Censura de ‘Vicenta B’ y de Carlos Lechuga en el Festival de Cine de La Habana actualiza la naturaleza represiva de la política cultural en Cuba

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‘Vicenta B’, filme de Carlos Lechuga, excluido del programa oficial del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana (IMAGEN Facebook / Carlos Lechuga)
‘Vicenta B’, filme de Carlos Lechuga, excluido del programa oficial del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana (IMAGEN Facebook / Carlos Lechuga)

La respuesta del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) no se hizo esperar demasiado tras la denuncia del realizador Carlos Lechuga, a través de redes sociales, de la censura de su película Vicenta B en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, cuya 43ra edición tendrá lugar del 1 al 11 de diciembre de 2022.

En una breve entrevista que la revista Cine Cubano publicó este martes en su perfil de Facebook, el presidente del ICAIC, Ramón Samada Suárez, resulta interrogado, eufemísticamente, acerca de las acusaciones vertidas por el director de Melaza y Santa y Andrés. La respuesta del directivo evidencia –al contrastarse con las palabras del realizador– no sólo la arbitrariedad del caso, sino el carácter esencialmente autoritario del aparato cultural en Cuba.

“[Vicenta B] es una película que recibió el apoyo de la segunda convocatoria del Fondo de Fomento”, estableció Samada Suárez. “El jurado, integrado por prestigiosos cineastas, valoró la calidad de su guion, el diseño de producción y el acercamiento a una zona compleja de los problemas de nuestra sociedad. El ICAIC se empleó de manera muy fuerte, porque el equipo de producción de este largometraje filmó en una de las etapas más agudas de la Covid en el año 2021. En ese sentido es una obra que acompañamos y a la que, sin ser sus productores, aportamos mucho para su realización. Esa es la obra, la que deseamos exhibir al público cubano”.

“Por otro lado”, continuó, “su director ha roto públicamente con la Revolución cubana, con todas las instituciones culturales, la Escuela Internacional de Cine y Televisión, la UNEAC, el ICAIC y su Registro del Creador, utilizando un lenguaje cada vez más ofensivo y vulgar hacia compañeros de la dirección del país, de sus instituciones y hacia artistas e intelectuales que no comparten sus ideas. Ha utilizado la presentación de la película en festivales internacionales como pasarela política para insultar y agredir a la Revolución cubana. En el mes de julio se le consultó para incluir una obra suya en la programación de verano. En su respuesta pública repitió los términos agresivos a la institución, su rompimiento total y su negativa a que su obra fuera exhibida en nuestros cines. En contradicción con esta postura y en una actitud incoherente, inscribe Vicenta B en el Festival. La obra ha sido invitada para su exhibición en el evento y los productores, en uso de sus derechos, han declinado la propuesta que le hicimos”. Y aseguró: “Vicenta B no está censurada”.

Las sospechas en torno a una probable censura del filme en el inminente festival habanero comenzaron a circular varios días antes de la denuncia del cineasta. Su productora, Claudia Calviño, uno de los nombres más destacado del cine independiente cubano, había confesado en su cuenta de Facebook el deseo del equipo de realización de estrenar Vicenta B en los cines de La Habana.

Interrogada acerca de la posibilidad de ver la obra en el Festival, escribió: “yo no controlo lo que se pone en ningún festival, pero SIEMPRE SUEÑO con el momento en que los cubanos vean en el Yara una película que hicimos, es lo que más disfruto del mundo. Nosotros inscribimos la película en el Festival y queremos que se ponga, que vayan los actores y la gente del equipo con sus mamás y sus parejas, y los vecinos de los lugares donde filmamos. […] Yo siempre he creído que es muy saludable que la gente normal civil de Cuba, los miles y miles de cubanos que van al cine, tengan oportunidad de acercarse a otras narrativas sobre nuestro país, y a historias otras, contadas con otros lenguajes”.

Carlos Lechuga y Claudia Calviño han experimentado antes los efectos más fuertes de la censura cubana, a propósito de la esperada proyección de Santa y Andrés en el propio Festival de La Habana. La aparición de ese largometraje, el segundo de su fructífera colaboración, supuso para ellos el acoso y la represión de la policía política y de varios funcionarios de instituciones culturales cubanas.

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De hecho, el realizador habanero ha recordado, a raíz del veto a Vicenta B: “En el 2013 con mi primera película Melaza, que se había hecho de manera independiente y que no le había costado un centavo al país, fui al Instituto de Cine Cubano con el fin de poder exhibirla en el festival. En aquel momento el presidente del ICAIC era Omar González, que no vio la película y por lo que le contaron los vicepresidentes, optó por obligarnos a quitar un crédito donde se agradecía al instituto. No querían tener nada que ver con la obra. Aquello me sorprendió, me parecía que nadie rechazaba así un crédito de agradecimiento. Luego con amenazas de Susana Molina e Isabel Prendes, cada vez que se puso la película en el Festival (no sé por qué Alfredo Guevara la puso) nos llamaban por teléfono a ver si habíamos borrado el crédito. Como mafiosos se portaron y como apestados nos trataron”.

“En el año 2016”, prosiguió el director, “con mi segunda película Santa y Andrés, fuimos de nuevo al instituto de cine para recibir la aprobación y que la película se pudiera ver en el festival. Mientras yo y mi productora estábamos engañados, supuestamente esperando por una respuesta en casa, Ramón Samada y Roberto Smith en contubernio con la Seguridad del Estado […], nos estaban preparando la trampa. A esperas [sic] de una reunión con el ministro de Cultura [por entonces] Abel Prieto, nos mandaron a la casa a dos agentes de la policía secreta que me amenazaron […]. Nos persiguieron. Nos pusieron gente abajo. Coaccionaron a nuestros amigos. Me llevaron a una casa con más de ocho agentes para hacerme preguntas y coaccionarme para tener una copia de la película. Luego mandaron gente a que me amenazaran en las redes sociales. Luego el mismo ministro de Cultura trató de eliminar las copias de la película, me trató de comprar y me pidió que escribiera un artículo diciendo que Fidel Castro era intocable”.

