Carlos Espinosa
Carlos Espinosa Domínguez

Carlos Espinosa Domínguez conoció íntimamente la revista Encuentro de la Cultura Cubana. A través de la siguiente entrevista, podemos identificar un poco de su trayectoria como colaborador y consejero de redacción, con especial atención a la organización de dosieres y homenajes que marcaron la línea editorial de Encuentro.

Después de haber participado de las actividades iniciales de la revista en Madrid, y luego desde Miami y diferentes ciudades de Estados Unidos, Carlos Espinosa siguió contribuyendo a su elaboración, poniendo así en práctica desde una perspectiva diaspórica la idea de cultura como lugar de encuentro. Esta entrevista busca resaltar la importancia de un crítico como Espinosa Domínguez, hábil en abordar diferentes áreas del espectro cultural cubano, para una revista de cultura como Encuentro.

Se destaca en sus colaboraciones para Encuentro de la Cultura Cubana la cantidad y constancia de sus textos a lo largo de los años, lo que lo convierte en uno de los frecuentadores más asiduos de la revista. Hasta el momento de la publicación de su primera colaboración (“Un ritual de la memoria crítica”, nº 8/9, 1998, sobre el grupo de teatro La Má Teodora), ¿cuáles fueron las características iniciales de Encuentro que le generaron tanto interés?

En esencia, su propósito de constituirse en un espacio abierto para los cubanos de ambas orillas, que fue llevado a vías de hecho durante todos los años que duró la revista. La circunstancia que entonces se vivía, y que el régimen cubano hasta hoy se empeña en mantener, era la división entre los cubanos que vivían en la isla y los que tomaron el camino del exilio. En ese sentido, la cultura era un medio idóneo, pues además de ser un lugar de encuentro lleva implícito el hecho indiscutible de que la identidad cultural pertenece por igual a todos. Otro aspecto que me acercó a la revista fue el de no estar afiliada a ningún partido u organización política, pues evitar cualquier tipo de vínculos de esa índole es algo que yo siempre he seguido como norma.

Usted vivió en España durante muchos años y su mudanza a Miami en 1998 ocurrió casi al mismo tiempo de la primera colaboración que cité. ¿Por qué su acercamiento a Encuentro no ocurrió antes?

En realidad, yo colaboré en el primer número. Aparte del índice, a la izquierda aparece una lista de colaboradores en orden alfabético en la cual figura mi nombre. Eso se debe a que redacté la sección “La Isla en peso”. Pero ocurrió que, durante la preparación del número, los editores decidieron que esa sección debía salir sin firma. Lo lógico entonces era que a partir de la siguiente entrega se encargase de escribirla el secretario de redacción. Por otro lado, eso corresponde a una etapa en la cual yo estaba concluyendo mi investigación sobre la literatura cubana del exilio. Ya tenía en mente irme a Estados Unidos, así que dediqué todo mi tiempo a finalizarla para poder llevármela y empezar a buscar editor.

Su ingreso a la Redacción de la revista ocurrió en el nº 18 (2000), donde permaneció hasta la última entrega (nº 53/54, 2009). ¿Cómo fue la invitación para esta participación?

Recibí la invitación de Jesús Díaz y la acepté con mucho agradecimiento. Para entonces, la revista se había ganado un sólido prestigio y ser invitado a formar parte de su consejo de redacción junto a figuras de tanto peso intelectual era algo de lo cual se podía estar orgulloso, y como tal humildemente lo asumí. Haber sido parte de aquel fascinante y significativo proyecto constituye una experiencia que hasta hoy sigo considerando como una de las más gratificantes y enriquecedoras que me ha tocado en suerte vivir.

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Durante esos casi diez años de actividad editorial realizada a distancia y vía Internet, ¿qué lo incentivó a dar continuidad a su trabajo para la revista? ¿El hecho de estar en Miami o cerca de la región le animó aún más a participar? ¿Por qué?

En esos años, como tú apuntas, existían ya Internet y el correo electrónico, que facilitaban tanto la comunicación. De manera que estar en Estados Unidos no significaba un obstáculo para continuar realizando la labor iniciada en Madrid. Echando la vista atrás y hurgando un poco en los baúles de la memoria, no hallo diferencias en lo que para mí fue colaborar desde España o desde Estados Unidos. Puedo decir que, hasta el final de la revista, mantuve el mismo interés y entusiasmo al participar en su elaboración.

