Concierto de Chérif Soumano y Rolando Luna en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana (FOTO Lilien Trujillo)
Concierto de Chérif Soumano y Rolando Luna en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana (FOTO Lilien Trujillo)

Con el espíritu y los sonidos ancestrales del corazón del Manden Kurufa, abrió la noche en el Teatro del Museo Nacional de Bellas Artes. Chérif Soumano ha viajado desde París a La Habana para encontrarse en el escenario con Rolando Luna, en el marco del Festival Habana Clásica. Piano y kora sobre el tabloncillo despliegan los colores del tiempo y la historia. De un lado a otro del océano, el lenguaje musical comienza a urdir el camino de la improvisación.

El artista africano visita por primera vez la ciudad y va vestido de azul, con los atuendos típicos de su país y el encanto de la kora, uno de los instrumentos hechos a mano más sofisticados del mundo. También conocida como arpa mandinga, este cordófono trae consigo un manojo de siglos en el abrazo de los griots o jelis, consejeros y guardianes de las tradiciones de Malí, que han transmitido sabiduría de una generación a otra.

Después de presenciar la actividad en el proyecto La Manigua con Grégoire Maret, y el concierto del día anterior, se despertó mi curiosidad por aquel instrumento, que según el artista maliense era una calabaza que había “venido del agua”. Fue así que logramos encontrarnos una mañana en Estudio Mendieta, en la casa de Lorenzo Suárez, productor general del evento y consejero cultural de la Embajada de Suiza en Cuba.

Habana Clásica es un festival internacional, con un lustro de existencia, bajo la dirección artística de Marcos Madrigal, cuenta con el respaldo y la gestión financiera-operativa del Fondo de Arte Joven (FAJ), plataforma cultural de la Cooperación Suiza (Cosude), que es donante líder desde la IV edición. Además, tiene el apoyo de la Asociación Cultural Habana Clásica y la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

La participación de Chérif en el evento se hace posible gracias al apoyo de la Unesco y del FAJ, este último, en su propósito de convertir utopías en arte, impulsa el encuentro de la creación cubana emergente con distinguidas figuras del panorama artístico internacional, propiciando puentes culturales y mixturas entre lenguajes musicales de latitudes poco conocidas en el contexto cubano.

Las pocas veces que pude intercambiar palabras con Chérif, bastaron para ganar la impresión de que estaba delante de una persona para quien la vida merecía la ceremonia del júbilo. Entre música y jocosidad también trascurrió nuestra conversación. Mientras desayunábamos, Lorenzo traducía gentilmente entre el español y el francés. Al fondo, en el salón del piano, ensayaban Marcos Madrigal y Jona Venturi.

En varias ocasiones has dicho que tu abuelo paterno, percusionista de doum doum, ejerció una importante influencia en tu carrera musical. ¿Cómo inició tu relación con los sonidos?

Provengo de una familia de griots, de ellos se dice en la sociedad de África Occidental que son la biblioteca y la memoria del pueblo. La música viene de ellos. Yo soy de Kita, en la primera región al sur de Malí. Pertenezco a la duodécima generación de griots. La música ha estado siempre en la familia, en nuestra sangre, crecemos con ella. No escribimos nada, todo se transmite de padres a hijos por medio de la tradición oral. Es casi como un destino. El amor por la kora surgió así, de forma espontánea. Desde que era niño me sentí atraído por este instrumento. No sabría decirte el momento exacto ni la razón. Se puede amar sin motivo.

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Concierto de Chérif Soumano y Rolando Luna en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana (FOTO Lilien Trujillo)
Concierto de Chérif Soumano y Rolando Luna en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana (FOTO Lilien Trujillo)

Eres el segundo músico de Malí que he conocido. ¿En este sentido, la kora es un instrumento preferiblemente para hombres o es común encontrar también koristas mujeres?

En los últimos tiempos las mujeres se han integrado, existen mujeres koristas, muy jóvenes, pero antes era diferente. No es que constase una regla que lo prohibiese, pero como práctica social no era lo usual. Por lo general eran los hombres quienes se dedicaban a tocar, el padre le trasmitía al hijo la pasión por el instrumento.

Eres continuador de una larga tradición de músicos, me comentaste el otro día que aprendiste mucho de la observación de la técnica de Toumani Diabaté y Ballaké Sissoko.

Son nuestros maestros y puntos de referencia, la generación más respetada. En varias ocasiones he tenido la oportunidad de tocar con ellos. En África es muy simple, te interesa algo, lo sigues y “te agarras” como puedes. Existen reglas, por supuesto, como en todo contexto y toda profesión, pero es un proceso más bien orgánico.

¿Qué tipo de reglas?

En el caso de la kora debes “casarte” con el instrumento. La kora para nosotros es un instrumento femenino. No sabría cómo explicarte este vínculo. Tiene mucho de ritual y de energía. Es una tradición antigua. No puedes tocar la kora sin estar casado con ella.

¿Existe algún tipo de ceremonia para este “casamiento”?

Debes ir a ver a un maestro del instrumento, entregarle diez nueces de cola y quinientos francos CFA (que equivalen a menos de un euro). Cuando quieres casarte con una mujer también debes llevar estas nueces para pedir su mano. Es un gesto sagrado en nuestra cultura en Malí. Los bautizos, las bodas, todo aquel acto que conlleva vínculo requiere nueces, es una forma simbólica de consumar la unión. Antiguamente los viejos comían de esa nuez. Se cree que cuando comen de esa nuez no mienten. Las rayas, el color, el tamaño y las marcas de la nuez se deben interpretar, pero solo los ancianos saben leer lo que debe hacerse. Este ritual es un símbolo de tu compromiso y sinceridad en relación con el instrumento.

