Falleció en Salamanca, España, el artista Umberto Peña, maestro de la pintura, el grabado y el diseño cubanos

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Umberto Peña (1937-2023) (IMAGEN Facebook / Rafael DiazCasas - detalle)
Umberto Peña (1937-2023) (IMAGEN Facebook / Rafael DiazCasas - detalle)

El pintor, grabador y diseñador cubano Umberto Peña (1937-2023) falleció este miércoles 21 de junio a los 85 años en la ciudad de Salamanca, España, según confirmaron a la prensa allegados al artista.

De acuerdo con lo notificado a Diario de Cuba por “una de sus amistades”, la muerte de Peña se debió a “una enfermedad”. En la tarde de este jueves comienzan a aparecer en redes sociales publicaciones de despedida y homenaje para el creador de “Con el rayo hay que insistir”.

Formado entre 1954 y 1958 en la Academia de San Alejandro, Peña se unió en los primeros meses de 1959 a la Asociación de Grabadores de Cuba y, un año más tarde, recibió una beca en el Instituto Superior Politécnico de México. Allí conoció sobre técnicas de pintura mural, y luego, también en México, pasó un curso de mosaico bizantino en la Escuela de Artes Aplicadas La Ciudadela.

A ese momento corresponde su xilografía mural Las dictaduras en América. El Centro de Arte Mexicano Contemporáneo acogió además su primera exposición personal, antes de que retornara a Cuba para asumir labores de diseñador gráfico en el Departamento de Propaganda del Consejo Nacional de Cultura y, a partir de 1963, encargarse de la dirección artística de Casa de las Américas.

La concepción estética y la funcionalidad comunicativa de las publicaciones y los posters de esa institución (señaladamente, la revista Casa) constituyó uno de los puntos más altos del diseño gráfico insular –junto al cartel de cine– durante las siguientes dos décadas.

Desde la década de los sesenta, piezas suyas fueron exhibidas en muestras personales o colectivas en República Checa, Bulgaria, Rumanía, Hungría, Unión Soviética, Polonia, Francia –-donde pasó algunos meses en una beca tras la V Biennale de la Jeune Peinture de 1967–, Reino Unido, Canadá, Italia, Suecia o Japón.

Según reseña la web del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, Umberto Peña comenzó a mediados de los setenta “su monumental obra de experimentación textil exhibida cuatro años más tarde en la exposición Trapices, en el Capitolio Nacional”.

Otro ejemplo de su voluntad de exploración artística y de su asombrosa capacidad multifacética, tal como igualmente lo prueban sus diseños de escenografía y vestuario para la pieza teatral Morir del cuento, escrita y dirigida por Abelardo Estorino y montada en 1983 por el grupo Teatro Estudio.

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Pero algo había ocurrido… A finales de los sesenta y principios de los años setenta, la obra pictórica de Umberto Peña –visceralmente expresionista y con un alto contenido erótico por entonces– sufrió, como las de sus colegas Raúl Martínez, Antonia Eiriz o Santiago “Chago” Armada, los embates de la parametración y la censura burocrática del arte y la literatura en Cuba.

Al decir del crítico cubano Hamlet Fernández, Peña fue “otra de las grandes víctimas de la política cultural socialista”, y asimismo: “otro de los artistas que, de manera muy radical, toma la decisión de dejar de pintar y grabar en 71”.

Tras marcharse definitivamente de Cuba, el artista residió por unos doce años en Estados Unidos. En 2006, se mudó por fin a Salamanca.

En 2012, expuso Acerca de Salamanca. Pinturas y dibujos recientes, su primera muestra individual desde aquella antológica de 1988 –integrada de litrografías y uno de sus “trapices”– con que salió del ostracismo en su país natal.

“Puede ser que me equivoque, pero creo que en los sesenta/setenta no hay un pintor tan espectacularmente violento como Peña en la isla”, ha dicho a Rialta Noticias el escritor Carlos A. Aguilera, autor del volumen Umberto Peña. Bocas, dientes, cepillos, restos. “Habrá que esperar a un Esson, por ejemplo, quince años después, para ver algo que lo iguale en intensidad. Si observas una litografía como 4, 5, 6 arriba, abajo, de 1968, verás que el drama y esa violencia no solo estaban en los cuerpos y sus defecaciones, sino en gestos tan simples como el de cepillarse los dientes, en lo cotidiano. El gran punctum de Peña es haber entendido que crear no solo forma parte de un diálogo con el presente o con el Uno mismo, sino de un despliegue físico-gestual, de una bofetada, de la construcción de un estilo. Y ese estilo (que es sobre todo una energía y en muchos casos una angustia) puede recorrerse desde algunos de sus bueyes hasta sus dibujos más recientes, esos donde se entrecruzan truenos y latigazos”.

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