Tres artistas cubanas –Camila Lobón, Carla M. Bellido y Nadia Díaz Graverán– presentaron sus fragmentarias versiones –doloridas, indignadas– de la Patria en la exposición titulada Morir es vivir, que acogió del 23 al 26 de este noviembre la Galería Juanita Echeverry Art, ubicada en el distrito artístico y cultural San Felipe, en la capital de Colombia.
En el marco de la Feria Internacional de Arte de Bogotá (ArtBO), estas mujeres cubanas –Lobón asentada en Estados Unidos; las otras dos “aún en Cuba”– “miran y expresan la realidad de un país que se desdibuja lentamente hasta ya no parecer habitable”, según se lee en el breve texto curatorial a cargo de la historiadora de arte y activista política Anamely Ramos, también desde hace un par de años en el exilio.
“Reaccionan al desastre con dolor e indignación y lo devuelven desde visiones diferentes”, advertía Ramos, integrante del Movimiento San Isidro (MSI), sobre estas obras que representan las búsquedas estéticas y discursivas actuales o recientes de estas creadoras.
Cada quien en su circunstancia… Lobón –forzada al exilio por su activismo antigubernamental, luego de ser confinada en su domicilio habanero por la policía política del régimen isleño– “dibuja sus personajes desde el desgarramiento que se muestra en imágenes crudas, con cierta sátira y cinismo incluidos”, señalaba asimismo la curadora, desde la contigüidad de sus experiencias individuales y políticas. “La emoción está implícita, pero lo que va guiando las historias es una racionalidad simpática. Historias que siguen el tono y el lenguaje de las contadas a niños devienen fábulas amargas que intentan exorcizar demonios a través de la repetición”.
Mientras, Bellido, en sus piezas, “calla, calla tanto que su gesto se convierte en una reafirmación del ostracismo, no se puede entender ni explicar el horror”.
Ágil, la exégesis de Ramos habría venido a avisarnos de que –en caso de que el futuro nos depare la oportunidad de apreciar lo que pudieron observar no pocos bogotanos asistentes a las actividades del Open San Felipe— “el hermetismo estos collages”, así como “la textura pulida y hasta casi antiséptica de las formas abstractas” imaginadas por Bellido, pueden también prohijar “unos dientes o un ojo demasiado abierto, o pelos”.
“Hay también glamour”, ha agregado Ramos. “Las lentejuelas también pueden herir”.
En cuanto Díaz Graverán –dilucidaba la comisaria de Morir es vivir, un título que glosa sintéticamente, y actualiza con acritud, uno de los pasajes del himno nacional de Cuba–, “quizás por ser madre, apela a la ritualidad contenida como forma de mostrar lo que todavía puede salvar, pero en eso mínimo que queda, la pérdida sigue siendo mayor que la ganancia”.
“Para ella, la Patria está cifrada lo mismo en sus símbolos más grandes que en los frutos de la tierra que nos alimentan”, sentenciaba finalmente Ramos en sus notas de presentación. “Cuando se mata un país, hasta la tierra sufre”.
Rialta Noticias pudo constatar la nada desdeñable afluencia de espectadores al espacio galerístico bogotano que acogió Morir es vivir durante tres jornadas de este noviembre. Varios de los concurrentes testimoniaron su complacencia por la calidad y el poder de evocación de estas piezas de arte político que, entre otras cosas, permiten atisbar una parte importante –oscuridad, pero también desafío; de todo lo cual sería índice justamente esta exposición– del presente y, acaso, del futuro de Cuba.
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