¿Este instrumento con el cual has consumado un matrimonio debe acompañarte en tu carrera o puedes sustituirlo?

Nos casamos con el símbolo del instrumento, o sea, el acto de tocar kora. Puedes cambiar el instrumento, por supuesto, pero ningún korista de verdad se deshace de su kora, lo que hace es conservarla o donarla a otra persona. Si yo te regalo una kora significa que nuestra relación no tiene límites, es decir, no se le regala a cualquier persona.

Concierto de Chérif Soumano y Rolando Luna en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana (FOTO Lilien Trujillo)
Concierto de Chérif Soumano y Rolando Luna en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana (FOTO Lilien Trujillo)

¿Cómo obtuviste tu primera kora?

En el modo tradicional debes encontrar a un maestro, y este debe aceptarte como discípulo. Durante tres años deberías solamente marcar el ritmo de lo que él toca, hacer de metrónomo con un pedazo de metal hasta que, pasado ese período, puedas tocar ya la kora. Hoy el mundo ha cambiado, tenemos prisa, hemos perdido la paciencia para muchas cosas. Mi generación muchas veces corta la tradición y simplemente vamos y compramos una kora. Antes, cuando el maestro consideraba que estabas listo, cuando quería liberarte, te daba una kora, y esa kora se fabricaba el día de la entrega. La vaca se sacrifica ese mismo día: se saca la piel, se curte, se monta la calabaza, en círculo se pone la kora dentro. Se realiza una ceremonia: aquí se convida a una mujer virgen para que dé vueltas alrededor del círculo. Ella jurará en nombre de su virginidad sobre el instrumento. Es una forma de garantizar la integridad del instrumento, y que este no te vaya a traicionar, tal y como esta muchacha nunca traicionó su virtud.

Me recuerda ciertos rituales afrocubanos.

Los koristas en el pasado no dormían en la misma habitación que su instrumento. Colocaban la kora debajo del árbol para que no se “ensuciara”, digamos en el sentido espiritual, como si fuese una virgen que deben cuidar.

Un instrumento sagrado. ¿Siempre ha tenido 21 cuerdas?

No te voy a contar la historia porque es demasiado larga, pero tenía veintidós cuerdas en el pasado.

Actualmente vives en París, imagino que este contexto fue propicio para una mezcla de influencias y sonoridades, sobre todo con la música occidental. ¿Qué te impulsó hasta las instancias francesas?

Partí directo a París, era muy joven, pero no te voy a revelar jamás mi edad. Al principio fui por una gira. Hice eso durante años. Tenía muchos conciertos. Poco a poco me fui quedando en Francia por diversos motivos, no solo profesionales.

Has incursionado en el jazz. ¿Cómo manejas el abanico de posibilidades sonoras, también conservando los modos y prácticas tradicionales?

Depende de cómo veas la música. La base es lo fundamental, debemos pasar por ahí. Luego depende de cómo veas el futuro de la música. Cuando estaba en Bámako, todos los extranjeros que venían de Francia y otros países, tenían curiosidad por la kora y el aprendizaje de su técnica. Entonces, se interesaron en mi música, porque como yo había tenido ya otros contactos, hacía muchas fusiones cuando interpretaba y eso generó una mayor atracción hacia mi trabajo. Por ejemplo, a veces uso un pedal para tocar. Me han criticado mucho por eso, porque creen que interfiere con el sonido natural del instrumento, pero los tiempos cambian, hay que experimentar.

He visto que no usas partituras cuando tocas. ¿Todo es improvisación o lo haces a memoria?

Todo a memoria. Nunca aprendí a leer partituras. He tocado con muchos estilos y agrupaciones, mezclas muy interesantes. Aunque toque con jazzistas que usan esquemas armónicos, los memorizo. No sé leer.

¿Te interesa transmitir la metodología de la kora? ¿Has trabajado como profesor?

Durante un buen tiempo impartí clases de kora en París, tanto a niños como adultos, franceses y de otras latitudes, pero ya no dispongo de tanto tiempo para ello, tengo muchos compromisos profesionales y prefiero dedicarme por completo a la interpretación. Eso sí, existen muchas personas interesadas por el instrumento, incluso viajan a Malí para aprender a tocarlo. Han surgido asociaciones, residencias académicas. Actualmente hay muy buenos koristas en Francia y en Suiza. Es una tradición que se está globalizando.

El otro día dijiste que la kora “vino del agua”.

Son temas muy importantes, historias viscerales de nuestra tradición. Conozco la historia, pero no la recuerdo con exactitud, tengo imprecisiones, prefiero dejársela a los ancianos.

Entiendo. ¿Esta tradición se acompaña de algún tipo de canto?

Sí, hay un conjunto de instrumentos que componen la música tradicional maliense: entre ellos el balafón (que es un tipo de xilófono), bolon (el contrabajo de tres cuerdas africano), y el n’goni, del cual existen diversas variantes: por ejemplo, el kameln’goni (que solo es tocado por jóvenes), el donso n’goni (el de los cazadores), y el canto.

¿Ese canto tiene relación con la poesía oral?

Sí, es así, depende de la ceremonia. Las temáticas son diversas, dialogan sobre el amor, los consejos para la vida. En los entierros en Malí no se toca, al contrario de otros países africanos donde la fiesta más importante es la sepultura, la puerta por la que entras al mundo de los ancestros.

La kora es un poco fascinante. ¿Pudiéramos decir que es el corazón de la música de Malí?

Bueno, es muy importante, pero también existen otros instrumentos. Eso sí, tiene un misterio especial.

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