Esos acontecimientos demostrarían que las sospechas de censura desatadas alrededor de esta nueva película resultan coherentes. Cercana la fecha del certamen habanero, cuando evidentemente ya la selección oficial estaba cerrada, una serie de accidentes pusieron a Lechuga sobre aviso acerca de la suerte de Vicenta B. Desde España, donde reside actualmente tras ser empujado a salir de la isla por el régimen –que recientemente ha hecho exiliarse a un número significativo de intelectuales críticos y opositores–, Lechuga comentó: “Mi abrazo solidario para el Festival de Cine de La Habana y sus trabajadores que están haciendo lo que pueden bajo la dura presión del Ministerio de Cultura de Cuba que quiere censurar Vicenta B. […] Ya hubo un Santa y Andrés y hubo un libro luego… Sé quiénes son los censores. Sé de qué pata cojean. Los invito a que pongan la película, y ya si quieren, invítenme a presentarla como van a hacer con otros”.

Esa exposición pública inicial de la censura sobre el filme fue secundada por un post de Claudia Calviño donde, lúcidamente, tal como ahora podemos constatar tras las declaraciones del presidente del ICAIC, la productora advirtió: “Me parece que esta nueva censura no está motivada por el miedo a mostrar la película o lo que la película dice, pues estoy segurísima de que el duro comentario político/social de nuestra desesperanzadora historia escapa por mucho [al] nivel de análisis por el cual usualmente los censores se preocupan. A diferencia de las pelis que en los últimos años han intentado silenciar […] la censura de Vicenta B no tiene como objetivo silenciar la obra, sino callar a Lechuga, no es el filme a lo que temen esta vez, sino a que los artistas continúen sintiéndose libres de pensar y decir, sin miedo a las represalias. La censura esta vez es para dar un puñetazo en la mesa […], es para recordarnos de nuevo «aquí mandamos nosotros y aquí se hace lo que decimos nosotros»”.

Cuando finalmente se confirmó la exclusión de la película del festival, durante la conferencia de prensa acontecida en la mañana de este martes 22 de diciembre, Lechuga publicó el post encabezado por la pregunta: “¿Por qué Vicenta B no se va a ver en los cines de Cuba?”. Ahí ofrece detalles sobre el trato recibido por la obra y sobre las razones por las cuales no pacta con el régimen cubano y acepta proyectar su película bajo sus condiciones.

“El 31 de octubre uno de los diseñadores o editores del catálogo del Festival de Cine de La Habana me escribe para pedirme una foto de Vicenta B y una sinopsis para incluirla en el catálogo. Me dice que cuentan con mi presencia muy pronto en La Habana. Como es usual en cualquier festival de cine, le digo que primero nos tienen que confirmar que la película fue invitada porque del Festival aún no nos habían confirmado nada. […] Hace unos días un amigo me escribe y me manda la programación del Festival de Cine de La Habana, que la habían subido a un grupo de Telegram. Allí estaba Vicenta B en la sección Concurso Latinoamericano en el cine YARA a las 5 y 30 de la tarde del sábado 3 de diciembre […] En ese momento nosotros todavía no teníamos confirmación alguna por parte de las oficinas del Festival”, relató el director. “Hace par de días, a punto de que el Festival tenga su conferencia de prensa […], me llama un amigo para decirme que en el Ministerio de Cultura estaban presionando a los trabajadores del Festival de Cine de La Habana porque no querían poner la película. Me pongo en contacto con una persona que antes trabajaba en el Ministerio y me cuenta lo que está pasando. Del nivel más alto del Ministerio de Cultura están negados a que Vicenta B se vea en la isla”.

“A pocos días de empezar el evento”, prosiguió Lechuga, “teniendo un tiempo largo antes para avisarnos, la propuesta de Cuba es sacar la película de la competencia, quitarle pases, ponerle solo dos pases en el cine Acapulco. Rebajar nuestra película. A una semana de empezar el Festival nos dicen que la única cosa que les han permitido hacer es eso. O sea, no es una decisión del Festival, no es una decisión artística. Es una orden policial. A mí no me interesa para nada la competencia […] Pero no puedo aceptar una negociación tomada por los policías mafiosos del país. Por eso nuestro equipo ha decidido no aceptar esas migajas. Esperamos que nuestra película sea tratada como el resto de obras. Si no es así, nos vemos en la necesidad de retirarla. Por respeto a nosotros y a los que trabajaron en ella”.

Varios medios de prensa se han hecho eco de las declaraciones del cineasta, y han tenido a bien volver a denunciar la práctica continua de la censura en Cuba. En un año en que el Festival de Cine de La Habana rinde homenaje a Nicolás Guillén Landrián, un creador de vanguardia que sufrió el ostracismo, el silenciamiento de su experimental y revolucionadora obra, y en general las represalias del régimen cubano, las autoridades de la isla suman otro capítulo a su historial de censuras.

Desde su estreno en el Festival de Cine de Toronto, Vicenta B viene disfrutando de éxito internacional. Su paso por prestigiosos eventos como los festivales de Biarritz, San Sebastián, Chicago y Ceará, donde ha sido celebrada por crítica y público, así lo demuestra. Como sucedió antes con las películas de Guillén Landrián, esperemos que no tengan que pasar décadas para disfrutar en los cines cubanos las de Carlos Lechuga.

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