Eduardo Ponjuán conversa sobre ‘Cartas a Theo’, su más reciente exposición

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Sin título, pintura de ‘Cartas a Theo’, óleo sobre tela, por Eduardo Ponjuán.
Sin título, pintura de ‘Cartas a Theo’, óleo sobre tela, por Eduardo Ponjuán.

La más reciente exposición de Eduardo Ponjuán, Cartas a Theo, confirma tres virtudes que han asistido siempre a este artista: una insaciable sed de exploración estética, una estupenda capacidad de elaboración plástica y una sorprendente inquietud intelectual. Si bien el dibujo y la pintura han sido prácticas periódicas en su trabajo, Ponjuán ha transitado con excepcional organicidad por el objetualismo, la instalación y el posconceptualismo. Es bastante probable que, quienes han seguido de cerca su trayectoria creativa, se sorprendan hoy con su singular vuelta a la pintura.

Su última cosecha pictórica, protagonista de Cartas a Theo –muestra inaugurada por la galería habanera El Apartamento el 16 de diciembre de 2022–, no exhibe, en la superficie, especulaciones conceptuales. Resulta de un hedonismo y un glamour esencialmente plástico. Mas Cartas a Theo presenta a un Ponjuán contemporáneo. La inteligente curaduría de Sandra Sosa Fernández evidencia que el discurso analítico del creador permanece intacto más allá de la amplitud de variaciones estéticas ensayadas por él.

Es cierto que estas nuevas pinturas de Ponjuán llaman la atención por la brillantez de la ejecución, la precisión del dibujo, la sensualidad de los colores, en definitiva, por su densidad y su limpieza expresiva. Pero inquietan todavía más por la naturaleza y procedencia del referente visual utilizado. El artista toma imágenes generadas digitalmente, imágenes vectorizadas, y las amplifica en los lienzos.

Al ser interrogado acerca del retorno de la pintura a su quehacer creativo, y su descubrimiento y atracción por la visualidad digital, Ponjuán explicó: “Ya casi ni me acuerdo cuando empezó todo. Podría situar su origen en mi exposición personal El ladrón de las manos (Galería Habana, 2013), ahí retomé la pintura. Entonces, y de manera tímida, usé plantillas y vectores para realizar algunas telas. En 2014, como parte de la muestra Bésame mucho (Museo Nacional de Bellas Artes), el procedimiento se extendió a nueve cuadros de gran formato que partían de ocho vectores y un wallpaper. Hasta ese momento las imágenes eran sencillas, planimétricas, con un protagonismo de la representación de objetos aumentados, en una estética que podría situarse en una especie de Neo Pop”.

Después hizo varias muestras “enfocado en la instalación y el objeto”, continúa, “hasta que en el 2017 regresé al discurso pictórico. Tenía deseos de pintar, pero no tenía idea qué iba a pintar. Busqué dentro de mí y me percaté de que siempre me había gustado el paisaje. Al mismo tiempo sabía que después de tanta conciencia culpable, no era posible volver ni a la pintura ni al paisaje con negligente esplendor. De manera que le dije a Sandra (mi esposa) que me buscara en Internet palmeras, cocoteros y matas de plátano para trabajar con el cliché tropical. Me parecieron horribles”.

Por las redes sociales, Sandra “encontró imágenes de paisajes nevados, muñecos de nieve, animalitos de esas zonas frías y templadas que me resultaron más simpáticas. Confieso que en algunos casos pinté cosas de las cuales no estaba convencido, pero era interesante echar a un lado mi gusto. De estas exploraciones surgió la serie País de nieve donde el proceso se sistematizó, y alcanzó un mayor grado de sofisticación y perversidad desde el punto de vista técnico y conceptual. Comenzamos a comprar los vectores en sitios comunes para diseñadores, ilustradores y artistas gráficos como Shutterstock y Freepik. El gusto se decantó por autores afines a la estética del Middle Century Style que, a nivel subliminal, yo lo sentía cercano a animados al estilo de Huckleberry Hound que vi de niño”.

Algo constatable en estas pinturas es la capacidad de Ponjuán para poner a funcionar los códigos estéticos propio del ámbito virtual, al hacer de ellos vehículos expresivos idóneos para demostrar el potencial contemporáneo de la pintura como soporte o género. Los insólitos paisajes representados en las nuevas telas parecen a ratos pretextos para el autor desplegar su talento sobre el lienzo y disfrutar de la experiencia pictórica. No por gusto Corina Matamoro se pregunta retóricamente en sus palabras para el catálogo de la exposición: “¿Si detrás de la alta idealidad de esos paisajes de origen y belleza digital, Ponjuán quisiera mostrarnos su endemoniada avidez por el pigmento, el arrebato de una pincelada, la tormentosa decisión de un tono, o la aspereza del soporte? ¿Qué pasa si ha preferido el desafío de elegir la más pueril de las imágenes para doblegarla en esa batalla tremenda que es la pintura […]?”

