maría zambrano, filósofa
María Zambrano

A Enrique Saínz, Roberto Méndez y José Prats Sariol

¿Quién como ella‚ adelantándose a nuestra inquietud o a nuestra busca‚ tiene el don de dejar caer la palabra imprevisible y decisiva‚ la respuesta de prolongaciones sutiles?
Cioran

Quien lea por primera vez a María Zambrano (1904-1991) quizá se pregunte por su voz. Considerando su prosa atractiva y confesional‚ no es de extrañar. Es una prosa poética que parece cobrar vida como si rebasara las demarcaciones del discurso impreso. ¿Cuál es el sello de su trato con y desde las palabras? Cuanto decir y cómo decir tenía (y tiene) que ser un reto. ¿Hacia la búsqueda de ese equilibrio se encaminó Zambrano? O ¿ya era una cualidad inherente a su expresión que le facilitaba andar a sus anchas? Ahora bien‚ ante el posible interés por como hablaba‚ hay que tener en cuenta necesariamente su escritura.

“Escribir es concretar”, es una de sus frases sentenciosas, de donde puede colegirse que su sintaxis obedece a su espontánea y figurada semántica. Una relectura de casi todos sus textos revela que Zambrano insiste en más de un término y hasta en toda una construcción gramatical. Mas ello no la querella con el decir elegante y arriesgado, máxime cuando desde muy joven va forjando conceptos que pronto irá enriqueciendo como el de la aurora y las ruinas; experiencias y estados como el de los ínferos y su concepción del fracaso, que en ella no es glorificación, sino etapa provocadora de un renacimiento espiritual que parte del ser humano y con él está para intentar su superación; el método del naufragio; la “razón poética”; sus reparos en la luz contextual, ambivalente y simbólica durante el día y la noche, en las islas y la pintura, la casi ausente en las catacumbas, la que no se echa a ver del todo en el centro de los claros del bosque.

En un primer acercamiento al discurso ensayístico y poético de María Zambrano pudieran llamar la atención sus ideas. Sin embargo‚ no suele serle ajeno al lector el ajuste textual. Luego de haber iniciado por razón de circunloquios‚ ella opta por conceptualizar, pero intuitivamente. Para colmo, simulando aburrimiento e inconformidad‚ se creyera desatiende una idea por otra. En rigor‚ tantea y consigue la edificación de un discurso sólido y circular. Vuelve por lo que, en apariencia, había desechado.

En tiempos más recientes‚ en que se aprecian otros análisis sobre su escritura,[1] se revalida lo que ya era un logro autoral perceptible en colaboraciones menos extensas. Miguel Morey, en su libro Monólogos de la bella durmiente (sobre María Zambrano)‚ donde principia en lo impreso de la filósofa para desentrañar la singularidad de su voz‚ se pregunta:

¿A qué suenan las palabras de María Zambrano? De primeras, sonaban a una voz que iba hablando desde el otro lado, más allá de un muro imposible de sortear, a menos que, con cuidado, volviera uno sobre sus propios pasos y se fueran siguiendo las indicaciones que iban apareciendo, traspasando umbrales por el laberinto, probando a ver, aceptando la guía, sintonizando frecuencias; y entonces sí, sucedía que poco a poco finalmente iba sonando ya más nítida la voz, más clara, cristalina en ocasiones, cercana…

Pareciera Morey recomendar cómo llegar a María Zambrano. Pero más bien relata tratos tensos, aunque enaltecedores, porque la ha releído. A Zambrano hay que acercársele, en los escritos breves o de caminos más extensos, sin ánimo pretencioso de comprenderla del todo. Es una cercanía prudencial donde el tomar distancia también se impone. Distancia para advertirla sin el lastre del primer hechizo. Después es que puede intentarse decir algo concreto como que, pese a concurrir algunos contratiempos para la comprensión de su prosa iniciática, ella enseña con amor. Baja la voz y enamora como si dialogara. Dialoga con ella misma y al instante con los demás. Un diálogo que es confesión.[2]

