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Elena Molina, Orlando Luis Pardo Lazo, Jorge Enrique Lage y Ahmel Echevarría en La Habana de finales de los 2000

El primer número del e-zine The Revolution Evening Post (TREP) apareció un día en la bandeja de entrada de mi correo electrónico de terminación “fayl.uh.cu” a principios de 2007, cuando estudiaba en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. No tengo muy claro si fue la primera de las publicaciones independientes de los años cero que me llegó por esa época sin pedirlo –también hubo números de Cacharro(s), Desliz, 33 y 1/3, algunos posts de Generación Y, las entradas de “La lengua suelta”–, pero sí que la descargué y la guardé, probablemente en un disquete de 3 y medio, sin saber muy bien qué implicaciones podían tener aquellos archivos PDF más bien raros de menos de 1 MB. Raros –entonces, claro–, por esa mezcolanza de textos cortos que hablaban de post-revolution y el vomitivo NTV, recortes de Playboy y South Park, imágenes gore, porno, cuentos delirantes, escritores cubanos desconocidos (léase: anatemizados). Raros, porque nada tenía que ver con programas de clase, cursos, ni con la gente nueva que empezaba a conocer por aquí y por allá. Todo lo humano me era ajeno.

Es muy probable que por TREP leyera las primeras cosas de Roberto Bolaño y Enrique Vila-Matas –incluso, de Rafael Rojas–, y que me enterara de aquella lista de Bogotá 39. Por TREP supe que se andaba inventando una así llamada “generación cero”, y que algunos de los que vería después por la calle 23 o en el vestíbulo de la FAyL del brazo de Jamila Medina o a las afueras de la Casa de las Américas, en la esquina de 3ª y G, estaban detrás de “aquello”. Por TREP conocí los nombres de Orlando Luis Pardo Lazo, de Ahmel Echevarría y de Jorge Enrique Lage, que se anunciaban en las portadas como “staff”, cuando ya ganaban premios o por el mismo tiempo en que empezaban a hacerlo, pero definitivamente antes de que el primero fuera declarado enemigo público y bestia negra del régimen. Algo de toda esa épica juvenil reaparece ahora en esta entrevista con Orlando Luis Pardo Lazo. Le he enviado algunas preguntas sobre el episodio TREP y sus incidentales de época. Sus respuestas parecen la despedida de una generación, un adiós a las almas de los años cero.

TREP son las siglas de The Revolution Evening Post, nombre en inglés que alude al célebre magazine estadounidense, pero con esa tara incrustada en medio que nos persigue a todos los de nuestra generación sin haberla elegido: la dichosa Revolución. ¿En el nombre está la cosa? Cuéntame de ello, quién lo eligió, cuál es el mensaje que querían pasar con esa elección.

Como todo lo que ocurría en el campo cultural cubano mientras yo estaba en Cuba, quiero recordar que el nombre de la revista lo elegí yo.

Mi padre tenía una colección medio clandestina y medio arqueológica de la revista yanqui The Saturday Evening Post. Aquellos papeles tecnicolores de los años cincuenta marcaron para siempre mi xenofilia. Había una vida mejor en alguna otra parte, en otra lengua. El castrismo tenía límites. A la Revolución podía vérsele desde afuera estando en su interior.

Por eso la revista nació apátrida. Quería escapar de las concepciones castradas y acaso castrenses de lo que debe ser una revista de literatura en Cuba. Queríamos ser la peor revista del idioma, en un sentido. Que los filólogos nos tuvieran fobia. Maniobrar a ras de la tangente, patinar por las superficies, sin esencialismos estéticos de ningún tipo. Ser una revista cubana que naciera haciendo dejación de la literatura cubana. Los autores cubanos podían irse con su autoridad a otra parte.

Nada. Devenir un gueto, un búnker, una caries cultural. Pero sin cometer boutades. Ser niños, sí. Estar infantilizados, no. Y, por supuesto, había que ilustrar la revista con cualquier cosa, menos con arte. Cubiertas de revistas, utensilios amateur de Microsoft Word, y muchas, muchas ganas de provocar un acontecimiento vital, que nos despertara a nosotros mismos de la bobaliconada que es toda barbarie.

En esa ajenidad y desmarque de lo local-nacional, uno esperaría que TREP se desentendiera de Cuba, pero no, hay una presencia muy fuerte de la realidad cubana, de la propaganda de los medios, lo soso y lo loco de las revistas de la UNEAC, de la mortandad oficialista, la doble cara del parque temático castrista, y el hastío con ganas, la molestia, el encabronamiento de una joven generación. ¿En TREP hubo una voluntad explícita de destejer, de destruir incluso, “el peso de la isla”?

