Dos meses de festivales en EE.UU., Europa y América Latina para una película prohibida en Cuba

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Fotograma de ‘Corazón azul’ (2021); Miguel Coyula (IMAGEN Verkami)
Fotograma de ‘Corazón azul’ (2021); Miguel Coyula (IMAGEN Verkami)

Miguel Coyula está en Francia para presentar su largometraje Corazón azul (2021) en la edición 34 del Festival Cinélatino Rencontres de Toulouse, donde forma parte de la selección oficial dentro de la competencia de largometrajes de ficción.

La nueva producción del realizador independiente cubano, una de las voces más singulares del audiovisual de la isla en las pasadas dos décadas, a quien el cine cubano debe títulos como Memorias del desarrollo (2010) y Nadie (2017), fue exhibida el viernes 25 de marzo en la sala uno de la Cinemateca local, y tiene un segundo pase el martes 29 de abril en el mismo recinto. Allí la presentación correrá a cargo del destacado crítico e historiador del cine latinoamericano Paulo Antonio Paranaguá.

El encuentro de Toulouse, una de las vitrinas más destacadas para el cine latinoamericano en Francia, y que exhibe del 25 de marzo al 3 de abril 130 títulos de la región, es apenas una de las estaciones del recorrido internacional de Corazón azul.

Entre el 21 de abril y el 1 de mayo, la película de Coyula participará en el Chicago Latino Film Festival, una de las citas importantes del cine latinoamericano en los Estados Unidos. Justo en la misma fecha, también la incluye en su programación el Fantaspoa de Porto Alegre, Brasil, el mayor festival en América Latina dedicado exclusivamente a películas de género fantástico (fantasía, ciencia ficción, horror y thriller).

Por si no bastara, el exigente BAFICI (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente), organizado por el Ministerio de Cultura del Gobierno de la capital de Argentina, que tendrá lugar igualmente entre el 20 de abril y el 1 de mayo, cuenta en su cartelera con el título cubano.

No se trata de los únicos certámenes en el recorrido de Corazón azul, cuyo estreno mundial se produjo en abril de 2021 durante el Festival Internacional de Cine de Moscú. En octubre del propio año, luego de su estreno latinoamericano en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, México, ganó el Premio Jorge Cámara, auspiciado por la Hollywood Foreign Press Association (HFPA).

Allí el jurado decidió conceder dicho reconocimiento “por ser una obra disruptiva y personalísima que sólo puede existir en lenguaje cinematográfico”.

Corazón azul es un proyecto grabado a lo largo de diez años como una producción de cine guerrilla, sin solicitar permisos ni someterse a la consideración de las instituciones oficiales de la isla. Coyula hace su obra y reside en Cuba a pesar de que las autoridades culturales no la promueven, ni la exhiben en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

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No obstante, en diciembre último Corazón azul fue parte del programa del II Festival INSTAR, organizado por el independiente Instituto de Artivismo Hannah Arendt, dirigido por la artivista Tania Bruguera.

Fuera de eso, los espectadores cubanos sólo pueden tener acceso a la nueva película de Coyula gracias a las proyecciones con aforo limitado que este organiza los domingos en la sala de su propia casa.

La trama de Corazón azul es una extensión del universo bosquejado por el realizador en su largometraje Cucarachas rojas (2003) y desarrollado con posterioridad en su novela Mar rojo, mal azul, escrita en 1999 y publicada en 2013 por Pereza Editorial, en Miami.

Está ambientada en una Cuba postapocalíptica; sus protagonistas son sobrevivientes de un experimento genético impulsado por Fidel Castro para la creación del “hombre nuevo”. El relato, según el propio Coyula, sigue las peripecias de “una suerte de banda anarquista que empieza a desmantelar el propio sistema que los creó”.

“Mis películas no las proyectan en el Festival de la Habana (la única fue Memorias del desarrollo, fuera de competencia), y el Festival Internacional de Cine de Miami ha rechazado cada una de ellas, incluida Corazón azul. Donde mejor han funcionado es donde no existe una inversión emocional de espectadores que esperan confirmar sus creencias a través de una película. Por eso ha sido muy bueno poder compartir esta película fuera de Cuba, en un contexto universal”, afirmó el director en entrevista con el cineasta José Luis Aparicio.

“Comenzó con una experiencia de crowdfunding funesta en el sitio norteamericano Indiegogo”, relató sobre la fase de producción, que se extendió por una década. “Al recaudar el dinero, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos congeló los fondos por «violar el embargo». Después de la redada policial en una galería privada, para evitar la proyección de mi documental Nadie, todo cambió. Llegamos a evitar, incluso, usar el teléfono para gestiones de producción, y simplemente nos aparecíamos en los lugares. De todas formas, muchas gestiones se perdieron: las personas desaparecían de nuestras vidas sin explicación”.

Acerca de Corazón azul como experiencia de cine guerrilla, el realizador cubano precisó: “En el cine de bajo presupuesto, generalmente no hay muchas locaciones, y menos exteriores, pero cuando se trabaja completamente sin dinero y sin permisos, tienes una ventaja. Si adicionalmente eres el fotógrafo y el sonidista, no llamarás mucho la atención en los exteriores. Creo que un presupuesto intermedio y permisos te impiden acceder a lugares, aprovechar a la gente de la calle y ponerlos en función de ser extras para tu película. Lo que no tienes en presupuesto debes invertirlo en tiempo”.

“Cuando se vive en un país donde es difícil conseguir alimento (no ya libertad de expresión), se necesitan activistas para generar un cambio”, opinó Coyula más adelante en ese diálogo publicado por Rialta Magazine. “Y, de hecho, los activistas cubanos han logrado mucho. Algunos pocos han logrado un feliz matrimonio entre arte y activismo. Tania Bruguera es la primera que me viene a la mente. Para mí el arte ideal debe trascender esta geografía y este tiempo. La política tiene una naturaleza tan efímera como el entretenimiento”.

A continuación, el cineasta testimoniaba su compromiso creativo: “Si le preguntas repentinamente a una persona medianamente instruida quién era el rey de España o sus rivales políticos en la época de Cervantes, probablemente no sabrían responder. Pero todo el mundo sabe quién es Don Quijote. Yo admiro y respeto el arte. Para mí no existe nada sagrado en los campos de la política o de la religión, pues ambos representan modos de pensar y operar del poder. Mi única causa es el cine. Si los artistas de este país dejasen de tolerar la censura o de autoejercerla, no se necesitaría el artivismo. Pero esa es otra utopía, aunque quizás hoy estamos un tanto más cerca”, subrayó.

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