Alejandro Robles
Alejandro Robles

En La importancia de llamarse Ernesto de Oscar Wilde un figurín decadente de fin de siécle avanza la siguiente tesis: dame un tema y te doy la época. He aquí el caso del escritor cubano Alejandro Robles, en pleno siglo XXI en el exilio del Miami posmoderno, sumido de lleno en la dracología. Tema epistémicamente apócrifo, antropológicamente opaco y literariamente fantástico, inspirador de incontables épicas y mitos a través de la historia. Su ópera prima, Gabinete de dragones (Eolas Ediciones, 2022) revive la práctica barroca del Wunderkammer, compilar y atesorar lo particularísimo y extraordinario.

¿A santo de qué? Dicho simplemente, el bueno debe ganar y el malo debe perder.

De ahí que draco (latín de dragón) aparezca una y otra vez en el imaginario humano. Tan dragón es el Uroboros del antiguo Egipto, como el ojudo Jiao de la mitología china. El policéfalo Leviatán del libro de Job, Fafner de Saga de los Volsungos y Amaru, la serpiente alada de la mitología Inca, comparten atributos con el Endriago de Amadís de Gaula y el Melkor de Tierra media, por solo mencionar algunos de los más notables (y no olvidemos que a cada dragón malévolo le toca un héroe justo).

¿Vislumbra Robles el próximo Sigurd cubano encaminando –¡por fin!– nuestra accidentada historia? Un prodigio del psicoanálisis, Jacques Lacan clasificaría el asunto de “objeto a”, entendido como tirar la toalla… ¡indéfinissable!

Vayamos por puntos

  1. Oswald Spengler en La decadencia de occidente lanzó la hipótesis que aún debatimos. Mientras más jodidos estamos más necesitamos el otro oscuro (Robles alude a este desdoblamiento hombre/monstruo en el relato #1).
  2. Gabinete de dragones nos lleva desde el draco archienemigo del humano de la antigüedad, al animal fabuloso actual. Aunque no necesariamente el draco nobilis, ente tragicómico, ordinario y cariñoso de ¡Guardias! ¡Guardias! (1989) de Terry Pratchett. Robles no cae en la engañifa políticamente correcta de hacer del mismísimo Lucifer un buenazo.
  3. El texto pertenece al género de relato corto. El más extenso no pasa de cuatro páginas. Hallamos definiciones, juicios, fábulas y veredictos traídos a posteriori por un autor mañoso. La economía tiene que ver con una inclinación por el aforismo. El texto rinde homenaje a virtuosos del género como Georg C. Lichtenberg, Italo Svevo, Julio Ramón Ribeyro y Chuang Tzu (a quien Robles dedica acápites varios). Si bien no todo puede ser adagio, al menos cada relato puede ofrecer (y ahí la promesa del Wunderkammer) la sorpresa irremediable.
  4. El libro se esmera en lo fantástico, siendo todo aquello que es posible, excepto la modalidad “ser y no ser a la vez”. Obligatoriamente la dracología pertenece al ámbito de la posibilidad. Ya en el siglo XVIII Denis Diderot discutía el asunto con un Tito Lucrecio imaginario. Si bien el dragón es un ser “inefectivo” (dícese de lo que no existe en la realidad), también es absolutamente posible en la imaginación. Supongo a Robles añadiendo displicente: ¿no es la imaginación un aspecto de la realidad?
  5. A los amantes de la música, Gabinete de dragones traerá a la memoria la miniatura musical, ese género del siglo XIX temprano. Los Papillons o el Fantasiestücke para piano de Robert Schumann… lo que me lleva al Romanticismo.
  6. Grandes escritores de la literatura fantástica de monstruos del siglo XIX como Robert Louis Stevenson, Mary Shelley y Jules Verne son románticos. La razón es un verismo; no hay nada más Sturm und Drang que el ángel caído.
  7. La prosa de Robles cuenta, discute, incluso hipotetiza. La dracología así lo exige. Despunta el raconteur habilidoso, amante de la ciencia natural y la historia, especie de Robert L. Stevenson anunciando su manifiesto Ensayos sobre el arte de escribir:

¿La palabra? Es la moneda de nuestros asuntos, aquí no es posible ninguna de esas supresiones con las que otras artes obtienen vigor y continuidad: ningún toque jeroglífico, ningún empaste alisado, ninguna sombra inescrutable, ninguna pared en blanco. Cada palabra, frase, oración y párrafo debe moverse de manera lógica y transmitir un significado coherente.

En Gabinete de dragones añádasele un refinado sentido del humor.