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Cuando Eduardo Moga se centra en Claros del bosque (1977) y antes en El pensamiento vivo de Séneca (1944)‚ reconoce que es la elegancia, virtud suprema en Séneca, la que se proyecta asimismo en el estilo de María Zambrano,

que es la forma en que se manifiesta su inteligencia: un estilo poético, es decir, paradójico, sinuoso, fluvial, ardiente, repetitivo, polisémico, armónico, metafórico, ambiguo y exacto; un estilo, también, muy visual, casi tropical –por su exuberancia léxica y la profusión–, que se despliega con una nobleza oratoria, sin que por ello resulte oneroso ni renuncie a un susurro femenino: tiene densidad, pero no peso; es incisivo, pero resulta natural; ilumina, pero no ciega, quizá porque, como querían los místicos, que tanto influyeron en ella, su palpitar oscuro crea claridad, como el centro de la llama. Y en ese estilo radicalmente lírico resulta fundamental el impulso sonoro, el tirón sensible que empuja a la escritura y crea, por resonancia, el pensamiento.[3]

El no sé qué oculto de la filósofa errante intenta pronto aclararse en su ensayar llamativo y hondo. María es incapaz de sacrificar una idea por la belleza de una oración o un párrafo. Y, sin embargo, traba la palabra que parece venirle mejor a la expresión. Aun así, su escribir se embrolla intencional y, por tanto, harto estratégico en el propio preámbulo.

En entrevista para el programa homenaje María Zambrano, la humanista indignada (Alfredo Castellón, 1991)‚ Fina García Marruz en relación a lo que representó María Zambrano para Orígenes, afirma:

Yo no sé si podría explicar lo que fue para nosotros conocer y ver por primera vez a María Zambrano. Recuerdo la primera conferencia que le oí‚ que fue sobre Tales de Mileto y recuerdo cuando ella preguntó: “¿qué son las cosas?”‚ con la voz‚ quizás con el timbre de voz más bello que yo recuerde en criatura alguna. Y yo no podría decir‚ como hemos dicho muchas veces que fue nuestra maestra de filosofía. Ella no nos enseñó filosofía como se pudiera aprender en cualquier texto. Ella […] nos reveló la filosofía en su nacimiento‚ en su manera de explicarla.

La oratoria de Zambrano evoca su escritura‚ contrario a como –según ha sostenido la pensadora– debiera ser el hablar con respecto al escribir. Repárese en su temprano y aún valedero “Por qué se escribe” (1934) donde dice: “Porque hay un escribir hablando, el que escribe como si hablara; y ya este «como si» es para hacer desconfiar, pues la razón de ser algo ha de ser razón de ser esto y solo esto. Y el hacer una cosa «como si» fuese otra, le resta y socava todo su sentido, y pone en entredicho su necesidad”.[4] No obstante‚ muchos de sus textos publicados en revistas hacen pensar en su voz. El impacto puede ser enorme‚ en efecto‚ cuando se la escucha por primera vez.

Maria Zambrano en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Septiembre de 1943 Cuba | Rialta
María Zambrano en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, septiembre de 1943

Si bien José-Miguel Ullán‚ Cintio Vitier‚ Jesús Moreno Sanz‚ Clara Janés‚ entre otros‚ se han referido a las peculiaridades de la voz de María‚ es muy recomendable estimar las palabras de Fernando Savater y Octavio Paz con respecto a la elocuencia de la pensadora.

Savater es ilustrativo al recordar:

Lo primero que me fascinó de María Zambrano desde que la telefoneé‚ recién llegado a Ginebra‚ para confirmar la cita que teníamos apalabrada‚ fue su voz. La dulzura pícara de su voz‚ como una niña golosa de sabiduría o‚ mejor aún‚ saboreadora de un delicado saber. ¿Pero qué es lo que sabe María Zambrano? Cosas que ha oído y que brotan de nuevo en su voz, reflexionadas, recreadas. “Ya sabes que soy del oído”, me dice tajante.[5]

Paz escribe sobre una “voz suave y bien templada. Una voz que venía de lejos”.[6] Y añade:

Nuestra amistad fue una larga conversación. Guardo de esas pláticas no las ideas, que se disipan, sino el sonido de su voz. Un sonido de cristal, claro como agua y, como ella, fugitivo, inapresable. ¿De dónde venía su voz? De un lugar muy antiguo, un lugar que no estaba afuera sino dentro de ella misma. ¿Por qué hablo de su voz y no de sus escritos? Creo que hay dos razas de escritores: aquellos que desaparecen bajo su escritura y aquellos que consiguen que su voz se filtre a través de los desfallecimientos y opacidades del lenguaje escrito.[7]

Por conocer de antemano su desempeño activo en la Guerra Civil española y sus iniciales textos en España y América‚ por leer lo que ya María Zambrano había publicado en revistas cubanas como Espuela de PlataOrígenespor sus cursos y conferencias en diferentes instituciones como la propia Universidad de La Habana[8] y su escuela de verano‚ en la sociedad femenina Lyceum…‚ por ser notable discípula de José Ortega y Gasset‚ por amistad y admiración‚ es que Mañach la invitó a participar para la Universidad del Aire. En honor a la verdad‚ escritores como Lydia Cabrera‚ Fernando Ortiz‚ Roberto Agramonte…‚[9] contribuyeron a que se le abrieran puertas a María para cursos‚ conferencias y publicaciones.

La Universidad del Aire, que alternaría con su publicación Cuadernos de la Universidad del Aire –más tarde llamada Cuadernos de la Universidad del Aire del circuito CMQ— comenzó a transmitirse a partir de 1932 desde la emisora CMBZ –más conocida como Mil Diez– y luego por la CMQ. Tuvo una interrupción en 1933 y se retomaría en 1949 hasta 1952. Recuerda Cira Romero en “Cuadernos de la Universidad del aire” que tanto Jorge Mañach‚ “como sus seguidores en esta empresa cultural‚[10] no aspiraron a dictar conocimientos detallados o profundos, sino dar a los oyentes nociones introductorias y generales que les permitieran acercarse a los más variados saberes”.[11]

Acaso algunos lectores supieron de su presencia en la Universidad del Aire por aquel número de Proposiciones[12] en que Jorge Luis Arcos rescataba la conferencia radiofónica “Quevedo y la conciencia en España”. Aun cuando Arcos elimina en la revista de marras la alusión de la oradora andaluza a la conferencia del Dr. Agramonte y a los oyentes (“como ya ustedes saben”)‚ el inicio del texto sobre Quevedo revela lo confesional de un discurso que apuesta por estremecer desde el monólogo eficaz. Ella escribe como si conversara‚ ha dicho con razón Mercedes Gómez Blesa.

Los Cuadernos de la Universidad del Aire del circuito CMQ pueden localizarse en muy pocas bibliotecas habaneras. Algunos libreros los venden en precios altísimos. Pueden consultarse los números tanto impresos como de manera digital en el Instituto de Historia de Cuba. Recientemente, el Gobierno mexicano ha colaborado con su digitalización y alojamiento en línea. ¿Qué revelará una joven María Zambrano?

José Manuel Mouriño‚ quien ha dirigido el documental El método de los claros (2019)‚ reconoce:

los registros más tempranos que se puedan encontrar mostrarán unos matices fascinantes sobre lo enérgica que podía mostrarse en su juventud, pero creo que esa intensidad que podría aflorar en registros tempranos se compensa con el “poso de vida” que acompaña su decir en entrevistas más tardías. Desde mi punto de vista, los registros de audio que podamos recuperar de María deben su valor al privilegio de poder escuchar cómo desplegaba las ideas en una conversación personal, cómo gestionaba las pausas, los silencios, todos los matices que puedan traer consigo sus ideas expresadas a viva voz. Quienes la trataron en vida siempre coinciden en que su conversación era hechizante.[13]

El exilio de María Zambrano comprendió desde 1939 a 1984. Al retornar a España, llegaba con un aprendizaje del mundo, tanto del que había asimilado por estudios como del visto o imaginado. Su mejor fe de vida estaba en los libros publicados, destacándose sobre todo Filosofía y poesía (1939), Hacia un saber sobre el alma (1950),[14] Delirio y destino. Los veinte años de una española (1953), El hombre y lo divino (1955)‚ Claros del bosque (1977)… Razón le asiste a Miguel Iturria al acotar: “María‚ como Unamuno‚ llegó a pertenecer a esa especie de escritores que tienen voz; que son escuchados‚ solo que su voz tuvo los primeros oyentes en América y mucho después en su amada España”.[15] Exilio y escritura marcaron una obra autobiográfica donde la poesía tuvo como aliada a la filosofía.