El número 18, publicado en el segundo semestre de 2000, puede considerarse un hito en la historia de Encuentro. Hasta entonces, el oficialismo cultural de La Habana había mostrado cierta tolerancia hacia la revista y su línea editorial inclusiva, pero, a partir de ese número, la postura de los líderes culturales del régimen se volvió más agresiva. Esta entrega de la revista, además de contener los elogios de Jesús Díaz en el editorial a la comunidad cubana en Miami y anunciar el inicio de las actividades de Encuentro en la Red (Diario Independiente de Cultura Cubana), también publicó el dossier sobre literatura cubana contemporánea producida en esta ciudad norteamericana, que fue principalmente organizada por usted. Ante las reacciones críticas que empezaron a producir los partidarios de la política del Gobierno cubano, ¿no cree que el número 18 de la revista era la oportunidad que estaban esperando para un cambio de postura?

Hablando la verdad más verdadera, yo no estaba muy al tanto a cómo reaccionaba el oficialismo cultural cubano ante cada número de la revista. En todo caso, yo diría que casi desde el principio la recibieron mal, como era de esperar. En cuanto a que el número 18 marcara un punto de inflexión en las reacciones críticas, tras revisar de nuevo su contenido no estoy seguro de que fuese así. En primer lugar, el dosier sobre Miami solo recogía textos de poesía y narrativa. No pienso, pues, que esa fuese la razón de lo que consideras un cambio de postura. Un hecho que lo demuestra es que dos años después yo preparé la antología Isla tan dulce y otras historias. Cuentos cubanos de la diáspora, que fue publicada en Cuba.

Más bien lo que debió haber molestado fueron las ponencias presentadas en el panel que la revista organizó en el Congreso de la Latin American Studies Association, celebrado en Miami. Se publicaron en la entrega anterior y en la 18 se reprodujeron la entrevista a Aurelio Alonso en la revista Revolución y Cultura y la respuesta de Jesús Díaz a la misma. En esa entrevista, el susodicho se refiere a “una nueva ola de pensamiento contrarrevolucionario” creada por la intelectualidad opuesta a la revolución. Pero insisto, es posible que la salida de ese número coincidiera no con un cambio de postura, pero sí con un recrudecimiento de los ataques contra la revista. Estos venían de muy atrás, y tuvieron como centro algunas de las fuentes de financiación de Encuentro, a las que se acusaba poco menos de ser instrumentos del imperialismo norteamericano.

En sus conversaciones con Jesús Díaz para la elaboración de este dosier, ¿imaginó alguna vez que llegarían con tanta fuerza tales reacciones críticas?

Pues la verdad es que Jesús y yo nunca llegamos a hablar sobre ese tema. Tampoco tenía sentido hacerlo, pues ambos sabíamos que cualquier asomo de crítica, por más leve que fuese, iba a dar lugar a tales reacciones. En mi caso personal, eso nunca fue una cuestión en la que yo pensara al preparar un dosier o escribir un trabajo. Mi mayor preocupación era que quedasen hechos con rigor y seriedad.

Quisiera que comentara algo sobre los principales argumentos que utilizaron estas críticas, como el supuesto “giro” discursivo de la revista ideológicamente a la derecha y su alineación con el “imperialismo” estadounidense.

Dedicar espacio a comentar semejantes acusaciones me parece una soberana pérdida de tiempo. Es referirse al mismo y gastado discurso que durante más de seis décadas se viene utilizando desde las instituciones y las publicaciones oficiales de Cuba para descalificar a cualquier intento de publicación que no acate o se aparte del pensamiento único impuesto por el régimen. Solo quiero anotar que es paradójico que una revolución que tanto pregona ser martiana se dedique a fomentar la política de la tea incendiaria, las campañas de difamación, los ataques, la inquina y la enemistad irreconciliable. Martí, por el contrario, fue un revolucionario limpio de odio, que sostenía que “solo el amor construye” y que “la única ley de la autoridad es el amor”.