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Yo me encargué de que Jorge Enrique Lage y Ahmel Echevarría no pudieran destejer nada. Yo enfermé de Isla a esos dos electrones libres y antípodas.

Éramos amigos del alma, con una fidelidad donde el fidelismo no tenía cabida. Nos queríamos y así sobrevivimos al desierto. No hay nada que tenga más peso que la impesantez. Amábamos a Cuba secretamente. De allí no nos hemos movido ni un ápice, aunque los tres estemos pagando las consecuencias. Yo, en el exilio de los energúmenos Estados Unidos. Y Lage y Ahmel, todavía atrapados en el vaciamiento que se ha comido a la patria por una pata.

Teníamos vocación fundacional. En el año 2007, Ahmel, Lage y yo debimos ser el futuro de Cuba. En la práctica, tuvimos que pasar el batón a otros que a su vez tendrían que pasar el batón a otros que ni siquiera lo cogieron.

TREP trató de hacer comunidad, de mirar con sorna y lucidez, de acopiar un toque de humanidad en las relaciones entre escritores, donde ningún premio ni viaje pudiera corromper nuestros corazones.

Esa victoria sí se la arrebatamos a la UNEAC y al MINCULT y al ICL y demás siglas. Nadie delató a nadie. Sabíamos que nuestro encuentro era para siempre. Nos encantaba reunirnos a editar la revista y mirarnos las caras. Estábamos en casa. Le dimos una lección al resto de los cubanos: en la década de los años cero o dos mil nada, tres cubanos creyeron en sí mismos en La Habana.

Nunca sentí lo mismo después como disidente, cuando tenía que cuidarme más de la disidencia que del G-2.

Hay, en las páginas de la revista, pocos escritores cubanos –además de ustedes, casi ninguno–, y los que hay, son escritores en pleno ejercicio, más que en forma, “en activo”, publicando. O sea, TREP no tuvo espacio o no le hizo espacio al homenaje, a la tradición. Sorprenden, sin embargo, en medio de este escenario posmoderno de eterno presente, unos cuentos de Carlos Montenegro, de Guillermo Rosales, y ―más extraño aún― una rareza exquisita: el periodista, novelista, humorista Miguel de Marcos, lenguaraz figura de la República, columnista de Diario de la Marina… ¿Cómo explicas este trío en TREP?

 Milagros de la arqueología emocional. Sombras nada más, entre tu revista y la mía.

Y eso que te faltó mencionar a Máximo Gómez, que se quedó en la galerada del índice del episodio 9 ―de pronto ahora ya casi mítico, como la jirafa del zoológico de 26―, con un fragmento de sus memorias tituladas El viejo Eduá, sobre aquel negro liberto desamparado, abandonado de todos, menos de Dios, que muy triste dejó a su mujer y dos hijitos para después consolarse con la guerra de Cuba: qué guerra aquella, caballeros, pero qué guerra. Tan llena de grandes pequeñeces y de pequeñeces asombrosas por su grandeza.

Así son todas, asere.

Se puede decir que TREP es la revista de tres: Orlando Luis Pardo, Jorge Enrique Lage, Ahmel Echevarría. ¿Cómo llegan a conocerse y cómo a inventarse una publicación?

 La clave está en Jorge Alberto Aguiar Díaz (JAAD), el autor del libro de cuentos Adiós a las almas (Letras Cubanas, 2002).

JAAD: jovial aunque a veces deprimido; jodido aunque a veces descojonado (perdóname el punto y coma, un signo ortográfico que no existe). Él hizo decenas de talleres literarios primero y después clínicas-laboratorios de escritura creativa, lo mismo en una casa de la cultura en ruinas que en las gradas rigurosamente vigiladas del Estadio Latinoamericano.

Nos conocimos en esos espacios, como novios sin novias buscando an-sio-sa-men-te una cámara o respiradero para uso de tres. Enseguida tuvimos una colisión afectiva. Estamos hablando del 2000. Se nos venían encima los años cero, la segunda década de los noventa (por ahí debe de haber quedado el borrador de mi no-vela La década doble), y acompañarnos literariamente nos salvó literalmente el alma.