El exiliado, “un abandonado en condiciones desérticas”, no es el desterrado, a quien se expulsa porque ha faltado a su grupo y más: a su país. Mientras, el exiliado ha fallado y caído en la derrota. Sin vociferarlo, lleva la patria sentida hacia donde va. Más adelante‚ patria y exiliado ya no serán los mismos. Porque si bien la patria grande es una, los sentimientos hacia ella son muchos y distintos como diversos exiliados hay. Por otra parte, al desterrado no le queda más remedio que buscar tierra nueva y echar raíces. Para el exiliado, las circunstancias de aplatanamiento no son tentadoras, porque en el fondo sabe que ya no pertenece a ningún contexto geográfico, aunque sí histórico. Más que exilio cultural, sufre un exilio ontológico donde el ser no se pierde puesto que “el exilio es el lugar privilegiado para que la Patria se descubra, para que ella misma se descubra cuando ya el exiliado ha dejado de buscarla”.[16] Ya en Las palabras del regreso, nombrará y admitirá el exilio como el sentir externo e interno que una vez llegado se queda: “El exilio que me ha tocado vivir es esencial. Yo no concibo mi vida sin el exilio que he vivido. El exilio ha sido como mi patria, o como una dimensión de mi patria desconocida, pero que una vez se conoce, es irrenunciable”.[17]

París, México, Cuba, Puerto Rico, Venezuela, Chile, Roma… testificaron su presencia. En España comenzó a publicar en los años treinta artículos como “Por qué se escribe” y “Hacia un saber sobre el alma”; también dio a conocer su primer libro: Horizonte del liberalismo (1930). Aunque no sería hasta el sosiego aparente que alcanzó en Latinoamérica cuando su prosa poética desplegaría una generosidad intelectual para con el país que la abrigaba.[18] En La Habana, de la cual salió y entró en frecuentes ocasiones (cinco o seis veces tal vez)[19] desde 1936 hasta 1953, se relacionó no solo con el grupo Orígenes, donde dio a conocer célebres ensayos‚ entre los que cabe señalar “La Cuba secreta” y “Lydia Cabrera‚ poeta de la metamorfosis”. Las primeras líneas de Delirio y destino y El hombre y lo divino fueron escritas en suelo cubano así como El freudismo‚ testimonio del hombre actual e Isla de Puerto Rico (nostalgia y esperanza de un mundo mejor)‚ textos editados por La Verónica en 1940. A partir de 1949 es cuando entró a colaborar con la Universidad del Aire, idea y hecho de Jorge Mañach, referente no siempre mencionado para proyectos culturales posteriores a 1959.

En la Universidad del Aire María Zambrano disertó sobre temas abarcadores o específicos: la libertad y la esperanza o la filosofía y la poesía‚ escritores e intelectuales clásicos y otros que iban camino de serlo como el influyente y polémico Ortega y Gasset‚ la historia y la época moderna. Al fin y al cabo, creaciones humanas todas. Y, en el centro y las afueras, la tragedia. “Tragedia –no quiere decir catástrofe– sino conflicto. Y así ha de ser forzosamente para el más humano de los quehaceres: un conflicto”.[20]

Mas no podemos limitarnos solo a sus conferencias cuando se le relaciona con la Universidad…, pues intervino en alguna ocasión ante discursos de colegas y, mientras hizo falta, expuso más criterios después de sus exposiciones. Criterios/posturas/declaración de principios que son constancias analíticas como el criticar a la modernidad por su menosprecio u olvido de la espiritualidad, caso del fracaso como categoría ontológica y antropológica.

