Jorge Brioso
Jorge Brioso (FOTO Yansi Pérez)

Al modo de Narciso. Especulaciones estéticas (Casa Vacía, 2023), de Jorge Brioso, es un libro imprescindible por su erudito atrevimiento especulativo, porque su autor se arremanga y mete las manos hasta el codo en esa argamasa que llamamos acervo; esos componentes del pacto que es la cultura occidental: sus raíces grecolatinas, sus mitos, su literatura, su filosofía, Brioso los observa –robando sus palabras– desde su “esquina paradójica”. De ahí su vocación enciclopédica y problematizadora. A pesar de cubrir un ambicioso espectro, esta selección de ágiles ensayos sobre arte y literatura –sobre escritores muertos y artistas vivos, como a Brioso le gusta resaltar– que lleva el subtítulo de especulaciones estéticas, no es críptica ni pedante ni pretenciosa. Tiene la tesitura diáfana de la cultura y el conocimiento somatizados. Aunque, eso sí, se levanta como un obelisco, como un mástil rebelde, en el ojo de la tormenta de nuestra cultura de la simplificación, la chatura y la bastedad.

Brioso es un escritor con recursos y eso supone un desafío para muchos lectores, para los cuales será como cruzar su Rubicón, una inmersión sin regreso, de la que no se sale o se sale transformado. Temo por eso decirles que este es un libro caprichoso que —como los gatos o la poesía— elige a sus dueños y lectores, de poco vale cualquier comentario que hagamos aquí, más allá de servir de tibio acicate para la curiosidad.

Cubierta de 'Al modo de Narciso', de Jorge Brioso
Cubierta de ‘Al modo de Narciso’, de Jorge Brioso

Al modo de Narciso también es un patio salvaje, un deshuesadero, alimento para el debate y la conversación, que se puede, se debe, leer zigzagueante, abandonarlo y retomarlo, tenerlo a mano. Con suerte puede hasta convertirse en eso que llamamos libro de cabecera. De los que uno no termina nunca o de tanto leerlos termina creyendo que los vuelve a leer siempre por primera vez. Debido a su alto nivel especulativo y filosófico, uno obviamente puede estar en desacuerdo con algunas ideas, pero todas están hilvanadas con tanto rigor y elocuencia que es imposible no darles una oportunidad, dejarse sembrar la duda. Además de que Brioso enfrenta el ensayo con una vocación casi detectivesca, despliega el mapa del crimen y va clavando banderillas, enhebrando su tela de araña de conexiones hasta revelar un modus operandi.

Dicho esto, quiero enfatizar que Brioso esquiva los lugares comunes, su mirada siempre irradia otra posible interpretación creativa y campea con dominio, cabalgando el centauro de los géneros con la rienda corta. Ese mýein que cita en su breve ensayo “La forma y lo informe II”, un análisis del cuento “The Man in the Crowd,” de Edgar Allan Poe, sobre la gran desgracia de no poder estar solo, “ce grand malheur, de ne pouvoir être seul”, que nos legara La Bruyère, condiciona nuestra lectura oblicua, miope, desarticulada, gatuna y blefaroespásmica de estos textos. Recorriendo sus ensayos con los ojos entrecerrados, como se debe hacer frente a un enigma, temiendo que se nos escapen las pistas, porque Brioso escribe como Dios, recto sobre renglones torcidos, obligándonos a leer también entre líneas, sus silencios y espacios, sus alusiones. Recordándonos que algo de nuestra ignorancia de lector nos pone en desventaja frente al interlocutor erudito y ubicuo que desmenuza, se mueve con asincronía entre tiempos y espacios, visita autores distantes y los pone a tirar de la cuadriga en un esfuerzo común, como condenados de galera, remando al ritmo del metrónomo que programa Brioso, el interlocutor obsesionado en revelar una idea, dejarla en carne viva, llevarla al hueso, desmontando historias y mitos, construyendo en cada ensayo un agujero negro que es agotamiento y acumulación.

Este conjunto de indagaciones sobre arte, filosofía y literatura, Brioso las reúne bajo la “figura tutelar” de Narciso. Atinada decisión que es, al mismo tiempo, justicia poética para un proteico mito que ha quedado reducido a designar un trastorno de personalidad. Porque, a la vez que autorreflexión y autopoiesis, persistencia frente a la imposibilidad, Narciso, esa entidad mítica capaz de reproducirse a sí misma, de entrar en un lazo infinito, una mise en abyme, preso entre la retina y el reflejo, lo real y lo virtual, encarna quizás como ningún otro mito el de la contemporaneidad: nosotros absortos entre universos paralelos, fascinados por nuestra imagen, atrapados como actores griegos entre el prósopon y la “espalda del mundo”. La historia del bello Narciso es la de un mito que anida dentro de otro, como toda portentosa literatura. La de la “irreconciliable tensión que hay entre el reflejo, la reflexión y la mirada”, como apunta Brioso en “Más allá del principio”. Pero, además, porque Narciso es un cazador, un oficio que precede a la escritura, del que la literatura hereda mucha de su voluntad cinegética, porque hay cierto ardid en toda indagación, una inclinación que pulsa entre el heroísmo y el sedentarismo, la necesidad de salir en la partida a encontrar la verdad o esperar a que caiga como el jabalí en el redil. El que investiga se mueve, sale a la caza, tiende trampas, indaga: que es practicar el indago, rodear al enemigo con díktyons, árkys y enódias, acorralar lo elusivo.

Para los que somos aficionados a esa disciplina o ejercicio especulativo y transdisciplinar, el mundo es una de esas vertiginosas atracciones de feria: esos laberintos de espejos, universo especular. Por eso nos dejamos seducir por ese ojo de pez briosiano. Apreciamos con gratitud que estos ensayos dispersos aniden unos dentro de otros y se alimenten de un mismo sistema de vasos comunicantes, una misma voluntad (p)neumática. Porque comparten todos idéntica lucidez analítica y sólida metodología investigativa y categórica. Reflexionar es también de cierto modo reflejar (del latín reflectere), por eso cualquier análisis es apenas un reflejo, no tanto del mundo externo como de uno mismo. Es, sobre todo, la manera en la que el que piensa y escribe se refleja como Narciso en otros. Conteniendo de facto una imposibilidad, que Brioso como buen piloto sortea con pericia, la de ver más allá de nuestros propios límites, dislocando y reformulando los metarrelatos que nos sirven de horizonte artificial.

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JOAQUÍN BADAJOZ
Joaquín Badajoz. Miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), de la American Comparative Literature Association (ACLA) y de la American Association of Teachers of Spanish and Portuguese (AATSP). Ha sido jefe de redacción de las revistas Men’s Health y Prevention, editor ejecutivo de Cosmopolitan en Español, editor de portada de Yahoo! en Español, y director digital de La Opinión, de Los Ángeles y El Diario Nueva York, de Nueva York, así como editor de copias de Hola! USA. Actualmente es subdirector editorial de Nuestra Voz y del centenario semanario neoyorquino The Tablet. Ha publicado los libros de poesía Passar Paxaros (Hypermedia, 2014), TNT (Colección Diáspora Latina, Editorial La Chifurnia, 2016) y Cántaro (Hypermedia Americas, 2020).

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