Elián González ya había sido secuestrado de vuelta a Cuba y lo habían convertido en un guiñapo (asumo que, como compensación, se exilió la familia de Hanser, aquel amiguito negro que le guardaba a Elián su pupitre en el aula, de quien nunca más supimos nada en la TVC). Eran los años de las Tribunas Abiertas al por mayor. Los Cinco Héroes iban a volver cada mañana de sábado y eventualmente volvieron (te lo prometió Fidel y Obama te lo cumplió). Castro comenzó a colapsar antes del colapso del castrismo. Y nosotros nos concentrábamos en cómo dar un testimonio moderno de todo aquel aquelarre, en cómo narrarlo como si nos estuviera ocurriendo por primera vez. Como si todo fuera nuevo bajo el socialismo.

Cuando ya los tres habíamos publicado varios libritos, y ganado concursos y dinerito, y habíamos sido jurados y teníamos carnecitos y demás capturas simbólicas, entonces nos dimos las manos para hacer algo en comunión. Acuchillar el camping cultural cubano con una suerte de revista Orígenes digital que naciera convencida, a la usanza de Ciclón, de que no hubo tal origen ni habría destino tal.

Fue lo más fácil del mundo. Lo sigue siendo. Basta con sentarse ante la computadora o ir al liceo con la compulsión de meterle un ladrillazo por la cabeza al dueto tan bien afinadito de Cultura y Estado.

En literatura, no hay lenguaje que no sea un ladrillazo. Eso lo ignoran la mayoría de los escritores cubanos. Y la mayoría de los cubanos.

Ahmel Echevarria Orlando Luis Pardo Lazo Alberto Garrandes y Jorge Enrique Lage junto a dos amigas en La Habana | Rialta
Ahmel Echevarría, Orlando Luis Pardo Lazo, Alberto Garrandés y Jorge Enrique Lage junto a dos amigas en La Habana de finales de los 2000

Con el tiempo a nuestro favor, qué crees que aportó cada uno de ustedes a la publicación. Y, hagamos el enroque, qué crees que conserva cada uno de ustedes de aquellos más jóvenes que preparaban la revista.

La vida que no perdimos en La Habana no la hemos perdido tampoco en ninguna otra parte. Cada cual aportó su residencia tangente sobre la Tierra. Nosotros, los de entonces, todavía seguimos siendo los mismos. La única diferencia ahora es que no los veré morir.

Hablemos del tema tecnológico, en Cuba el acceso a Internet estaba en las instituciones y oficinas del gobierno que tenía sus servidores en algún lado off-shore. Colgar una revista en la web y hacerla accesible a los lectores por esta vía era entonces todavía una utopía, realizable, pero aún utopía. ¿Siempre pensaron TREP como un documento off-line? ¿Siempre se hizo off-line, se pensó off-line, se movió off-line?

Se distribuía por email, gracias a que el peso digital de la revista en PDF era de medio mega (por entonces esa cifra era una enormidad insular). Pero tuvimos un blog y todo (cuyo enlace fue hackeado hasta el día de hoy), y que nació un tin antes del boom blogamericano en Cuba (por cierto, nuestra anterior revista Cacharro(s) ya había tenido un blog un quinquenio antes, aunque eso Yoani Sánchez nunca lo supo).

Usábamos las cuentas estatales de Internet asignadas a ciertos periodistas que trabajaban para el Estado, como Azucena Plasencia (veterana de Bohemia). Nos colábamos en los búnkeres de la izquierda internacional, como el museíto chilenazi que hay en la calle 13 del Vedado, o en la franquicia eurofranquista del Centro Cultural de España, donde pululaba, por ejemplo, Lord Albert van Garrandés. También nos conectábamos desde el corazón del Grupo de Análisis del Instituto Cubano del Libro, de espaldas a Iroel Sánchez.

En fin, que infiltramos a la institucionalidad, haciéndonos invisibles. Allí donde hubiera un cable con Internet en La Habana, desde allí se enviaba o se colgaba TREP: una operación de trepanación.

Ya ves, el totalitarismo no tiene afuera. Nuestro PDF de posvanguardia, que acaso sea la mejor revista acubana del siglo XXI, nació gracias a la Internet castrista y la Intranet castrada. Veníamos de todas partes y hacia todas partes íbamos. Arte éramos en el desastre.

TREP cuenta con uno de los diseños más incómodos, heterodoxos, en términos editoriales, entre las revistas digitales de los 2000, y a la vez marcadamente provocador y atractivo. De donde sale ese gusto por la visualidad pop, esa idea de la apropiación y el decoupage que tan bien se integra al diseño de la revista. ¿Quién la diseñó? ¿Ustedes mismos?

La propensión pop es de Lage. Yo ni siquiera sé qué es el pop. Asocio la palabra pop con la cartelera de Cacey Kasem, que un grupo de forajidos copiábamos de manera clandestina de la FM de la Florida, un minuto antes de la caída del comunismo.