Abierta al público hasta marzo de 2023, Cartas a Theo hace acompañar estas pinturas rebosantes de estilemas pop con un conjunto de otras pinturas creadas por el artista durante los noventa, y que hasta ahora no habían sido vistas públicamente, así como por un grupo de instalaciones indicadoras de las inquietudes que tienen en vilo el entendimiento de Ponjuán. “Cada vez pinto más en modo cámara lenta. Hacer un cuadro me demora alrededor de dos o tres meses”, comentó el artista sobre la decisión de incluir esos trabajos de los noventa en Cartas a Theo. “De manera que cuando Christian me propuso hacer la exposición con un año de antelación parecía mucho tiempo, pero sólo alcanzaba para cuatro obras. Había otras piezas con las que se pudo haber completado la muestra, pero no estaban conmigo. Se habían mandado para distintas ferias como Untitled, Future Fair, ARCO…”

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Sandra sugirió exhibir aquellas obras de los años noventa que nunca habían sido vistas. “Mi primera reacción fue de rechazo porque me parecían algo infantiles, hasta que me percaté de que las piezas de ahora son tan pueriles como aquellas. Si algún hilo conductor las une habría que buscarlo en la indigencia de los tiempos en que las hice: primero, durante el llamado Período Especial de los años noventa, y ahora, en la pandemia. En ambos casos hay una firme resolución de fuga para no perecer de realidad. Dejo a los otros la interpretación de otras similitudes”.

Según Ponjuán, en la muestra, hay también “un guiño al mercado del arte, al galerista y a algo que la gente no sabe: a mis hermanas que me soportan desde Miami”. “Otro título posible para la muestra sería Cartas a Nana. El oro de no tener nada es algo que persigue a los artistas en algún momento de su carrera, y a veces, de manera permanente. La pregunta sigue siendo la misma que puso Sartre en boca de Tintoretto: ‘El pintor está en la noche. ¿Y cómo pintar en la noche?’”

Dice Ponjuán “que la contemporaneidad nos trae problemas nuevos, así que las soluciones no pueden ser las mismas. Quizás lo que nos trae son los mismos problemas disfrazados de actualidad, y a uno le toca buscar soluciones con una entonación diferente.” Estas palabras vuelven a mostrar un creador dispuesto a emprender todos los caminos, a seguir enfrentando los retos creativos que el presente impone. Cartas a Theo da crédito de esa facultad del artista para permanecer decididamente contemporáneo. Su nueva pintura es testimonio plástico de un imaginario creativo vital, un indicio de su ilusión inagotable.

“Yo asumo la creación en términos de imágenes. Todo el tiempo me enfrento con problemas relacionados con la representación y con cuestiones puramente técnicas que todo artista sabe. De manera que no establezco diferencias entre una pintura y una reproducción. Lo mismo da que ésta sea una edición limitada vendida por un museo, que un millón de copias de Picasso o Monet en calcetines o El beso de Gustav Klimt como esfera de un smartwatch. No sé si a ellos les hubiese molestado; a mí, no. Desde Emerson todos sabemos que los originales no existen, sólo tenemos copias. El diseño ha invadido todos los ámbitos de la realidad, y mi hijo aprende sobre la familia Médici a través de un videojuego, y no en una clase de historia del arte como yo”.

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ÁNGEL PÉREZ
Ángel Pérez (Holguín, Cuba, 1991). Crítico y ensayista. Compiló y prologó, en coautoría con Javier L. Mora y Jamila Media Ríos, las antologías Long Playing Poetry. Cuba: Generación Años Cero (Casa Vacía, 2017) y Pasaporte. Cuba: poesía de los Años Cero (Editorial Catafixia, 2019). Tiene publicado el libro de ensayos Las malas palabras. Acercamientos a la poesía cubana de los Años Cero (Casa Vacía, 2020). En 2019 fue ganador del Premio Internacional de Ensayo de la revista Temas, en el apartado de Estudios de Arte y Literatura. Textos suyos aparecen en diversas publicaciones de Cuba y el extranjero. Vive en La Habana.

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