas Hobbes, y redimido, como tal, por casi todos sus pensadores posteriores. Sin embargo, la aversión hacia sus frutos, y la confusión sobre su naturaleza la mantienen como una especie de figura oscura y hostil que amenaza desde el armario a nuestros iguales –y también a nuestros superiores– cada vez que se acuestan a dormir.

Uno entiende, entonces, por qué seguimos queriendo huir de ella.

En Cuba, el arte político fue durante casi tres décadas dominio y propiedad del poder ganador, que por demás funcionaba más aleatoria que intencionalmente (las resoluciones de los congresos del Partido se quedaban en la muela de los concursos de artes plásticas del MININT). Es la generación de artistas de los ochenta aquella que comienza a despojar a ese poder lentamente de su imperio sobre la creación, y, por tanto, de su influencia y persuasión sobre la sociedad.

Es obvio que el mundo ha cambiado luego del 2020. El reacomodo de las fórmulas que lo ordenan significa que los sujetos que antes lo modelaban fueron restringidos de actuar sobre él. Como sucede con los eventos de gran impacto, es imposible para el mero mortal vislumbrar sus efectos y los productos más profundos de sus reconstituciones; sin embargo, en la Isla estos fueron el catalizador para el surgimiento de lo que Jacques Rancière coloca al centro de la política: la acción de sujetos suplementarios a la vez que contenedores de plusvalor para la sociedad. O sea, sujetos adicionales, singulares; pero singularidades autorizadas. La política es, así, un milagro; lo invariable es el poder.[1]

Como nunca antes en el periodo posrevolucionario, aparecieron durante los últimos cinco años individuos que contenían en sí rasgos fundamentales para la ejecución de este rol cerca de impracticable. Sujetos que han sido más que visibles, sujetos que son mediáticos. Esto, junto con la reciente exportación de cubanos fuera de las fronteras nacionales, implica la traslación de rasgos –y de presiones-poderes– generalmente reservados para un espectador foráneo, hacia nuestros nuevos miembros dentro la comunidad internacional.

Sinceramente, la palabra transnacional no suena tan absurda.

Vista de la exposición colectiva ‘Ok, lamentable / Ok, lame’, estudio de Ezequiel Suárez, 2023
Vista de la exposición colectiva ‘Ok, lamentable / Ok, lame’, estudio de Ezequiel Suárez, 2023

Arte independiente

A todo el mundo le gustaban las fiestas; a todo el mundo le gustaba la libertad, la apariencia de ella, al menos. Las operaciones de reapropiación y solapamiento que realizaba la institución en el llamado mundo del arte, sobre todo luego del “cambio de dirección” que tomó el gobierno cubano en el 2007, puede que no engañaran a todos, pero sí a la mayoría. Nombres, proyectos, conceptos que antes estaban proscritos regresaban en esos años al discurso oficial con descarada facilidad. Ese arte nuevo independiente, el espacio que ha asilado desde entonces el surgimiento de nombres consagrados de las generaciones de los noventa y los dos mil, se sostiene sobre los hombros de específicos sujetos disruptivos que toman sobre sí, conscientemente o no, la tarea de mostrar las reglas de las circunstancias. Nombres conocidos, como Ángel Delgado, o los propios Sandra Ceballos y Ezequiel Suárez, y otros, a veces invisibilizados sin demasiado arrebato, son los que recibieron entonces las balas por la independencia.

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Copy-paste, veinte años luego.

El pasado jueves 5 de enero –año sesenta y pico de la Revolución–, abrió la primera exposición privada de la nueva era post-11J, en el nuevo estudio-apartamento del artista Ezequiel O. Suárez –diseñada por él y Kevin Ávila– con un público igualmente nuevo, que es casualmente casi igual al que tiene el resto del otro arte. Pero aquí siempre hemos sido los mismos cuatro gatos, nada nuevo.