La mecánica de pegar cositas en recuadros de texto (pues TREP se diseñaba 100% en Microsoft Word) es de Ahmel, que más que escritor es un ingeniero mecánico que se ha clavado en el talón de Alpidio del MINCULT.

Y el ogro oscuro de todo aquel #OccupyCuba o tal vez mehr licht, brother, mehr licht era, por supuesto, yo.

A veces nos mirábamos los tres, en silencio, en el cuartel general de Paraíso Pakistán (que era el apartamento de Ahmel en Alta Habana, cuando su madre fue enviada como personal médico a Pakistán: otra vez, sin castrismo no habría cultura cubana), y, al darnos cuenta de que no sabíamos lo que estábamos haciendo, entonces yo les recordaba a mis subordinados: “La madre del primero que llame a un diseñador”.

Y así mismo se quedaba el diseño. A lo como quiera que quedara. Había que joderse, veinte años antes del Efecto Otaola.

Portada de ‘The Revolution Evening Post episodio 6 | Rialta
Portada de ‘The Revolution Evening Post’, episodio 6

Siempre se cuenta una investigación o un viaje, decía Piglia ―uno de sus habituales en TREP―. Y ustedes contaban el desvarío, la frustración, la distopía, la incomodidad, la pesadilla, el desastre, el chiste. Pero siempre contando, narrando, incluso en los textos ensayísticos que reproducían o escribían, donde lo que se pensaba, lo que se trataba, se desvirtuaba o enrolaba con la no-ficción, la pseudocrónica, la autobiografía de dudosa pertenencia, el post de redes sociales, o el falso post, pero siempre narrando: pocos poetas o acaso ninguno en la alineación. En la República TREP, los poetas han sido expulsados. ¿Fue cosa de simple predilección por lo que ustedes más hacían: narradores los tres? ¿Fue una elección de registro para decir lo que querían decir?

¿Es posible escribir poesía después de Fidel?

Proscribir la poesía era más que pertinente. Y fue una decisión hiperconsciente de aquellos tres ungidos por la prosa. De repente, no entendíamos qué sentido tenía escribir en renglones cortados. A esas alturas de una historia sin histología, todo verso nos sabía a versículo bíblico: aleyas para alimentar anormalidades.

El poeta tiene que prescindir de esa pataleta de profetas que es fijar un sentido o un sentimiento como si se tratara de un tótem sacro. Si los poetas tienen algo que decir, que lo digan tal cual. Pero si tienen que dar ENTER y TAB cada tres sílabas, entonces en TREP no los queremos, no los necesitamos.

Ok, ya lo dijo Volpi (por cierto, al parecer demasiado mainstream para el gusto de TREP): todos queremos a Bolaño. Y ustedes no eran la excepción. Bolaño está en el epígrafe-estampilla de la revista, ese inicio de Los detectives salvajes. De Bolaño hay cuentos, su “Exilio y literatura”, una entrevista. TREP inoculó en La Habana a Bolaño antes o por el mismo tiempo que llegaba en la edición de Monte Ávila ―ya viciada por los trueques del ALBA―, antes o en el tiempo en que Padura lo empieza a mencionar bajándose del avión, o que nosotros lo lleváramos en la mochila a la beca.

Bolaño, tan lindo. El primero que nos enseñó a pensar. El que nos enseñó primero en pensar.

Roberto Bolaño se había acabado de morir, poco después de la Primavera Negra del 2003. Y todos éramos un pocos sus viudas, sus Damas de Blanco. A mí en lo personal solo me interesan sus cuentos, además de artículos, entrevistas, ensayos. No su novelística. Perdónenme, y pueden quitar esta línea si les da prurito de peritos, pero ninguna novelística tiene razón de ser.

P. D.: ¿Están seguro de que en The Revolution Evening Post no publicamos a Jorge Volpi? A tus archivos tal vez le falte algún número.

Si Bolaño es una historia en TREP, Chile, Argentina, México, Perú, o mejor, la narrativa latinoamericana de 2007, varios nombres de Bogotá 39 o no: Bisama, Garcés, Zambra, Roncagliolo, Fresán, Lemus, Yépez, arbolan la revista. ¿Había una intención deliberada de conectarse con los escritores jóvenes de América Latina? ¿Participaban del discurso generacional de la lista de Bogotá?: ¿la escalada antiboom, antiposboom, la atomización y macdonalización de la identidad latinoamericana, la autoafirmación de lo glocal, etc.?

