Vasili Rózanov
Vasili Rózanov

En 1916, Vasili Rózanov es un hombre al que le quedan tres años de vida. Ya la furia de la Gran Guerra embarra de odio y sangre a Europa; ya asoma el hocico la Revolución rusa de febrero de 1917, cuyo fogonazo será el preludio de la tragedia que pronto se cernirá sobre Rusia y el mundo. Rózanov, el gran polemista, el furibundo panfletista, la estrella más rutilante, pero también la más oscura, de los últimos años rusos, siente que debe arriar las velas y se retira a una casa en Serguíev Posad, a setenta y cinco kilómetros al norte de Moscú. Allá le llevarán a duras penas una parte de su biblioteca. En la propiedad que alquilará pasará frío; la estrechez económica le impedirá tomar criados a su servicio. Los Rózanov se verán obligados a cargar el agua y la leña de las que se sirven.

Son esos los días de un calendario herido a bocados impresionistas por la historia en los que, odiado por casi todos, puesto en duda hasta por los más próximos, Rózanov decide levantar un monumento a Egipto, al Egipto precisamente monumental y funerario. Es esta una decisión que parece parte del repliegue: el hombre al que Vladímir Lenin, el líder de la autocracia por venir, llamó “un psicópata sexual”, se apartaría del fragor de la historia y la política rusa y europea para volverse hacia el remoto Oriente.

En realidad, se trata de una estrategia y de la administración de un fármaco: aterido en medio de un tiempo ensordecedor, Rózanov decide volver al centro de lo que lo ha ocupado durante toda la vida que el tiempo ahora le va a acortar. Retroceder hasta el origen de la civilización humana, al preludio y los albores de las religiones monoteístas, al sexo, la maternidad; volver al misterio, a envolverse en él más que a desentrañarlo, para conjurar la patria positivista en la que había degenerado el desorden europeo.

Vasili Rózanov es el más distinto de los escritores rusos de principios del siglo XX. “Un raro”, se diría. También un gran reaccionario, un grafómano, un hombre a caballo entre dos mundos y corriendo al galope hacia el que quería inventarse. Nikolái Berdiaev, uno de los filósofos rusos más notables de su generación y uno de los dos, junto a Liev Shestov, que se ganó en las décadas que vendrían la lotería del reconocimiento en Occidente del que Rózanov careció, replicó en diciembre 1907 a un discurso del autor de Motivos orientales con palabras que resumen a la perfección la relación de amor y odio encontrados que caracterizó la relación del establishment religioso, filosófico y cultural ruso hacia Rózanov, salvo cuando, que era casi siempre, se dejaba dominar por el odio. Dijo el autor de Una nueva Edad Media: “Rózanov es el primer estilista de la literatura rusa, un escritor con genuinos destellos de genialidad. Hay algo único, late una vida misteriosa en sus palabras, una magia […] No utiliza voces laterales, muertas, librescas. Cada una de las palabras que escribe están biológicamente vivas, bulle en ellas la sangre […] Todo ello hace de Rózanov un fenómeno completamente extraordinario, inédito, que no puede ser abordado con los criterios al uso”. Pero, tras cubrirlo de ditirambos, Berdiaev lo dejará caer enseguida: “La genial fisiología de la escritura de Rózanov admira por su carencia de ideas, su falta de principios, su indiferencia a la hora de distinguir entre el Bien y el Mal, su distancia de la verdad y su falta total de moralidad […] (Pero sus lectores) perciben que hay vida en sus libros y le perdonan su monstruoso cinismo, sus bajezas de escritor, sus mentiras y traiciones”.

En Motivos orientales está todo Rózanov, como todo él está en cada uno de sus libros armados con la carpintería más delirante de la delirante Rusia: Hojarasca, En el mundo de lo oscuro y lo irresuelto o Solitaria. El eco de la muerte, no obstante, el inminente susto de la muerte confrontado con la alegre visitación del origen de la civilización en la cuenca del Nilo es, en este breve volumen, de una belleza tan conmovedora como alucinante.

Motivos orientales es uno de los últimos libros de Rózanov. En ese estruendo final, tan sólo se lo podría equiparar con El apocalipsis de nuestro tiempo, la obra de un cadáver que observa al calendario pisoteado por los hombres. Ese hombre miró antes al origen, al lirio agitado por la brisa, dejó dicho que no se rendía, porque había un destino que escribirle al mundo. Un destino que, ¡vaya mala pasada!, era a la vez pretérito y sentencia.

