El escritor y realizador audiovisual Raydel Araoz lleva varios años consagrado al estudio de zonas marginales de la cultura cubana. Se ha mostrado especialmente interesado en espacios (producciones artísticas, autores, periodos históricos) donde florece la experimentación y la reinvención constante de los códigos y las normas estéticas. De esa vocación resultó Las praderas sumergidas. Un recorrido a través de las rupturas, un ensayo que ausculta el devenir de la poesía experimental cubana y sus expresiones textuales. Perfectamente el título de ese volumen podría presidir el grueso de las producciones consumadas por Araoz, vertidas tanto en formato literario como audiovisual.
En la producción fílmica de este realizador destacan tres documentales motivados por la revisión del legado de creadores (vinculados al cine, la literatura y las artes visuales) cuya vida y obra han trascendido como paradigmas de ruptura de las normas estéticas, ideológicas y sociales del tiempo que les tocó vivir. Individuos que experimentaron, a causa de su pensamiento libre, la represión, la violencia, el silenciamiento y la borradura histórica.
La primera de esas películas se titula Retornar a La Habana con Guillén Landrián (codirigido junto a Julio Ramos), una contribución al rescate de esta figura esencial del cine cubano. Pero el filme es todavía mucho más: es un repaso por los años genésicos del cine cubano revolucionario, una mirada a la tragedia que supone el exilio y un testimonio del modo en que el dogmatismo político y el autoritarismo del poder pueden acabar con la vida de un artista. El segundo filme es La Isla y los signos, una inmersión en el imaginario del singular escritor e investigador Samuel Feijóo, una suerte de ensayo fílmico que bucea en aspectos bastante particulares de la cultura popular del país, y en las tensiones del autor con el entramado político y social de su época.
El tercer filme es Virgilio desde el gabinete azul, que acaba de ser estrenado en la edición 43 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Araoz ha comentado que “estos filmes son mi homenaje a aquellos artistas que han influido en mí como creador. Mientras reviso sus vidas y obras trazo un mapa de la cultura cubana para visualizar las zonas de conflicto y evolución en la historia de nuestra cultura”.
Si algo distingue y hace especialmente notable esta nueva propuesta audiovisual del director es justamente la manera en que trasciende la mirada biográfica y el repaso especializado de los atributos literarios del escritor, para esculpir una experiencia estética singular, autónoma y virtuosa en su especificidad expresiva. Claro que ese virtuosismo deriva de una acertada apropiación/alusión del imaginario artístico, la voz autoral y la sensibilidad estética que distinguen a Virgilio Piñera.
Araoz rinde un homenaje al autor de Aire frío y La isla en peso cuando relata su accidentada vida, azotada por la violencia política, social, económica, y cuando expone el porqué de su trascendencia creativa. Mas ese homenaje se expresa menos en el testimonio de los entrevistados, menos en la presentación escénica de algunas de sus obras, que en la aceptación del director de la influencia intelectual y artística que el escritor ejerció sobre él. Quizás por eso la trama inserta fragmentos donde se ve a Araoz durante la filmación. Esos instantes de autoconciencia fílmica parecen destinados a remachar que cuanto interesa al discurso, en verdad, es el Virgilio Piñera de Raydel Araoz.
La narración se concibe como un laberinto estético que metamorfosea visual, escénica y sonoramente el cosmos Virgilio Piñera: un entramado de códigos lingüísticos, pasajes literarios y mitos intelectuales que rodean la memoria del escritor. Las soluciones estructurales y expresivas encontradas para consumar este homenaje actualizan el imaginario piñeriano y dan cuenta de su resonancia, y la de los conflictos existenciales y políticos por los que atravesó, en el presente histórico de Cuba.
La proyección de un narrador diegético, que es el propio Virgilio, que escribe su autobiografía, ramificada después en una multiplicidad de voces; la presentación escénica de algunas de las piezas teatrales más importantes del dramaturgo; la recreación animada de uno de sus poemas; así como la instrumentación de motivos iconográficos, objetuales, narrativos, sonoros, hacen de la película una performance capaz de condensar los rasgos garantes de la centralidad de Piñera en el mapa de la cultura cubana. Por ejemplo, se destaca la contemporaneidad de los códigos con Piñera que vulneró el lenguaje de la literatura nacional, la irreverencia de su imaginario y postura intelectual (que directa o indirectamente tiñe la identidad de más de una generación de autores) y su aguda perspectiva de la cubanidad.
Esa condición performativa del filme, que anuda disímiles agentes narrativos (entrevistas, uso de materiales de archivo, animación…), así como la intervención subjetiva del realizador en la narración, están resueltas con solidez dramática, y son responsables de las potencialidades discursivas de Virgilio…
Son ciertamente importantes las entrevistas incluidas, las realizadas al escritor Antón Arrufat, al dramaturgo Carlos Celdrán y al investigador David Leyva. Desde sus particulares vínculos con Piñera, cada uno revela aspectos (biográficos y artísticos) imprescindibles para comprender la creación del autor de La isla en peso. El rastro del existencialismo en su literatura, su sensibilidad por lo abyecto, su apuesta por lo grotesco y el humor, su concepción del erotismo, su sutil representación de la violencia, su condición homosexual, su mirada del cuerpo como receptor de la política y la cultura, su escritura del miedo…, resultan atendidos como factores de una gramática única en las letras nacionales, y como consecuencias de un tránsito vital sumamente revelador acerca de la historia cubana.
El documental se sumerge inevitablemente en un espacio de la memoria cubana y del archivo revolucionario, imprescindibles para estudiar y comprender las relaciones de hegemonía/subordinación entre el poder, la sociedad y la creación artística, e inevitables también a la hora de analizar las subjetividades queer. De manera que Virgilio en el gabinete azul es un gesto de participación política y resistencia en la Cuba de hoy. Con este nuevo filme, Araoz suma otra apreciable contribución al cine independiente cubano, que continúa sacudiendo la escritura histórica y el presente del país.
Angel, debes mencionar que el filme de Raydel sobre Landrian lo hizo con el puertorriqueño Julio Ramos! Es una colaboración caribeña, agradeceremos la revisión de tu texto para que conste esa colaboración!