Un poquito, sí, claro. Sin necesidad de incluir a Ena Lucía Portela, Karla Suárez o Wendy Guerra. The Revolution Evening Post era, también, una “revista para caballeros”.

En efecto, justo cuando en el mundo se desataba la cacería de escrotos escorias del #MeToo, en una islita caribe (en nuestra Antilla menor), tres cubanos sin Cuba aportaban su consuetudinaria cuota de misoginia. Solo que nuestro objetivo era apuntar al pubis de la Revolución cubana. Grab them by the Utopía y la Justicia Social. Nuestras tres tristes tesis al respecto bien pudieron ser:

La violadora es la Revolución.
La violadora es la Utopía.
La violadora es la Justicia Social.

Por lo demás, ya sabemos, no hay identidad que no sea fascismo. Ni hay fascismo que no sea fascinante. Mi doctorado en Literatura Comparada en la Universidad de Washington University de Saint Louis, Missouri, explora un poquito esa gravitación hacia lo grotesco que gozan los intelectuales del mundo libre.

Pero no recomiendo leer mi tesis, aunque sí descargarla, por favor (es gratis y me aporta rating para sobrevivir en la academia norteamierdicana). Háganse la idea de que el PDF de mi Ph.D. es el último episodio de The Revolution Evening Post, el número 9 que nunca salió). Para entender la tentación totalitaria de los extranjeros, basta con aquella fabulilla de Esopo en nuestra idílica infancia: la de las ranas en busca de un rey (Edipo Revo).

El sueño de la razón engendra marxismo-leninismo. Y Dios castiga ese tipo de gracia, a nivel individual y de organizaciones de masa. Cubanos que me escuchan, en verdad os digo: la izquierda más regicida es la más monárquica. Cuídate, Cuba, de tu propia Cuba.

Recuerdo que una vez fueron invitados a Casa de las Américas a una mesa sobre literatura chilena. En ese entonces todavía, y como suele suceder, TREP podía mencionarse en los espacios institucionales. Ustedes mismos ganaban premios. Cuéntame cómo fue esa relación con el oficialismo castrista, dónde más pudieron presentar la revista.

¿Invitados? No, gracias.

Allí estaba la yegua apocalípticamente amorosa de Pedro Lemebel, y fuimos en trío a tocarle la burka naranja a nuestro admirado comunista chileno. Le dije en su cara, en privado, que él sabía que Cuba era una tiranía y que, por favor, nos ayudara más.

Le gusté enseguida a Lemebel y él me gustó a mí. Debí de haberlo besado. Pero él solo me miró con su mirada de colibrí sobreviviente y me dijo: “Al carrito hay que empujarlo despacio hasta que seamos legión”.

No tengo idea de qué me quiso decir Pedro. Pero fue hermoso, muy hermoso, como todo en él. Todavía se me aguan los ojos al escribirlo.

Los tres TREP teníamos entonces un corazón de mujer: Ahmel con su melaza del alma emotiva, Lage con su pose de hombre de hojalata, y yo el plasma solar que combustionaba a la velocidad del verbo.

Y entonces, ¿en qué momento se jodió el Perú? ¿Cuándo empezaron a oler el azufre del verde olivo? ¿Cómo fue aquella cancelación en el foso de La Cabaña?

El Perú nació hecho puré. O prú.

Mi libro de cuentos Boring Home había ganado una mención en el Premio de Narrativa de la UNEAC en 2008. La editorial Letras Cubanas me lo pidió para publicarlo y Rogelio Riverón lo editó en el Instituto Cubano del Libro. Pregúntenle, pregúntenle. Lo mandaron a imprenta y muy probablemente lo imprimieron. Entonces comenzaron los mensajitos mediocres para domesticarme. Recaditos, no.

El chantaje era que yo tenía que parar de publicar en Penúltimos Días (de Ernesto Hernández Busto), Cubaencuentro (de Pablo Díaz y Antonio José Ponte, antes de que se lo robara la Seguridad del Estado) y Fogonero Emergente (el blog de JAAD). Me acusaron de pornografía con la bandera cubana y otros crímenes de lesa patrioticidad que con gusto acaté, incluso sin cometerlos.

Finalmente, echaron a rodar la bola de que yo estaba preso. Eduardo Heras León amenazó con darme un gaznatón en público. Pusieron en mi contra a amigos del alma, como el novelista LZJ, que aún vive en Cuba. Llamaron por teléfono a mi madre María Lazo Martínez (por entonces ella tenía 73 años) para anunciarle que “te vamos a despingar a tu hijo”. Y mandaron a extranjeros a espiarme con el pretexto de apoyar a la disidencia. O sea, me hicieron un disidente sin siquiera pedirme permiso.