Juzgar con avidez relacionante, entraña partir de (y llegar a) su expresión distintiva. Procedimiento y resultado. De ahí que Virginia Trueba, a propósito, apunte: “La particularidad de la escritura de Zambrano, discontinua, fragmentaria, inconclusa, es, en resumen, producto del pensar alternativo que ella, propone, resistente a la idea de totalidad y des-enlace final”.[21]

“La crisis de la cultura de Occidente” es la primera de estas conferencias. Aunque impartida en 1949, se relaciona con otra ya escrita en Argentina en 1940: “La agonía en Europa”, pronunciada un año después en La Habana con el cambio en la preposición en. Luego conformará un compendio significativo de igual nombre: La agonía de Europa. Con posterioridad, aparecerán nuevos volúmenes a partir de antologías de artículos o ensayos cortos ya publicados. Por su parte, “De Unamuno a Ortega y Gasset”, la segunda de sus disertaciones, puede resaltar no solo por la familiaridad con que nos habla de ambas personalidades, sino por descubrirle al lector acuerdos afines, por ejemplo, entre el juicio martiano de “patria es humanidad” y una de las nociones zambranianas de la cultura, ya que más de un concepto aporta en “La crisis de la cultura de Occidente”.[22] Entre otros aciertos‚ cifra el siguiente:

Y así las diversas culturas ya pasadas, persisten dentro de la que hoy vivimos. Cada una es algo así como una patria. Todo hombre culto tiene, no una, sino varias patrias, y el más culto será aquel que en su espíritu y modo de vivir, haya incorporado todas las patrias, todas las culturas de las que tenemos conocimiento, aquel en que resuene la voz más remota del pasado, unida a la voz del futuro, que clama por abrirse paso.[23]

El contenido de su posterior discurso: “Quevedo y la conciencia en España” genera una discusión que comienza con una pregunta retadora concebida por el también español Gustavo Durán: “Doctora Zambrano, por favor, ¿me podría explicar brevemente el libro Los sueños de Quevedo?”. Tanto por lo específico del tema como por lo estipulado en el reglamento de la Universidad del Aire, Durán le exige una particularidad dentro del enorme orbe del escritor madrileño. Pero ella, que ha releído a Quevedo, le recuerda:

El libro de Los sueños es una obra sumamente extensa, sumamente complicada; forman parte de ella “El Sueño del Juicio final”, “El Sueño de la Muerte”, “El Mundo por dentro”, “El Alguacil alguacilado” o “El Alguacil endemoniado”; “El Infierno enmendado”, algunos creen, pero no es seguro, que la “Casa de locos de Amor”: después hay unos Sueños morales que han aparecido solamente una vez en una edición. Para explicar detalladamente uno a uno, haría falta un pequeño cursillo, ¿verdad? No puedo añadir sino lo que ya he dicho: que creo que se trata de un realismo visionario, en el cual se hace la crítica de la sociedad de la época y quizá de toda la sociedad, en que se ve la realidad; pero la realidad como danza, como danza de todas las pasiones que pueden llenar el corazón humano y danza también de las postrimerías, puesto que hasta se mete en el infierno el mismo Quevedo.[24]

En cuanto a diálogos intelectuales no conviene obviarse lo acontecido a raíz de su conferencia “El sembrador Rousseau” donde‚ amén de recordar la proximidad entre la fe y las ciencias en el siglo XVIII, relaciona –como lo había hecho ya con Quevedo y antes con Ortega y Unamuno–, biografía con pensamiento. El propósito es no dejar independiente o distante la reflexión propia y ajena de donde emana: la persona. Al terminar Zambrano su disertación, el Dr. Beguez César le hace tres preguntas muy categóricas que, por razones de tiempo, ella no le puede contestar. Lo que no supuso se quedara callada, pues le recordó con sutilezas los puntos de vista de su conferencia. Sin embargo, ante una anterior interpelación, el intercambio resultó más fructífero. He aquí la transcripción de un fragmento.

Sr. Reynoso. Escuché durante su conferencia que decía que la historia es un mal casi inevitable, ¿no cree usted que es más una lección preventiva que un mal?