Durante dos años el movimiento de artes visuales en la capital había permanecido en una recesión turbulenta cuyas circunstancias se agravaron durante la pandemia. El arte independiente, cuya condición de independencia ya había sido suficientemente disputada por la intelligentsia del gremio (pienso en el conversatorio organizado por Rialta y el proyecto Artista x Artista a finales de 2019), salió debilitado de este periodo no obstante habiendo conseguido crear un estado de cosas en el terreno creativo solo comparable con el logrado por la generación de los ochenta.

Ahora, cuando lo que Lisset Monzón llama “nueva situación de mercado” se ha sedimentado completamente, el regreso a la escena ha hecho una parábola alrededor del dinosaurio rojo en la habitación. La muestra Ok, lamentable / Ok, lame, en cambio, se estrella contra él.

Vista de la exposición colectiva ‘Ok, lamentable / Ok, lame’, estudio de Ezequiel Suárez, 2023
Vista de la exposición colectiva ‘Ok, lamentable / Ok, lame’, estudio de Ezequiel Suárez, 2023

Arte privado. Ok, lame…

Con una nómina llamativa donde las hay, pero sobre todo por la particular conjunción de estos artistas, en la que se incluyen miembros de viejas e infatigables guardias como Armando Fernández†, Tomás Esson, Arturo Cuenca† y Ernesto Leal, y otros más jóvenes como el mismo Kevin Ávila, Carla María Bellido y Alejandro Ulloa, Ok, lamentable / Ok, lame es la vuelta al ring del otrora arte independiente, allí proclamado arte privado.

Esta reacción declara el sutil parteaguas que inaugura otra manera de ser en el arte contemporáneo cubano. Arte privado, no solo como la consagración de un modo de participación ampliamente practicado –aunque no igualmente sentenciado en toda la majestad de la ley cubana–, también como la reacción atrincherada de un sujeto de nuevo negado, no obstante, valiosamente insistente.

Existen en La Habana poco más de una veintena de galerías estatales, más de cien estudios/galerías privados –con empaques disímiles– y todo un proyecto de duplicación de espacios alternativos en La Habana Vieja, que intenta otra vez disimular la tonfa que lo sustenta, y que ha tenido bastante éxito haciéndolo. Existen también espacios afines, dígase de amigos, que acogen con bastante disposición proyectos curatoriales pertenecientes a cualquier espacio del repertorio cultural de la ciudad, y lo hacen sin temores particulares.

La primera opción ha sido sacada de la mesa. Además de la ruptura de una buena parte del gremio con la institución (que no es más que el Estado), sus espacios padecen por ahora de la misma senilidad que afecta al resto del país.

La segunda opción es simplemente impráctica. El rápido surgimiento de espacios de exhibición independientes a partir del 2014 estaba sujeto a las condiciones inmobiliarias y arquitectónicas preexistentes en Cuba. Incluso los proyectos con más liquidez, lejos de crear espacios completamente nuevos, aprovecharon las capacidades de unos, hasta entonces, soberanamente olvidados. Esto, para una gran parte de los casos, significaba la pérdida de ciertos estándares de exhibición, por lo que, del centenar de estudios abiertos en ese periodo, apenas algunos pueden funcionar como galerías; al resto solo le queda practicar el onanismo.

Los efectos de esta nueva situación están en el pasado, porque como ya lo hizo antes el arte independiente, este hijo radicalizado de las circunstancias ataca al Estado justo donde le duele: donde no llega.[2]

Un amigo nos invitó a una reunión familiar hace algunos años. No era algo muy formal, pero cuando llegamos la música de fondo eran Lecuona y Leo Brouwer, y varios tíos traían chaquetas de corduroy.  Creo que uno de ellos era Serrano. Igual, nadie se moderó tomando vino. Nos terminaron confinando al portal, separados de los “mayores”, para evitar que la gritería de nosotros los jóvenes los importunara. Luego de una hora de fiesta ellos, los “mayores”, pusieron a Los Van Van y empezaron a dar vueltas como bailando y a derramar tragos en el suelo. Era obvio que no se les daba bien ni el chachachá. Una de las señoras evidentemente molesta, le grita a su esposo: ¡Veinte años y todavía no aprendes a bailar casino! A lo que él responde: ¡¿Y tú?! ¡Diez años en la Mesa Redonda y solo hablas basura! True story.