El lunes 16 de febrero de 2009, tras anunciarlo a blog y platillo, fui a la Feria del Libro en el Castillo de La Cabaña, en la fecha y hora en que se suponía que se lanzaría Boring Home. De hecho, allí lanzamos una versión digital (en CD) y con algunas copias impresas. Los presentadores eran ―¡horror!― Yoani Sánchez y su esposo Reinaldo Escobar.

La presentación tuvo lugar gracias a la profusa presencia de la prensa extranjera. Si vamos a ser mercenarios, vamos a ser mercenarios sin misericordia.

Desde el inicio, estuvimos rodeados por una Brigada de Respuesta Rápida con palos, organizada por el entonces presidente del ICL, Iroel Sánchez, y el funcionario Fernando León Jacomino. El país invitado a la Feria era Chile, incluida Michelle Bachelet, pero, a pesar de mis reclamos, nadie movió un dedo en solidaridad conmigo: Pinochet vive en la intelectualidad de izquierda chilena y latinoamericana.

Los periodistas cubanos Yinett Polanco, Ernesto Pérez Chang y Jorge Ángel Hernández Pérez se ridiculizaron a sí mismos tratando de ridiculizarme en La Jiribilla (poco después lo haría Eduardo del Llano). Hoy andan todos medio exiliados.

A la postre, un mes después me citaron para una entrevista de cinco horas con el G-2 en una estación de policía de Lawton, donde el mayor del MININT Ariel García Pérez me amenazó con que me iban a romper el culo si yo caía en una cárcel cubana.

Fue así como la Revolución cubana me convirtió en una persona libre. Desde entonces nunca jamás he tenido que lidiar con su paripé de país. Boring Home luego se publicaría en Praga y en Caracas, pero ya sin penas ni glorias, pues es el castrismo lo que permite valorar a la literatura cubana.

En efecto, para limpiar el Perú de pericotes tendrían que lanzarnos unas bombitas y desaparecernos del mapa.

Imagen de la presentacion del libro Boring Home de Orlando Luis Pardo Lazo en zonas aledanas a la Feria del Libro de La Habana 2009 tras la censura del evento original | Rialta
Imagen de la presentación del libro ‘Boring Home’, de Orlando Luis Pardo Lazo, en zonas aledañas a la Feria del Libro de La Habana 2009 tras la censura del evento original

¿Cuándo se volvió insostenible hacer TREP? ¿Cuándo deciden dejar de hacer la revista?

No fue por censura política. Esa siempre estuvo, incluso antes de empezar. Fue por problemas sentimentales. Nos enamoramos de las mismas cubanas.

Nunca decidimos dejar de hacer la revista. The Revolution Evening Post fue quien nos abandonó a nosotros, dejándonos huérfanos y con parejas estables, casi hombres de familia. Y un hombre de familia no puede ser escritor. Se necesita no solo de la máquina célibe, sino de la promiscua, que son dos maneras de nombrar la misma desesperación de escritor. La familia es la muerte del Aleph.

Cuando no pudimos vernos en persona (por pudor), dejamos de editar la revista, pues se trataba de tener la experiencia de habitar en una sala de redacción del mundo libre, allí, en pleno campo de concentración en La Habana.

No íbamos a editar a distancia, por videollamadas o algo así. Por entonces no existían ni los teléfonos celulares. Es decir, cuando dejamos de ser personas presentes, The Revolution Evening Post se quedó sin sus tres lectores adánicos. Adiós, Ahmel. Adiós, Lage. Adiós, OLPL.

No se puede querer lo que no se puede tocar. Gracias por esta pregunta y por permitirnos el gesto cívico de una despedida, Rialta: do steal the nuts.

¿Hay un estilo, un tono por ahí, una inflexión TREP? No sé si recuerdas un artículo de Gelsys M. García que se publicó en Upsalón sobre las publicaciones digitales. Cuando Gelsys llega en su recorrido a la parte en que trata TREP, la sintaxis se vuelve tropelosa, se alargan las enumeraciones y se encogen las palabras, empiezan a saltar las onomatopeyas, los neologismos en inglés del mundo digital, los juegos de palabras, el coqueteo con el desvarío de varios de los textos de TREP; en fin, deliberadamente, el lenguaje se mimetiza. ¿Qué es eso: el efecto TREP?

Te recuerdo, Gelsys. La calle mojada, la sonrisa ancha, las estrellas de Camagüey en tu pelo parecen lágrimas de Madrid. TREP, por supuesto, fue siempre eros y nunca caritas. No hay nada más sexy que ese tart-t-tamudeo.