Dra. Zambrano. Bueno, la historia es un mal, lo dice Rousseau, no lo digo yo. Yo tenía que exponer el pensamiento de Rousseau. El cree que es un mal evitable. En ese sentido, coincidirán más tarde con él doctrinas que están en la mente de todos, como el Marxismo por ejemplo y el Anarquismo, que también quieren salvar al hombre de la historia. Ahora, lo más curioso que yo propongo como meditación a los oyentes es que se considerara la historia como un mal y la necesidad de salvarse de la historia, está ya propuesta en La ciudad de Dios de San Agustín.[25]

Hay que reconocer que Reynoso la admiraba mucho. En el Cuaderno 36 menciona la “mejor exposición y dicción” de ella con respecto a lo que él tiene que expresar con respecto a la conferencia “Ambiente espiritual del siglo XX”‚ de Avelino Cañal y Barrachina.

Otras veces es ella quien interpela sino provoca el comentario: “Dr. Vitier, no una pregunta, porque no me ha dejado ninguna duda su clara lección, sino tan solo quiero ofrecerle un poco de tiempo para que diga unas palabras acerca de la relación entre las filosofías más actuales, más vigentes hoy, y el positivismo, si tiene la bondad”.[26]

Sus textos en los Cuadernos de la Universidad del Aire son de mucha claridad expositiva. Claridad es franqueza y, a menudo, sencillez. Eso sí, la sencillez en Zambrano es momentánea y la belleza del lenguaje un acontecimiento. ¿Para dónde y para quiénes ella impartía sus conferencias? Lo tuvo claro al exponer y exponerse. En efecto, consúltese “Quevedo y la conciencia en España”, donde advierte:

una conciencia mezclada con el sueño, con la esperanza y con la desesperación […] Lo otro, su obra poética, son “las verdades soñadas” que trascienden todo eso. Y en raíz de todo algo muy original, muy actual también: el sentir del tiempo. El sentir del tiempo que no su concepto, que no el intento de apresarle en una idea filosófica. No, Quevedo era hombre de sensibilidad agudísima, siempre en vela. Conciencia vigilante en la que se habían mezclado hasta fundirse, la vigilia y el sueño y así despierto soñaba y dormido […] pero no podía dormir.[27]

En rigor, su amenidad discursiva se debe tanto a las exigencias del medio como a su desenvoltura conversacional. Pero su filosofar radiofónico evitó confinarse al reglamento de la propia Universidad del Aire, en particular al estatuto que abogaba por alejarse de impartir saberes minuciosos, pues lo recomendable para el medio son “nociones introductoras y generales que abran una vía inicial a la curiosidad de los oyentes”.

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Celebración en Bauta por el Premio Nacional de Literatura otorgado a Lorenzo García Vega por su libro ʻEspirales del cujeʼ, en 1952. Aparecen en la foto: Enrique Labrador Ruiz, Araceli Zambrano, Julián Orbón, Alfredo Lozano, José Rodríguez Feo, Mariano Rodríguez, Ángel Gaztelu, Agustín Pi, Fina García Marruz, Mario Parajón, José Lezama Lima, Gastón Baquero, María Zambrano y Lorenzo García Vega.

Antes de su conferencia “El nacimiento de la conciencia histórica” interviene en la discusión de la que le precedió (“Ambiente espiritual del siglo XX”)‚ impartida por Cañal y Barrachina…, a quien le indica:

Más que nada he pedido la palabra para felicitarle por su conferencia y además quería hacerle esta observación o pregunta, o las dos cosas. No es un signo de la crisis, solo el que no haya metas, porque la verdad es que la crisis es sumamente ambigua, y si nos fijamos, encontramos que por el contrario, gran parte de la juventud está desbordada hacia metas inmediatas, que ni merecen ser llamadas siquiera metas, puesto que están al alcance de la mano. Hay un entusiasmo y un desbordamiento frenético hacia la conquista de esas metas inmediatas. Tanto si se observa ese aspecto como el otro, de que el hombre se haya quedado sin meta, es decir, sin finalidad, lo que hay es una crisis de la vocación y esta, la crisis de la vocación, es quizás uno de los signos más reveladores de la crisis.[28]

Su comentario está relacionado con otros textos publicados en Cuba como “El ídolo y la víctima”, “Juventudes de Europa” y, previamente, con su bellísimo “Sentido de la derrota”, sin dejar de mencionar “La crisis de la cultura de Occidente”, la primera de sus conferencias en la Universidad… ¿En qué se centra un texto como “El nacimiento de la conciencia histórica”? Zambrano viene a decirnos que existe un aspecto positivo en la crisis que es la propia conciencia histórica. Mas, ¿cómo se nos presenta?:

La historia verdadera de una cultura o de una persona no es solamente lo que le pasa, el relato fiel de los sucesos, sino algo más: cómo se viven esos sucesos, desde qué situación; cuál es la conciencia que los recoge y aún más: cuál es la esperanza que los atraviesa. Sin eso no hay verdadera historia humana, sino tan solo un amasijo de hechos.[29]

Y, ¿qué hacemos al asumir la conciencia histórica? Reconocernos en cuanto nos ha ido y nos va implicando: “Conciencia histórica será pues, un mantener la atención constante, intensamente en los acontecimientos históricos”. A la conciencia histórica no le concierne tanto nuestra generosidad como sí esa preocupación para con nuestro devenir como especie. “La historia es un vehículo que no se detiene ni un instante. La cogemos en marcha si es que no nos atropella”. La conferencia generaría un intercambio harto estimable, en el cual se apreció nuevamente la locuacidad de la filósofa poeta.

Con Zambrano era (y es) eso: comunicar o compartir la crisis epocal y un método ontológico para plantearse la vida dentro de aquella. Comunicó su aún fresca o, más bien, auroral razón poética, para decirlo con sus propios términos. “Habla, no escribe, habla. Lo que pasa que está escrito. Pero la inmediatez de su escritura parece como si fuera una voz”, recuerda Toni Marí en el documental Las sin sombrero (Tania Balló‚ Manuel Jiménez Núñez‚ Serrana Torres‚ 2015). Por darse con frecuencia a la conversación, palabra y voz en ella acordaron enseñar el saber de oídas. No le fue ajeno el lenguaje radiofónico. María Zambrano revelaría en estos cinco textos de la Universidad del Aire, como lo publicado más tarde, un vínculo entre dos credos opuestos: quietud y sorpresa que, de inmediato, son conferidos al oyente. De esos estados dio fe Eliseo Diego al testimoniar:

Nos reuníamos en torno a nuestra María repito, solo por el placer de escucharla. Hasta el propio José Lezama Lima callaba para oírla. El Otro me echa de reojo una miradita incrédula, pero no se atreve a abrir la boca. Mi voz ha tomado ahora un timbre de autoridad irrefutable. Hasta yo me sorprendo.

[…]

¡Le vieras tú la cara a ella mientras escuchaba! Nadie ha sabido jamás escuchar de aquel modo.[30]

Porque sabía escuchar, quiso ser correspondida. Por la voz sapiencial de su escritura‚ aún escuchamos a María Zambrano.


Notas

[1] No son pocos los textos sobre el estilo de la prosa o el ensayar personalísimo de María Zambrano. Destacaría algunos recientes como la tesis doctoral de Patricia Palomar Galdón: El género literario en María Zambrano. Una propuesta interpretativa de la confesión (Universitat de Barcelona‚ 2017)‚ o el volumen de Roberto Méndez El tiempo dorado por el Nilo (Editorial Capiro‚ 2020).

[2] Miguel Morey: Monólogos de la bella durmiente (sobre María Zambrano)‚ Alianza Editorial‚ Madrid‚ 2021‚ p. 15.

[3] Eduardo Moga: “María Zambrano, poeta”, en Cuadernos Hispanoamericanos, n.o 783, septiembre 2015, p. 84.

[4] Virginia Trueba y Leonardo Sarría (eds.): María Zambrano, por los claros del bosque, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 2014, p. 34-35.

[5] Fernando Savater: “La voz de María Zambrano”‚ en Catálogo María Zambrano 1904-1991, EXCMA. Diputación Provincial de Málaga, 2000, p. 32.

[6] Obras completas de Octavio Paz. Miscelánea II, segunda edi­ción, Círculo de Lectores/Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 101.

[7] Obras completas de Octavio Paz. Miscelánea II, eb.cit., p. 103.

[8] Según una regulación del artículo 82 de la Constitución de 1940 se imposibilitaba que destacados académicos de la emigración española y de otros países pudieran ocupar plaza fija cono profesores en la Universidad de La Habana. Para más destalle, cfr. Jorge Domingo Cuadriello: Una mirada a la vida intelectual cubana 1940-1950‚ Renacimiento‚ Sevilla‚ 2007‚ p. 118.

