'El atisbo' (detalle), Yohy Suárez, 2022
'El atisbo' (detalle), Yohy Suárez, 2022

El puerto para aludir al hombre y al toro saliendo.
Para trazar las apariencias con esencias.
Lezama Lima

¿Cómo puede suceder que el vestíbulo del Gran Teatro de la Habana sea copado de caballos que en una estampida lo cruzan? y ¿cómo es posible que se inunde el malecón habanero por un ganado vacuno que se aprieta mirando al mar, mientras que un toro encima de un trampolín parece ser el encargado de avisar sobre cualquier cosa que ocurra en la distancia? Estos son los temas centrales de dos obras realizadas sobre lienzo del artista Yohy Suárez, El arrase (2018) y El atisbo (2022), cuatro años las separan y, sin embargo, están enlazadas desde su estética personal, una en la que predomina el desborde, el misterio y la poesía que envuelve cada una de sus imágenes.

Tales cualidades entroncan con el enfoque que realiza el crítico y curador David Mateo, en un texto sobre la exposición del artista La gran barricada, en que se refiere al uso de la alegoría como imagen poética. Este recurso le facilita al creador acercarse mejor a algunas ideas, al comprometerlas con valores o símbolos que le son afines, representando en muchas ocasiones un concepto a través de una figura o apelando a las metáforas que los acompañan. En ese sentido, la alegoría en calidad de recurso discursivo se expresa a través de cuatro elementos: el tratamiento del espacio, los personajes que lo habitan, los contenidos y símbolos con valores históricos, y el anuncio de un futuro suceso. Todo esto sugerido bajo el poder de la fantasía, apelando a lo alegórico, y que ello facilite relacionarlos como un todo.

Citar determinados lugares de La Habana es una fuente continua de inspiración para Yohy Suárez: calles, plazas, edificios específicos son recreados. La urbe es convertida en una maqueta de cualquier tiempo, porque no hay definiciones realistas, las siluetas y espacios se insinúan, logrando así no comprometerse con acontecimientos, instantes y sucesos particulares, que por momentos los contextualizan. Sobre ellos volará la imaginación para que predomine la fantasía que imagina con inexactitud el pasado y presente.

A su vez, desde esta perspectiva, son varias las obras que sitúan al espectador ante detalles que permiten dibujar al tiempo, cuando asoma en las obras la ciudad atravesada por un tranvía, una imagen de la virgen de La Caridad del Cobre llevada en andas o, por la calle Galiano, carros locos estacionados o paseando en distintos modelos de la marca Chevrolet. Estos hechos podemos suponer que ocurrieron en el periodo republicano, pero traídos al presente nos cargan de evocaciones.

'Las hijas de Delicia', Yohy Suárez, 2020
‘Las hijas de Delicia’, Yohy Suárez, 2020

En las piezas de Yohy Suárez las figuras en primer plano están esbozadas y, en segundo, la ciudad se disipa en una niebla que la desdibuja. Los personajes que Yohy supone son fantasmas, hombres, mujeres que se aproximan más a las posibilidades de fabular a la que siempre él convoca, que a relatos marcados por narraciones, hechos puntuales o acontecimientos que se rememoran. Pero lo llamativo de esta perspectiva reside en que siempre sabemos, a través de algún detalle, cuándo es la Cuba de un pasado colmado de presente.

Ese sentido se extiende a la pieza Metro de la Habana estación Manzana de Gómez una suerte de broma que va desde personajes confusos, hasta la existencia de un metro en plena Habana Vieja, muy indefinido y alejado de las características con las que solemos reconocerlos. Este dibujo pertenece a una serie que Yohy Suárez ha realizado desde el año 2017, basado en el proyecto que existió del metro de la ciudad, iniciado en los años veinte del siglo pasado.

Las series y obras que integran su creación se enlazan unas con otras, dando la impresión de que nunca se terminan. Entre las ejecutadas en el 2018 sobresale la serie Barricada, en la que se destacan dos piezas: Tiempos de fe y La contaminación, en ambas el dibujo de los perfiles de la ciudad se pierde en medio de una bruma que lo engulle todo, y esto les imprime ese tono quejumbroso que hace de ellas un espectro espantado, figuras que parecen venidas de otra realidad. La segunda obra es especialmente dantesca pues, como su nombre lo indican, los seres que la habitan, aunque pertenezcan a distintas razas y creencias, se aglomeran y se comprimen unos con otros, disolviéndose lo que los diferencia.

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Posteriormente, dos piezas descuellan entre las ejecutadas en 2019: Las illuminatis y Las mensajeras. En la primera, las figuras, que parecen aludir a esa sociedad secreta fundada en Baviera en el 1776, van por la ciudad acompañadas de cocodrilos, atraviesan la calle Reina, a la derecha se distingue el rótulo identificatorio de la otrora tienda por departamentos Sears, y al final imágenes del tendido eléctrico. Desfilan modelos y mujeres con diferentes atuendos, trasladando significados que tienen sentidos distintos en lo social y lo religioso, metaforizando habitantes que posiblemente nunca existieron, cambiando la composición de la ciudad y una de sus calles más célebres. La segunda obra sitúa el paisaje urbano en el interior de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, habitada por monjas que la transitan en bicicleta. En ambas piezas es la imaginación la que se atribuye las licencias, alterando la correspondencia con el tiempo de los espacios arquitectónicos y los seres que la ocupan.

'El arrase', Yohy Suárez, 2018
‘El arrase’, Yohy Suárez, 2018

Así surgen de una obra animales inundando una plaza, caballos a galope que irrumpen en el Gran Teatro de La Habana. Yohy Suárez los coloca en situaciones humanas, en espacios públicos de una ciudad, porque el lugar que en apariencia habitan igualmente ha sido transitado por el hombre. Hombres animalizados o animales humanizados. Esto lo deciden las circunstancias en las que están colocados los animales y la posible evocación hacia un hombre listo para atropellar o desesperado en la huida.