Pensando en Rialtas y en Upsalones, te cuento que en Paradiso está la mayor reserva de personajes imposibles de la literatura cubana: yo los bauticé como los eudoxios (te doy la primicia de acuñar el término). ¿Sabes de lo que te hablo?

En efecto, hay en ese libro demoniaco un generador de por lo menos veinte mil personajes salidos de la lujuria, la traición, la locura y la muerte. Pacientes fantasmas que, durante una década doble, se presentan puntualmente a una quijotesca clínica privada cubana, a la espera de un Cervantes prometido que sea capaz de curarlos. Léase, de recuperarlos (faketimología de recuperar: v. tr., devolverles el cuerpo perdido).

No puedo pensar en una idea más humanista que esta. Y nadie se ha dado cuenta. Mucho menos Lezama Lima. Parece que todo lo tengo que decir yo, soy el “Orlandito” real de las cartas en fase terminal del Maestro. No por gusto he visto cosas que ustedes, los cubanos, jamás creerían.

Hoy se habla de la Generación Cero, y todo el que haya tenido roce más o menos con la cosa literaria cubana sabe de qué se trata: lo indefinible, lo indefendible, el artrópodo, la merluza, la hiedra, la dispersión, la diáspora, lxs nombrxs. Pero en el momento que se hace TREP solo tú hablabas de Generación Cero. Para mí, el origen de eso que Walfrido Dorta ha llevado a la academia norteamericana y nosotros, siendo estudiantes llevábamos a las clases con Ana Cairo ―quien nos decía, sin asombro, “eso ya lo hacían las revistas del siglo XIX”―, está en TREP. ¿Cómo conectas TREP con la idea de la Generación Cero?

Quítame la x esa, por favor, ¿qué x de qué pxngx…? 🙂

En realidad, el término Generación Cero lo lancé casi por esas mismas fechas. Todo lo tuve que hacer en serie y en paralelo, a marcha redoblada, porque después del susto de 2006 no quería que Fidel Castro se me fuera a morir por segunda vez sin haberse enterado de nada.

La Generación Cero inicia su imprimátur con una entrevista de grupo para El Caimán Barbudo, hecha por Rafael Grillo y su heterónimo, Leopoldo Luis, en la Feria del Libro de La Habana de 2008 (el director de esa revista, otro Fidel ―Díaz― Castro, los maldijo siete veces siete por semejante desliz de política editorial).

The Revolution Evening Post fue el ademán aristocrático de élite, ejecutado por tres enciclopedistas con una estética de exclusión. La Generación Cero fue su reacción proletaria, un abrir la Bastilla a algunos bárbaros inventados: un gesto de mala lectura.

Luego, tal como pretendíamos, vino la vulgarización académica y periodística (incluida esta entrevista), la proliferación de datos que ni nosotros mismos recordamos, la conceptualización de los espejitos con que deslumbramos a la filología Made in LASA y, por supuesto, la aparición mitad paródica y mitad patética de los pobres Gilbertos Padillas del patio.

Me dio mucha tristeza la muerte de Ana Cairo (apenas intercambiamos un par de palabras en una de esas aulas de escuelita primaria de la Universidad de La Habana). Como me dio mucha tristeza la muerte de Ambrosio Fornet (el peor lector de la literatura cubana). Como me dio mucha tristeza la muerte de Enrique Saínz (yo le decía que él era el último de los hermanos Saíz). Como me dio mucha tristeza la muerte de Desiderio Navarro (“Desiderio, Desiderio, nosotros también tenemos criterio”, le gritamos en el 2007 afuera de Casa de las Américas durante la Guerrita de los eso mismo). Como me dio mucha tristeza la muerte de Pablo Armando Fernández (el mejor representante de lo que fue ser un intelectual revolucionario: de closet en closet, de la cuna a la cripta). Como me dio mucha tristeza la muerte de Fina García Marruz (casi me meten preso por revelar que el Premio Reina Sofía que ella se ganó en 2011 incluía 42 000 euros en metálico). Como me dio mucha tristeza la muerte de César López (era amante de un colega escritor que no cabió en ninguna antología). Como me dio mucha tristeza la muerte de Rafael Alcides (me quiso mucho y confiaba en mí, sin evidencias). Como me dio mucha tristeza la muerte de Georgina Herrera (justo después de hacer un podcast con su poesía, tuve que hacer otro podcast póstumo). Como me dio mucha tristeza la muerte de Sigfredo Ariel (nunca me la creí). Como me dio mucha tristeza la muerte de Bladimir Zamora (quien de tanto miedolor que sentía, me atacó en la internet como si yo fuera el que le estaba combustionando las vísceras). Como me dio mucha tristeza la muerte de Juan Carlos Flores (lo pusimos a morir entre todos). Cubanos buenos, cubanos deslumbrantes, cubanos del corazón que nunca claudica. Mis queridos contemporáneos del Archipiélago Cubag: où sont les neiges d’antan?