[9] Roberto Agramonte (1904-1995). Escritor‚ político‚ profesor universitario. Graduado de Doctor en Derecho en la Universidad de La Habana‚ se desempeñó además en otros cargos, como embajador de Cuba en México en 1946.

[10] El importante intelectual y escritor Juan José Remos y Rubio (1896-1969)‚ a quien se le han tratado de restar méritos intelectuales por haber sido además un anticomunista declarado‚ impartió también conferencias a través de la radio nacional en un espacio que llevó por nombre Micrófono. Remos y Rubio también colaboraría con Jorge Mañach en su hazaña intelectual.

[11] La Jiribilla, año XII. La Habana, Cuba, n.o 780, 18 de junio al 24 de junio del 2016.

[12] María Zambrano: “Quevedo y la conciencia en España”‚ Proposiciones año 1, edición 3, 1995‚ pp. 8-13.

[13] Daniel Céspedes Góngora: “Relatar la vida de María Zambrano en el cine tiene que estremecer”.

[14] Aunque se publicó en 1989.

[15] Miguel Iturria: Españoles en la cultura cubana‚ Renacimiento‚ Sevilla‚ 2004‚ p. 231.

[16] María Zambrano: Los Bienaventurados‚ Siruela‚ Madrid‚ 1990‚ pp.42-43.

[17] María Zambrano: Las palabras del regreso‚ Amaru‚ Salamanca‚ 1995‚ pp.13-14.

[18] Mientras en México publicaba Pensamiento y poesía en la vida española (1939), Filosofía y poesía (1939) y La confesión: género literario y método (1943), en Argentina le imprimían El pensamiento vivo de Séneca (Presentación y antología, 1944), La agonía de Europa (1945) y Hacia un saber sobre el alma (1950).

[19] Juana Sánchez-Gey Venegas en su texto “María Zambrano: sus relaciones personales y su aportación a Cuba”‚ plantea: “Cuba y, concretamente, La Habana será el lugar donde María Zambrano reside durante más tiempo, y no solo cuantitativamente, sino que es un tiempo muy significativo en su vida y en su obra. Como hemos mencionado, los períodos de residencia en Cuba son los siguientes: a) una breve estancia en 1936; b) una también corta estancia en 1939; c) de 1940 a 1943, aunque pasa un período en Puerto Rico; d) una estancia más larga, interrumpida por un nuevo viaje a Italia, de 1949 a 1951 y de 1951 a 1953”.

[20] Cuadernos de la Universidad del Aire del Circuito CMQ, n.o 36 (octubre 1950- diciembre 1951), 1952, p. 45.

[21] Virginia Trueba y Leonardo Sarría (eds.): ob. cit., p. 22.

[22] “Como los hombres no nos conformamos con lo que nos encontramos siendo y queremos ser otra cosa, podemos decir que una cultura es un sistema de ideas y de creencias, que juntas dibujan la figura del hombre que se quiere ser, es decir, el hombre ideal a que se aspira”, en Cuadernos de la Universidad del Aire, n.o 1 (diciembre de 1949), p. 29.

[23] Cuadernos de la Universidad del Aire, n.o 7 (curso de verano de 1949), agosto de 1949, p. 27.

[24] Cuadernos de la Universidad del Aire, n.o 30 (octubre de 1950-diciembre de 1951), junio 1951, p. 92.

[25] Cuadernos de la Universidad del Aire…, n.o 32 (octubre de 1950-diciembre de 1951), agosto 1951, p. 24.

[26] Medardo Vitier: “El positivismo”‚ Cuadernos de la Universidad del Aire, n.o 34 (octubre 1950-diciembre 1951)‚ octubre‚ 1951‚ pp. 16-17.

[27] Cuadernos de la Universidad del Aire…, n.o 30, p. 88.

[28] Cuadernos de la Universidad del Aire, n.o 32, ob. cit., p. 37.

[29] Ibídem, p. 42.

[30] Eliseo Diego: “Acerca de una muchacha llamada María”, en Catálogo María Zambrano 1904-1991, ed. cit., p. 27.

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