Para ciertos artistas es imposible el estatismo, no pueden parar de “moverse”. Su trabajo demanda mucho más que únicamente crear arte –así ha sido desde los años noventa, cuando los artistas incorporaron a su quehacer los roles de curaduría y distribución–, están obligados ahora a crear las condiciones para su existencia, y la justificación de su relevancia. Esto hoy solo puede ocurrir en los espacios alejados de la hostilidad, y dentro de un país donde lo estatal ya ni siquiera necesita materializarse para coartar, ese espacio es adentro.

Vista de la exposición colectiva ‘Ok, lamentable / Ok, lame’, estudio de Ezequiel Suárez, 2023
Vista de la exposición colectiva ‘Ok, lamentable / Ok, lame’, estudio de Ezequiel Suárez, 2023

Arte político. Sorry, I’m yellow

Ciertamente, la primera tarea de la política, llevada a cabo por su sujet extraordinaire, es conseguir la manifestación del disenso, no su resolución. Amén de lo dolorosamente dialéctico que suena lo anterior, y de su aparente medianía, pocas operaciones son tan efectivas logrando que algo se manifieste como las operaciones del arte.

Ok lamentable, una exposición capitaneada enteramente por artistas, proponía como pièce de resistance una obra homónima que, aunque al inicio ausente de la muestra, encarna el develamiento y el juicio sobre la imagen actual de nuestro litigio político: dos idénticos altavoces ripostándose el patetismo, a la cara y sin tocarse.

La pieza es la culminación de un diseño curatorial donde ha primado lo crudo, el golpe de sentido inmediato que los recursos del arte conceptual hacen posible mejor que cualquier otro. Los golpes más fuertes: Esto no es un film y La papa de Alejandro Ulloa, SCEUN, solos como en un naufragio, de Kevin Ávila, y la presencia de Ezequiel en una de sus exposiciones.

Alejandro es sobrino de alguien relativamente importante; digo relativamente porque ese alguien es trovador. Su vida es estable y tiene un propósito relativamente útil; digo relativamente porque también lo es el uranio enriquecido. Es un tipo callado y casi siempre anda solo. Evita los grupos, no porque no sepa encajar –puede ser cautivador para ciertas personas, digo ciertas porque hay quien aprendió a leer en primer grado–, sino porque, sin importar cuánta muela dé, siempre alguien más le quita la jeva. Su único chance está en hacerse lo suficientemente necesario para que terminen premiándolo con un carro. Es posible, ya ha pasado antes. Mientras tanto, se esconde para coger la guagua.

El corifeo vocea libertad sexual. Aie! Matrimonio igualitario. Aie! Ambientalismo. Aie! Mundial de fútbol. Aie! Llegó la papa. Aie! Parole. Aie!

¿Y tú, no vas a decir nada? Sorry, I’m yellow.

Vista de la exposición colectiva ‘Ok, lamentable / Ok, lame’, estudio de Ezequiel Suárez, 2023
Vista de la exposición colectiva ‘Ok, lamentable / Ok, lame’, estudio de Ezequiel Suárez, 2023

Notas:

[1] En sus “11 tesis sobre la política” Rancière la define distinta del ejercicio del poder, como una modalidad específica de la acción –Ha sido un placer, le responde Arendt desde el más allá.

[2] Por supuesto que al Estado postotalitario cubano le sobran las fuerzas y los modos para ejercer el control sobre los ámbitos en que así lo desee; sin embargo, tanto su supervivencia como sus ulteriores objetivos requieren de la “conformidad persuadida” del grupo social respecto al modelo cultural que está dispuesto a imponer, pero que por ahora han preferido proponer.

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