La próxima vez que vayas a hablar de la Generación Cero, di que su fundador y único miembro te dijo que estas muertes de exilio en la Isla son ahora mi verdadera generación cero.

Orlando Luis Pardo Lazo Ahmel Echevarria y Jorge Enrique Lage junto a una amiga en La Habana en el tiempo que hacian ‘The Revolution Evening Post | Rialta
Orlando Luis Pardo Lazo, Ahmel Echevarría y Jorge Enrique Lage junto a una amiga en La Habana en el tiempo que hacían ‘The Revolution Evening Post’

Cacharro(s), TREP, 33 y 1/3, Desliz, La Caja de la China¿Cómo valoras esa confluencia de apetitos, esa expansión de la visualidad y la literatura cubana en ese momento en que apenas emergía la blogósfera cubana, como empezaron a llamarle al espacio digital con aquella farsa de la Guerrita de los Emails. Ustedes estuvieron aquel día afuera de Casa de las Américas cuando no dejaron entrar a nadie al debate, ¿no?

―¿Guerrita? ―murmuró el Procurador de Judea, según el evangelio de Anatole France―, ¿de los Emails? Je ne me rappelle pas.

El Fogonero Emergente, Lunes de Post-Revolución (nombre que ahora reciclas para tu columna en Hypermedia Magazine), Voces, son todos blogs personales que vinieron después. ¿Fue una derivación natural tras la censura de TREP? ¿Qué cambia, además del paso de un proyecto grupal al unipersonal, de la revista al blog?

Una derivada y una integral. Todo resultaba tan natural, aunque el chasis conceptual cambiara. No nos íbamos a quedar callados. No nos iban a sobornar con un cargo, un premio, un viaje. En Cuba, muchos se vendían por una computadora o por la promesa de un Premio Nacional de Literatura (cuya importancia radica en que paga un chequecito mensual en moneda dura).

Pero yo, no. OLPL estaba como a la caza de su propia posta 3 del Cuartel Moncada: oteando por dónde aparentar un golpe de Estado a la cultura nacional. Provocar el cortocircuito de las cotorras, allí donde el pavorreal se aburría de luz en las tardes de la tiranía.

Yo bien sabía por entonces que no habría otra patria, ni otro siglo, ni otros hombres. Pero esa lucidez me hizo irradiante, intolerable, inmortal. Fue un error de la Seguridad del Estado no destruirme físicamente. Todavía están a tiempo de enmendarlo.

¿Cómo ves el panorama digital cubano de hoy: los medios, la prensa independiente, ese gran problema para el régimen de La Habana que es la libertad y el libertinaje de los espacios de la Internet?

Maravillado. Rejuvenecido ante mi primer medio siglo de vida. Mi edad creativa es hoy de veinticinco años. ¡Y todavía no he escrito nada!

Así que abróchense el cinturón de seguridad (del Estado) porque esto comienza ahora. De la guerra de todo el pueblo a la guerra de todos los píxeles. El amor está de este lado de la trinchera y es el amor quien ve. El castrismo, además de un exceso de confianza, es ceguera.

Miren bien, por favor, no se distraigan y presten atención a cada detalle de sus propias vidas. Quiéranse, cubanos. Sean nobles los unos con los otros, en público y en privado. Sean buenos porque sí. Sean verdaderos porque sí. Sean libres porque sí. La belleza caerá por su propio peso sobre todos, mientras no nos traicionemos a nosotros mismos. En la ternura no cabe el totalitarismo.

Por mi parte, dadme una palanca y moveré a la patria. Déjenme al régimen de La Habana a mí solito, que yo me encargo de su despedida de duelo.

Hoy por hoy veo a Cuba como un Varona en pleno 1933 (la nieve de los años va pasando por ósmosis de su bigote a mi barba). Sé que en el año 33 del siglo XXI yo también estaré llamado a ser una metáfora fósil para la liberación de Cuba. Así le fue anunciado a mi madre conmigo en brazos, al día siguiente de yo nacer en el mejor año para la cultura cubana jamás, 1971.

Cubanos, os he amado: ¡estad alertas!

Cubansummatum est.

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