Ópera prima de la chilena Francisca Alegría, estrenada en el Festival de Guadalajara, propone una singular aventura estética

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Still de ‘La vaca que cantó una canción hacia el futuro’ (2021); Francisca Alegría (IMAGEN www.sensacine.com.mx)
Still de ‘La vaca que cantó una canción hacia el futuro’ (2021); Francisca Alegría (IMAGEN www.sensacine.com.mx)

La vaca que cantó una canción hacia el futuro (2021), debut en el largometraje de ficción de la directora chilena Francisca Alegría, comienza con el canto pesaroso de unos peces que agonizan en las aguas contaminadas de un río donde emerge, sorpresivamente, una motorista que años atrás se suicidó allí. Si ya el largo título del filme avisaba al espectador acerca de las enigmáticas motivaciones de la realización, esas primeras imágenes acaban por colocarlo en el terreno de la perplejidad. ¡No se trata, esta vez, de una película corriente!

Para el público latinoamericano, acostumbrado a un cine propio mayormente realista, atento a los perfiles de la cultura del subcontinente como inspiración estética, la exploración en el espectro estilístico sistematizado por los géneros tradicionales y la apelación al universo de lo fantástico debe resultar, como mínimo, inquietante, incómodo… Y es que La vaca… procura trasgredir el horizonte de expectativas de sus potenciales receptores. La directora no teme evidenciar la cinefilia de la representación, y la inclinación a romper con frecuencia, a lo largo de la trama, su propio sistema de códigos expresivos.

Estrenada internacionalmente en la más reciente edición del Sundance Film Festival, donde integró la nómina de la competencia oficial World Cinema Dramatic, esta película ha sido recibida con entusiasmo en todas partes; la crítica ha celebrado en ella, precisamente, el encanto con que Alegría blande el artificio fílmico, que, si bien en algunos momentos roza peligrosamente la desmesura, se presenta siempre acompañado de una puntual lección ética.

Esta joven realizadora ya había acaparado la atención de quienes siguen de cerca el audiovisual latinoamericano cuando estrenó su cortometraje Y todo el cielo cupo en el ojo de la vaca muerta, génesis de su actual ópera prima (como se puede intuir por el título), galardonado con el Premio del Jurado en el propio Festival de Sundance.

Still de ‘La vaca que cantó una canción hacia el futuro’ (2021); Francisca Alegría (IMAGEN Tráiler / Vía: cineuropa.org)
Still de ‘La vaca que cantó una canción hacia el futuro’ (2021); Francisca Alegría (IMAGEN Tráiler / Vía: cineuropa.org)

Ahora, finalmente, La vaca que cantó… tuvo su premier en Latinoamérica, durante la 37ma edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, celebrada entre el 10 y el 18 de junio de 2022. Este evento, entre los más prestigiosos de su tipo en la región, incluyó la película en el programa competitivo Largometraje Iberoamericano de Ficción, un buen indicador de la temperatura estética de la propuesta.

Ahora es preciso reparar en Alegría, otra directora que comienza a contribuir a la dinamización estética del cine de la región, y que confirma la energía con que las mujeres realizadoras se presentan en la industria cinematográfica. La vaca… es un ejemplo feroz de riesgo creativo, amor por el cine y conciencia política.

El filme urde su historia a través de las disyunciones y desencuentros entre los miembros de una familia rural chilena, propietaria de una lechería. El retorno de Magdalena sirve de detonante para la eclosión de una crisis familiar largamente incubada. Alrededor de esta mujer, que regresa de la muerte, incapaz de articular una palabra, pero portadora de una energía que desestabiliza los artefactos electrónicos, se teje el argumento. La potencia de los sentimientos y los recuerdos que la unen a sus hijos, Cecilia y Bernardo, y a su esposo, Enrique, hace que cada encuentro fortuito con ellos acontezca lo mismo como un exorcismo de los muchos demonios ocultos que como una experiencia de sanación. La revisión de los antagonismos filiales deviene una aguda reflexión acerca de la figura del padre y las castrantes consecuencias de su hegemonía en la configuración de la familia patriarcal.

Al interior del drama –despejado de sentimentalismos gracias a su concepción brechtiana–, se cuece una reflexión sobre el tejido de relaciones entre progenitor y dependencia. Ya hacia el final de la historia, tras la muerte repentina de las vacas, sabremos que Enrique abusaba de Magdalena al punto de inducir su suicidio. ¿Acaso su regreso será una venganza? ¿Su presencia será una emanación de la culpa, el dolor y la pena de sus familiares? Con todo, donde mejor se perfila el impacto y las consecuencias de ese vínculo hegemónico y conservador es en la conducta de Cecilia; no en vano es el personaje más complejo psicológicamente, y el de mayor protagonismo temático. Ella reproduce, quizás sin percatarse, el carácter y la personalidad de su progenitor en la incomprensión y la distancia que rige la relación que mantiene con su hija trans.

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El sello femenino de esta película se asemeja bastante al de otras recientes producciones latinoamericanas. Como sucede en el filme costarricense Clara sola (2021), dirigido por Nathalie Álvarez Mesén, en La vaca… la representación del deseo de las mujeres, y las situaciones en que se manifiesta, deja ver los condicionamientos culturales y el sistema de relaciones sociales y simbólicas mediante el cual el patriarcado regula los comportamientos y los desafíos del sujeto femenino.

En el argumento de Alegría, la relegada posición de las mujeres tiene su paralelo en el trato infligido a las vacas en la granja: forzadas a producir leche sin el justo cuidado y las óptimas condiciones para ello. Por ese camino la conciencia sobre el lugar de las mujeres en la sociedad se anuda con una pujante conciencia ecológica, otra de las motivaciones –quizás la fundamental– que animó la realización de la obra. Los peces claman por la contaminación de las aguas, mientras las abejas huyen de la contaminación del aire; el retorno de Magdalena –sutil evocación del matriarcado– convida a los animales a la rebelión.

El mensaje ecológico no es jamás una prótesis o un añadido antojadizo a la historia. Por el contrario, alimenta la atmósfera distópica del relato; soporta los códigos del suspense y el terror articulados en la narración; amarra, en definitiva, el estilo de La vaca… Así, la existencia de Magdalena se junta a una serie de pasajes de la película, igualmente enigmáticos, que –vinculados a la estirpe onírica de David Lynch, o afines a los códigos sistematizados por el realismo mágico– contribuyen a la singular (y fantástica) aventura estética propuesta por Francisca Alegría.

Still de ‘La vaca que cantó una canción hacia el futuro’ (2021); Francisca Alegría (IMAGEN Tráiler / Vía: cineuropa.org)
Still de ‘La vaca que cantó una canción hacia el futuro’ (2021); Francisca Alegría (IMAGEN Tráiler / Vía: cineuropa.org)
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ÁNGEL PÉREZ
Ángel Pérez (Holguín, Cuba, 1991). Crítico y ensayista. Compiló y prologó, en coautoría con Javier L. Mora y Jamila Media Ríos, las antologías Long Playing Poetry. Cuba: Generación Años Cero (Casa Vacía, 2017) y Pasaporte. Cuba: poesía de los Años Cero (Editorial Catafixia, 2019). Tiene publicado el libro de ensayos Las malas palabras. Acercamientos a la poesía cubana de los Años Cero (Casa Vacía, 2020). En 2019 fue ganador del Premio Internacional de Ensayo de la revista Temas, en el apartado de Estudios de Arte y Literatura. Textos suyos aparecen en diversas publicaciones de Cuba y el extranjero. Vive en La Habana.

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