El artista cubano René Francisco (Holguín, 1960) se presenta por primera vez en París con una exposición que, si bien persigue la futuridad, se ancla en el presente, en un presente incendiario. Allons-y (Vamos) es el título de la muestra personal que la galería SLATOPARRA se ha encargado de configurar como un paisaje que pespuntea casi diez años de creación.
Las curadoras Dayneris Brito y Leonor Parra han reunido obras elaboradas entre 2015 y 2023 en las tres salas de la galería parisina. Durante todo el resto de este mes de abril todavía se podrá apreciar allí el trabajo de uno de los artistas visuales más influyentes de la escena cubana contemporánea. Esculturas, objetos, pinturas y dibujos desbrozan un camino multidisciplinario que entiende el arte como “un medio de investigación, una vía para escudriñar la conciencia pública en favor de la transformación social”, tal como enfatiza la curaduría.
“Vamos”, prosigue la nota de presentación, “descansa sobre el impulso impostergable del «¡sí, vamos a hacerlo!», «¡es ahora o nunca!»”. La exposición se sostiene a partir de la “idea de avanzar intuitivamente, de dar el paso al frente aun siendo conscientes del riesgo. Se trata de confiar en la capacidad redentora del arte para fluir hacia la construcción de otras realidades posibles. Ahí donde arte y vida se entrecruzan en la realización de un mismo propósito […] siempre apostando por la reconciliación y el afecto”.
En Vamos conviven varios cosmos creativos. Por una parte, está presente la construcción de una “arquitectura de lo posible” y de rutas críticas para insinuar ciudades ideales y utópicas, como es el caso de Desarrollo (2016). Las telas de esta serie provienen de un periodo en que René Francisco vivió en Brasil, donde recibió una notable influencia del arte concreto de ese país sudamericano, al cual se asocia también Ojo de fuego (2018).
La noción de “ciudad distópica”, por otra parte, transversaliza una serie como Ignípolis. De esta se pueden ver en la capital francesa las piezas Lilas y naranjas que van a arder y Diamante de sangre, ambas de 2022.
“Un artista y pedagogo como René Francisco”, ha dicho el crítico cubano Iván de la Nuez, “conoce estos y otros ejemplos de la Ignípolis, real o metafórica, en que se ha convertido la ciudad contemporánea. Como sabe, asimismo, de la larga cadena que atenaza la arquitectura y el incendio”.
“He aquí la paradoja […] de sus apropiaciones de juegos de lego, de esas cortinas que son finalmente el horizonte mismo, de ese fuego que es el paisaje y lo que va a devastarlo. Una pira presente y eterna al mismo tiempo, a la vista y secreta, epidérmica y a la vez subcutánea”, dice también el autor de ensayos como Fantasía roja (2006) y El comunista manifiesto (2013).
En este sentido, según informa la curaduría, podemos encontrar los Incendiarios. Apegados a la retórica de la “ciudad en llamas”, estos constituyen “cuadros de menor escala en los que el artista ha poblado su pintura dentro de cajas de cerillas, tan pulcramente organizadas como las cerillas de madera”.
El creador persiste en la retórica de lo insular: “Las masas de René Francisco reproducen el ideal de lo colectivo. René pinta sujetos que no niegan la eficacia de la unidad, que están marcados por sensibilidades heterodoxas, sujetos que marchan hacia y por el disenso. Es una marcha sin destino exacto, pero sin vuelta atrás”.
La instalación Mar de balseros (2017), a su vez, distingue los cuerpos subalternos y rinde homenaje a los siniestros migratorios ocurridos en el mar Mediterráneo. En otro espacio para la introspección, los Dibujos son exploraciones autorreferenciales en torno a la familia, el hogar, la economía. Dentro de este espacio de cavilación, y fuera de él, Tubótica Universalis abre la puerta hacia lo lúdico, hacia el esparcimiento sexual. Figuras humanoides, construidas con tubos de pasta dental y de medicinas, copulan sin prejuicios. El “vamos”, aquí, es un impulso hacia espacios de libertad.
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