El pintor y escultor Fernando Botero (1932-2023), acaso el artista más importante en la historia de Colombia, murió a los 91 años este viernes 15 de septiembre en el principado de Mónaco, donde se encontraba convaleciente de una neumonía por la que antes había sido hospitalizado.
Célebre por una imaginería visual poblada de personajes tersos, coloridos y voluminosos, Botero –cuyos cuadros y esculturas se exhiben en los más prestigiosos museos y galerías internacionales, así como en calles y plazas de ciudades como Florencia, Roma, Londres, París, o Madrid– se ha ido de este mundo poco más de cuatro meses después que su esposa, la artista griega (nacionalizada colombiana) Sophia Vari (1940-2023).
La noticia del deceso de Botero fue confirmada en primer lugar por el periodista Julio Sánchez Cristo, de W Radio, quien señaló que el pintor había optado para continuar con su recuperación por “la tranquilidad de su casa”.
“La partida de Sophia deterioró mucho su salud. Mi papá ya llevaba muchos años con un párkinson terrible, pero hasta el último día de su vida continuó pintando”, dijo a W Radio Lina Botero Zea, hija del creador antioqueño.
En una entrevista con El País de España, Botero se ufanaba: “Soy el pintor vivo que más ha expuesto en el mundo. Hasta los niños chicos reconocen un «botero»”.
También reflexionaba entonces sobre su arte: “El arte debe producir placer, cierta tendencia a un sentimiento positivo. Pero yo he pintado cosas dramáticas. Siempre he buscado coherencia, estética, pero he pintado la violencia, la tortura, la pasión de Cristo… Hay un placer distinto en la pintura dramática, la pintura misma. El gozo mayor de la pintura, la belleza, no pone a reñir lo dramático y lo placentero”.
Las obras de Botero han llegado a subastarse por millones de dólares: Hombre a caballo (escultura; 4.3 millones en Christie’s); Adán y Eva (2.9 millones); Los músicos y Cuatro músicos (2.1 millones); Una familia (1.4 millones); Mujer con guitarra (un millón)…
Este viernes, medios internacionales destacan los orígenes humildes del artista, quien fuera aprendiz de torero y comenzó su carrera, a fines de los cuarenta, como ilustrador del periódico El Colombiano.
Habitante de México, Nueva York, París o Mónaco, Fernando Botero transitó la ruta de la universalidad –y, de hecho, la fama– sin renunciar a la cosmovisión y las obsesiones fraguadas en su Medellín natal.
Cuando en 1995 una escultura suya, que representaba a la paloma de la paz (Pájaro), fue dinamitada en la violenta Medellín (con un saldo de 26 muertos y más de un centenar de heridos), Botero se negó a restituir la imagen desfigurada que quedó como un contramonumento (ahora denominado Pájaro herido) “a la imbecilidad y a la criminalidad del país”. Luego donaría una escultura similar titulada Pájaro de la paz, que fue emplazada junto a la anterior.
Su compromiso ético con la paz en el mundo también se manifestó elocuentemente en la serie de obras sobre las torturas del ejército estadounidense contra prisioneros de guerra en Abu Ghraib, Irak.
Hace solo un par de semanas fue clausurada en Valencia, España, la exposición Fernando Botero. Sensualidad y melancolía, una gran retrospectiva que recorrió siete décadas de trabajo.
La curaduría de esa muestra destacó la persistencia del artista en el arte figurativo a contracorriente de las principales tendencias que marcaron la época en que se formaba, como la action painting o el informalismo.
|
Colabora con nuestro trabajo Somos una asociación civil de carácter no lucrativo, que tiene por objeto principal la promoción y fomento educativo, cultural y artístico. En Rialta nos esforzamos por trabajar con el mayor rigor profesional en la gestión, procesamiento, edición y publicación de los contenidos y la información. Todos nuestros contenidos web son de acceso libre y gratuito. Cualquier contribución es muy valiosa para nuestro futuro. ¿Quieres (y puedes) apoyarnos? Da clic aquí. ¿Tienes otras ideas para ayudarnos? Escríbenos al correo [email protected]. |