La edición rusa que he tomado como base para esta traducción es la de Aleksandr Nikoliukin, una colección de obras de Vasili Rózanov en veinte volúmenes que se publicó entre 1995 y 2000. Nikoliukin, quien en tiempos soviéticos se dedicó fundamentalmente al estudio de la literatura romántica norteamericana, acometió en el período poscomunista la publicación de ediciones críticas de algunos de los principales autores del Siglo de Plata, significativamente de Rózanov, Dmitri Merezhkovski y Zinaída Gippius.

En la nota editorial con la que acompaña sus anotaciones al texto, Nikoliukin recoge una frase que denota el desespero de Rózanov por ver publicada finalmente esta obra, cuyo itinerario en la imprenta estaba siendo tortuoso y, con la llegada de la Revolución de febrero de 1917, quedó interrumpido. Rózanov, que publicaba el libro por fascículos que recibían los suscriptores, una práctica habitual en la época, sólo había publicado dos entregas antes del estallido revolucionario. Ambas salieron de las prensas de la tipografía Sirius, que su nervioso cliente elogia como “provista de equipos magníficos”. Es a ella a la que se refiere, cuando escribe: “corro a la tipografía con las galeras en la mano”. En diversas cartas y anotaciones, estas últimas destinadas a la publicación de sus obras completas, Rózanov da otros títulos a ese libro futuro, que comprendería doce fascículos. Egipto a secas y Mi Egipto son dos de esos títulos alternativos. De entre todos, no obstante, prefería el de Egipto renaciendo. En una de esas notas que uno quiere llamar prepóstumas escribió: “Motivos orientales resulta (un título) flojo. Huele a opereta. Habría que buscar algo más serio: Egipto renaciendo. Imaginarlo como cuando en las selvas o las pampas cae a chorros la lluvia «en el equinoccio de primavera» (sobre todo si son lluvias tropicales). «Antes de esas lluvias», la tierra quemada por el sol se agrieta, se pone dura como un trozo de madera. Pero al ser rociada se advierte de repente cómo se levanta una pequeña joroba de arcilla, se quiebra la tierra dura…, y emerge una jibia, o un aligátor, o una boa. Bichos que se habían echado a dormir bajo tierra, «a dormir el verano», y ahora reviven de golpe. Eso es lo que sucede ahora con Egipto. Hoy Europa es una tierra agrietada, es arcilla seca sobre el lomo de un monstruo inmenso, un plesiosaurio. Y esa tierra va desprendiéndose del lomo de la bestia, porque Egipto se está levantando. Primero fue «la visión de Rózanov acerca de Egipto» y ahora ya viene Egipto en pleno, «el propio Egipto» comparece”.

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Erich Gollerbach, cuya Vida y obra de Vasili Rózanov (Petrogrado, 1922; YMCA Press, París, 1976) es la primera biografía del autor de Solitaria, anota que Rózanov continuaba trabajando en la conclusión de este libro en 1918: “Los ritos y símbolos del Antiguo Egipto lo colmaban de ternura y de entusiasmo. Manifestaba su enfado con Maspero y Champollion, quienes, sostenía, no habían sido capaces de comprender nada de Egipto. Su particular egiptología rebosaba originalidad, la originalidad que le era tan propia. Mantenía una especie de lirismo fálico, un contacto sensible y palpitante con los tesoros de la Antigüedad”.

La guerra y la revolución, el horror diario y el que adivinaba y glosó en El apocalipsis de nuestro tiempo, lo obligaban a mirar al pasado del mundo. Porque en su belleza y su misterio, parecía pensar Vasili Rózanov, ese egipcio pasado del mundo, era la cifra de un porvenir.

Una última nota. He trabajado muchos años para ver publicada esta traducción. Unos veinte años, concretamente. Ha sido una historia tortuosa. Pero los libros, ya se sabe, se toman su tiempo para encontrar al lector. La editorial Casa Vacía reúne hoy por fin este testamento de Vasili Rózanov con sus lectores en lengua española. Sólo cabe imaginar el estremecimiento del maestro ruso en este momento de la historia del mundo.

Cubierta de 'Motivos orientales', de Vasili Rósanov, Casa Vacía, 2023
Cubierta de ‘Motivos orientales’, de Vasili Rósanov, Casa Vacía, 2023

* Este texto es el prólogo a Motivos orientales de Vasili Rózanov, traducido por Jorge Ferrer y publicado este 2023 por la editorial Casa Vacía.

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