Ello permite comprender la continua alusión en su obra a diferentes animales: caballos, reses, cocodrilos, que son sugeridos o perdidos en un dibujo opaco, misterioso, así como el rol sustancial del espacio urbano vinculado con La Habana, como expresa el crítico y curador cubano Luis Enrique Padrón, una ciudad personificada a través de “ambientes polvorientos, olores sucios y húmedos”, cualidades que nos hacen sentirla porque los recuerdos son así, una imagen lejana de lo real.

En otra obra, Jornaleros, concebida también en 2019, hay un tratamiento diferente de las referencias visuales, la alusión suele resultar dura ya que representa una masa de ganado vacuno que cruza la ciudad avanzando sobre los antiguos elevados de la Avenida del Puerto: la ciudad, apenas velada, luce tranquila, porque ningún incidente la altera más que lo inusitado de esta imagen que presagia los sucesos, como el intento de escapar del redil de algunos animales y, en un nivel inferior del puente, la subsistencia que bulle en una ciudad que, como La Habana, ya ha vivido varias épocas históricas.

Una ciudad realmente hermosa a la que cuesta ver desmoronarse día a día, lo que provoca un intenso dolor, por esto en el presente no puede ser mostrada de manera floreciente. El artista la anuncia mediante tonos velados, ambientes brumosos y el desvanecimiento de sus espacios, y así no la percibimos feliz, solo perdida en sí misma.

'Lavanderas', Yohy Suárez, 2019
‘Lavanderas’, Yohy Suárez, 2019

En el año 2020, apuntando a otro tema el artista imaginó, la obra Las hijas de Delicias representa en una fuente a un grupo de mujeres desnudas que disfrutan de un baño. Es una creación hermosa y contradictoria, pues compagina un entorno tranquilo, dado por el bienestar que ellas disfrutan, con otro que cuestiona esa calma, pues al fondo y a la izquierda un grupo de mujeres también desnudas descansan al pie de un cañaveral, mientras que a su la derecha se encuentra el central azucarero donde termina el proceso industrial de la caña de azúcar.

También en 2020, Yohy terminó la obra El gran circo, en ella nos presenta la platea de un circo en la que están sentados unos caballeros observando el espectáculo, con expresiones diferentes levemente bosquejadas. Esta obra está situada en el siglo XIX, desde un tema poco habitual en el artista, porque recrea una clase social que se puede intuir por su elegante vestuario, abriendo la posibilidad de otra faceta de su trabajo.

El erotismo tiene presencia en varias de sus creaciones que también contienen cierto sentido del humor, se puede citar, en este sentido, la pieza Camerata erótica de La Habana (2021), que nos muestra una orquesta de mujeres desnudas o semidesnudas en una sala de conciertos, sus apariencias poseen un erotismo cálido, que brota de sus siluetas apenas esbozadas.

La estética de Yohy Suárez es paradójica, pero esa misma cualidad es uno de los elementos que la hacen valiosa. En ella, la belleza y el abandono, la calma y el atropello son escenarios turbios que subsumen la vida, que se alcanzan poniendo en situaciones muy variadas a los sujetos participantes en la escena. Lo que debería ser una realidad que une e identifica lo humano y lo animal, el pasado y el presente, se asoma y se pierde a través de un halo que se extiende sobre los entornos, sin que sea fácil percibir las definiciones de cada uno.

El pasado año, el artista recibió el Premio Especial en la XV edición del Premio Arte Laguna, Artistas en Residencia que otorga el Centro de Arte Contemporáneo Espronceda, en Barcelona. Las obras presentadas de dibujo y pintura hacen alusión a edificios públicos de esa ciudad: La Sagrada Familia y El Palau de la Música Catalana, entre otros, vistos desde su estética difusa, plena de trazos delicados, diluidos en torres y en fachadas borrosas, como si se tratara de una fotografía llevada al sepia, que adquiere un aspecto metafísico, poético e idílico.

'Metro de La Habana estación Manzana de Gómez', Yohy Suárez, 2017
‘Metro de La Habana estación Manzana de Gómez’, Yohy Suárez, 2017

Su creación se desliza bajo un juego estético de apariencias y esencias, categorías que siempre se acompañan una a la otra, llegar a la segunda nunca es tarea fácil, requiere detenerse, sentir profundo, pensar despacio e ir descubriendo qué son las cosas, los sucesos y los hombres mismos.

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MAGALY ESPINOSA
Magaly Espinosa (La Habana, 1947). Curadora y crítico de arte. Doctora en Ciencias Filosóficas en la especialidad de Estética en la Universidad de Kiév. Entre los años 1996 y 2014 fue presidenta de la Sección de Teoría y Crítica y de la Asociación de Artistas Plásticos de la UNEAC. Ha sido tutora, realizado oponencias y formado parte de tribunales de tesis de grado, maestría y doctorado en Cuba y Colombia. Ha impartido docencia en Universidades de Colombia, Ecuador, Brasil, España y Cuba. Ha escrito palabras para catálogos de exposiciones realizadas en España, Suiza y Cuba. Entre sus libros se encuentran Indagaciones. El nuevo arte cubano y su estética (Cauce, Pinar del Río, Cuba, 2004) y Antología de textos críticos: el nuevo arte cubano, coeditado junto a Kevin Power, (Perceval Press, Santa Mónica, España, 2002). Entre sus exposiciones comisariadas se encuentra la colectiva: Hoy desde los 80, Casa México, La Habana, noviembre-diciembre, 2016.

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