Cubierta de Gabinete de dragonesEolas Ediciones 2022 | Rialta
Cubierta de ‘Gabinete de dragones’, Eolas Ediciones, 2022

Sorpresas de gabinete

  • En #13, el autor discurre (nos enteramos presumiblemente) la existencia de una hora específica, las 5:17 pm, en la que mueren los caballeros incrédulos.
  • #17 nos lleva a la controversia ya mencionada entre Diderot y Lucrecio (el segundo ya muerto cuando escribe el primero) sobre la naturaleza de los monstruos en Pensamientos filosóficos del francés. Los dragones existen en la imaginación.
  • En cuanto al estilo, ciertos relatos del Gabinete (véase #66) explayan la idea sui generis en la que el concepto anunciado es desenlace de otro que lo contiene. Umberto Eco explica desde el cálculo de mereología cómo la parte puede ser el todo de otra parte.
  • En Gabinete de dragones reina la intertextualidad, al punto de perderse toda noción de autor. Léase el #70, de autoría Robles Casanova de Ligne Tzu.
  • Aprendemos que los dragones tienen más en común con criaturas extintas tiempo ha, unicornios y duendes, que la mayoría de los animales modernos. Draconia Mysticaliformes exhibe una conexión recóndita con la magia. Dragones que de una forma u otra desafían el pensamiento racional desde lo espiritual (y lo aparentemente imposible).
  • #65 es un afrodisíaco literario. En el banquete de la rancia aristocracia de Odesa (al cual asiste el poeta Alexandr Pushkin) se sirve un exquisito estofado de… dragón, cuyas propiedades avivan erotismos hasta entonces desconocidos. Profundizamos que lo sicalíptico no está tanto en el estofado como en la correspondencia efímera entre Olga Larina y Elizaveta Vorontsova.
  • Tratándose de especímenes mortíferos e imprevistos, se impone averiguar: ¿dónde pudiera encontrarse un dragón cualquiera? A. En la rebanada de pan. B. En ciertos volúmenes biográficos de pliegos de papel ignífugo. C. Al fondo de ciertas grutas. D En el apacible parroquiano con quien conversamos animadamente después de un día de cacería infructuosa. E. En un subsuelo, tan específico como recóndito.
  • ¿Qué dos escritores de aforismos afirman tener pruebas irrefutables de que los dragones son adictos al tabaco? La respuesta está en #15.
  • ¿Desea descubrir el secreto literario –hasta ahora oculto– en el famoso cuento La nariz de Gogol? Léa el #5.
  • #9 es perfectamente reversible. Una vez terminado, por recomendación del autor, reléalo de abajo hacia arriba.
  • Cuando se es casi todo se es casi nada. La moraleja se deshilvana en #10.
  • Las disquisiciones dracológicas atribuidas a Chuang Tzu son embriagadoras. Lea incontinenti, en este orden, #18, #70, #25 y #21.

Chispazos

  • La cladística del dragón no es materia para neófitos y Robles es cuidadoso de presentar ambos lados de la moneda, es decir, lo misticaliforme y lo mundaniforme, o de otra manera; lo real y lo fantástico.
  • Se debate en círculos esotéricos que la clase Draconia pertenece al filo Chordata y al reino Animalia. ¿Pero es todo animal un monstruo? El dragón parece ser un raro híbrido de felidae, reptilia y aves; especie portadora de atributos tan disímiles como fantásticos.
  • En la historia natural el género como categoría taxonómica, se ubica entre la familia y la especie. De manera que cada tipo de dragón presenta atributos tan particulares como apócrifos. Morfológicamente se trata de especies equívocas e incontestables. ¿Quién podría probar que el Yeti (abominable hombre de las nieves) no existe? Aquí Robles presenta una lista insólita: Spinus, Ciervo, el Linterna, Draco Alba, Wakuwaku, el Ingrávido, Uroboros, el Quitión, Shûyuán y otros bizarros.
  • Ni tan bestial como el hombre lobo, ni tan sexual como el vampiro, el dragón roblesiano redefine los límites dracoliterarios.
  • Tal es la autosugestión del síntoma dracofílico en el homo sapiens, que el propio autor de Gabinete de dragones deja constancia de su pavor: ser él un mero dragón en su gabinete mítico.
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2 comentarios

  1. Triff, se parece el violín a un dragón o acaso escribes manoseando el alma, el caracol, las clavijas, el puente? Creo que has alcanzado tu propia receta del deleite, uno goza leyéndote porque gozas escribiendo, o quizás, en este caso tendrás algún ancestro que domó el mítico animal y le daba de comer de la mano. Gracias por la reseña que invita a leer el libro.

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