Pensando en su papel principal al frente de la organización de algunos dosieres importantes publicados por Encuentro, como el mencionado anteriormente o aquel dedicado a la literatura homoerótica (nº 41/42), y también en la organización de los homenajes a Virgilio Piñera (nº 14), Lorenzo García Vega (nº 21/22), al dramaturgo Abelardo Estorino (nº 26-27) y al coreógrafo Ramiro Guerra (nº 41/42), además de sus textos publicados en las páginas de la revista que trataban temas relacionados, por ejemplo, con las artes plásticas, es evidente su capacidad para abordar diferentes áreas del espectro cultural. Desde este polifacético lugar en el que trabaja tan bien, ¿cree que Encuentro logró dedicar una atención en equilibradas proporciones a distintas áreas de la cultura cubana? ¿Cuáles serían los mejores ejemplos para justificar su opinión?

Pienso que, en sus cincuenta y cuatro entregas, Encuentro logró abarcar un espectro temático bastante rico y diversificado. Para justificar mi opinión, me voy a atener al campo sobre el cual me preguntas y me referiré solo a la cultura. A lo largo de su trayectoria, la revista acogió homenajes a unos cuantos escritores (Nivaria Tejera, José Kozer, Reina María Rodríguez, Gastón Baquero, Fina García Marruz, Antón Arrufat, para mencionar unos pocos), pero también a cineastas (Tomás Gutiérrez Alea), pintores (Luis Cruz Azaceta), dramaturgos (Abelardo Estorino), coreógrafos (Ramiro Guerra). Asimismo, se dedicaron dosieres a la literatura homosexual, las revistas literarias del exilio, la creación literaria en Miami. Los homenajes fueron reemplazados por la sección “En persona”. Entre los nombres a los cuales se les dedicó, estuvieron el saxofonista Paquito D’Rivera, el director de cine León Ichaso, el músico Bebo Valdés y los escritores Abilio Estévez, Carlos Victoria e Iván de la Nuez.

Desde el primer número, las artes plásticas tuvieron una presencia permanente, y a partir del 6-7 se encargó a un pintor ilustrar la revista. Eso hicieron, entre otros, artistas de diferentes generaciones como Umberto Peña, Arturo Cuenca, Raúl Martínez, Carlos Alfonzo, José Bedia, Sandra Ramos, Florencio Gelabert, Gina Pellón, Rafael Soriano.

Podría seguir aportando ejemplos, pero eso excedería el espacio que permite una entrevista. En todo caso, pienso que hubo una clara preocupación de los editores porque las distintas manifestaciones del arte y la literatura tuvieran siempre un espacio. Probablemente pudo haberse prestado más atención a esta o aquella. Pero no puede negarse el meritorio esfuerzo que em ese sentido se hizo.

En su interesante artículo sobre revistas y suplementos literarios cubanos publicados desde el exilio, “Un proceso activo e imparable” (nº 40), usted identifica algunas publicaciones como Nueva Generación (1963-1972), Areíto (1974-1984) o Catálogo de Letras (1994-1999) como precursoras en la inclusión de textos producidos originalmente en Cuba. En este sentido, el de romper las divisiones entre cubanos de dentro y fuera de la Isla, y manteniendo las necesarias diferencias ideológicas entre las líneas editoriales, ¿diría que es correcto incluirlas en una genealogía hemerográfica de la revista Encuentro?

En su momento, esas revistas hicieron lo que buenamente pudieron, y es justo reconocérselo. Hay que tomar en cuenta que durante varias décadas un sector de la comunidad cubana en el exilio era muy beligerante y se mostraba reacio a aceptar cualquier tipo de relaciones o colaboración con compatriotas residentes en la Isla. Para ilustrar con un ejemplo, un trabajo de Raimundo Fernández Bonilla sobre José Lezama Lima, aparecido en la revista Exilio, provocó una carta de protesta de un lector que llamaba al autor de Paradiso el “comunista Lezama Lima” y otras lindezas por el estilo. En cambio, cuando empezó a circular Encuentro, el panorama era otro. Había un ambiente mucho más favorable para acoger un proyecto con esa línea editorial.

En ese mismo texto, usted manifiesta en una breve nota que a partir de la década de los noventa se regularizó la presencia de colaboradores de la Isla en revistas del exilio. ¿A qué cree que se debió esto? ¿Cuáles serían los ejemplos más significativos en alineación con Encuentro?

Como apunté antes, a partir de los años noventa el ambiente pasó a ser otro. La caída del muro de Berlín y la desaparición del bloque comunista contribuyeron a resquebrajar la política de los dos bandos irreconciliables en que artificialmente se había dividido a los cubanos. En el trabajo que tú citas, menciono algunas de las publicaciones de esos años que participan, si no totalmente al menos en cierta medida, de la línea de Encuentro. Una de ellas es Apuntes Posmodernos / Postmodern Notes. A eso hay que sumar también eventos como La Isla Entera, celebrado en 1994 en Madrid, y el Encuentro de Estocolmo, de ese mismo año y auspiciado por el Centro Internacional Olof Palme. En ambos participaron escritores cubanos de las dos orillas, y estaban orientados a contribuir al proceso de acercamiento y a la necesidad de dialogar con el contrario acerca de los temas vitales que unen y dividen a los cubanos.

Sus colaboraciones textuales publicadas en Encuentro van desde artículos, ensayos, reseñas, entrevistas, introducciones o presentaciones de dosieres y homenajes. Una cuestión interesante que surge de tales textos es que, en el caso del ejercicio de la crítica, usted explora fácilmente los límites entre géneros como el ensayo y el artículo de perfil más periodístico. ¿Cree que realiza su trabajo como crítico cultural más como ensayista o como periodista, o ambos? ¿Por qué?

No creo tener una respuesta satisfactoria a esto. Al redactar un trabajo, adopto el estilo que mejor le viene. Unas veces exige un tono más reflexivo; otras pide un tratamiento más cercano al periodismo. Uno mismo es el peor juez de lo que escribe. Pero me atrevo a decir que en todos mis textos está presente la preocupación por la transparencia del lenguaje y la voluntad comunicativa. Y a propósito de esto, me viene a la memoria una frase de un dirigente chino: “No importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones es un buen gato”.

Usted fue un colaborador importante de Encuentro en la Red durante el período de su existencia y durante muchos años textos de su autoría han sido publicados semanalmente en el portal Cubaencuentro. ¿Cuáles son las principales diferencias entre la línea editorial que orientó el extinto diario y la que actualmente guía el portal?

Es muy común que se tenga Encuentro en la Red como una especie de vaciado digital del contenido de la revista Encuentro. Nada más lejos de la realidad. Encuentro en la Red fue creado como un diario digital con entidad propia, que compartía la misma línea editorial que la revista en cuanto a servir como punto de encuentro entre los cubanos tanto de dentro como de fuera de la Isla. Conviene recordar que ambas publicaciones eran editadas, además, por la Asociación Encuentro de la Cultura Cubana.

Encuentro en la Red estaba concebido con un criterio más periodístico y, como se dio a conocer en el momento de su nacimiento, su propósito era desarrollar un nuevo polo cotidiano de información y opinión sobre temas cubanos. En cuanto a Cubaencuentro, no es más que el nombre que pasó a adoptar el diario a partir de un momento determinado. No cabe hablar, pues, de diferencias en la línea editorial, sino de continuación de esta, que desde el inicio se mantiene. Es, como se dice coloquialmente, el mismo perro con diferente collar.

¿Es posible decir que aún hoy algo de las perspectivas iniciales lanzadas por Jesús Díaz cuando fundó la revista Encuentro permanecen en el portal?

Sí, definitivamente. Pero no creo que deba abundar sobre ello porque es algo que queda contestado en la respuesta anterior.

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VÍTOR KAWAKAMI
Vítor Kawakami. Escritor, editor e investigador brasileño. Actualmente finaliza su doctorado dedicado a la revista Encuentro de la Cultura Cubana en la Universidad de São Paulo. Sus estudios sobre revistas culturales y literarias hispanoamericanas han sido publicados en diversas publicaciones académicas internacionales. Ha publicado los libros Descontos (2015, cuentos), Bem-me-queres malmequeres (2008, poemas) y Sem roteiro tristes périplos (2004, cuaderno de viaje). Es colaborador del Suplemento Literário de Minas Gerais y de la Revista Usina, y fundador de la Sempre-viva Editorial.

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