'Posmo', de Iván de la Nuez (FOTO consonni)
'Posmo', de Iván de la Nuez (FOTO consonni)

Vengo en calidad de detenido. Me llamo Carlos. Un ser bifronte que mira en dos direcciones. Entre la celda y el vacío. Entre lo legal y lo desvergonzado. Entre lo posmoderno y lo post mortem. Un ser bifronte que entiende estas últimas direcciones, con la geometría proyectiva, como dos líneas paralelas que se cortan-se-hacen-una en el infinito, en ese punto impropio donde todo es, eternamente.

A las diez de la mañana el interfono me pidió con una voz ríspida que bajara a recoger un paquete, como todos los días, como todos los meses desde que el comercio lo hacemos por Internet. Desde que el comercio dejó de llamarse “comercio” para convertirse en e-commerce.

Un tipo con cara de bueno para ser demasiado malo. Saludos aparte y hoja cuadriculada frente a mí. Documento que un tipo me pide firmar. Apenas firmo, seis más como él se tiran encima de mí y cercan la entrada del edificio. Había pedido este “cargamento” hacía un mes y no llegaba. En un segundo me di cuenta de todo. Un cargamento; unos polvos que, según el código de localización, aún estaban retenidos en Burgos.

Lugar de procedencia: Ámsterdam.

Me acusan de un delito contra la salud pública. “Perdón –le digo a la instructora–, será presunto delito, ¿verdad?”.

En mi bolsa llevo un libro de la editorial consonni, escrito por Iván de la Nuez. Posmo, se llama. Fue un regalo, y ya somos conscientes de que el regalo –como el medio– es el mensaje. El primer capítulo, “SOS”, sirve como proemio, como frontispicio místico (por neblinoso) de todo lo que continúa. Es una (ir)realidad. Es como un ir hacia ninguna parte. O hacia la parte donde todo está más allá de todo. O antes de todo. O en medio de la nada.

Leer Posmo es como planear en medio de la nada. Es como ser un águila imperial ibérica y volar en el cielo del mundo (atornillado por el entertainment, el turismo, los royalties de la música ligera y una épica de paparazi) en busca, quizá, de un conejo; o en busca de la nada. Planear en busca de la nada.

Leer Posmo es como esnifar una línea de mefe en el baño de una discoteca o en el medio de un cuarto oscuro, con diez hombres desnudos a tu alrededor. Es como hacer eso y saber que tres segundos después vas a estar tranquilo, tranquilo, tranquilo, pero un rato más tarde ya no vas a saber de ti y ya no van a saber de ti y ya no vas a vivir de la misma manera. Vas a posvivir.

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Leer Posmo es saber que tres segundos después de leerlo vas a estar tranquilo, tranquilo, tranquilo, pero un rato más tarde ya no vas a saber de ti y ya no van a saber de ti y ya no vas a vivir de la misma manera. Vas a ser invisible. Es la posvida.

(Más allá del uso de cualquier soporte actual, quizá convenga recuperar ese espíritu. Trastocar el ya alcanzado imperativo de Warhol por el derecho de todos a quince minutos de fama, y reivindicar, de vez en cuando, el derecho a quince minutos de invisibilidad).

Iván, morirse es buenísimo, pero no morirse también. Tu libro y tú son cuerpos zombis. ¿Lo sabías? Claro que lo sabías. Cuerpos que emancipan el mito del muerto-viviente. En la mano un escalpelo. Para herir el plano de nuestras vidas. Plano por pleno y por lineal. Para obligarnos a hacer un quiebro hacia la vida de ultratumba, como llamas a tu vida, o a eso que nombramos vida, Iván.

Hacia ahí o hacia el lugar donde lo vivo se ha vuelto algo tan incierto como todo lo demás. Hacia el lugar donde la (pos)crítica se ha vuelto algo tan incierto como todo lo demás. Hacia el lugar donde la muerte se ha vuelto algo tan incierto como todo lo demás. Pero desde donde único, quizá, podamos sacar algo en claro: nos rendimos frente al simulacro.

Frente al simulacro y frente al recambio y frente a los órganos de recambio y frente a los cuerpos sin órganos y frente a la imagen y frente al juego y frente al selfi. Un año antes de que descubrieras que estabas muerto… ¿Existe verdaderamente Iván de la Nuez? En ese momento ya sabías que posvivíamos en el capítulo del selfi. Tú sabes que ya no hay juegos lo suficientemente juguetones. Tú sabes que es muy difícil convertir un Museo Etnológico –el de Barcelona, aunque pudo ser cualquier otro– en un espacio anticolonial. Tú sabes que lo que un día fue lúcido hoy es, apenas, lucido.

Posmo es una historia –por llamarle de alguna manera– que inicia –por decirlo así– en la Cuba de 2015. Ya sabemos que todo comienza desde antes. El que se va se va desde antes y el que se queda… El que se queda está por irse… Está por irse desde antes. En una Cuba que tiene encima una ola de tsunami detenida en ese segundo de equilibrismo funambulista. En cualquier momento cae y se lo lleva todo –lo que queda.

El muerto era él.

El muerto eras tú, Iván.

Mi vida, ¿tú te has fijado bien quién es el muerto en este documento?

El muerto eres tú, Iván.

No, tú no te has fijado, mi amor.

Era él porque un día de enero, el 6, le fue entregada una tarjeta de defunción a su nombre, expedida por los Servicios Necrológicos de la funeraria de Calzada y K. Tomo: 34. Folio: 599. En la funeraria donde había sido el velatorio de su padre, fallecido unos días antes.

El muerto era él, por error.

El muerto era él, por horror.

El muerto era él, por hedor.

Una pifia que, en tus palabras, convierte el horror en error. Pero yo digo más. Digo que la transubstanciación (con el perdón de Jesús, María y José) llega hasta el hedor. Porque Posmo desbanca la visión y la escucha para privilegiar, en ti y en nosotres, el olfato. En una vuelta de tuerca evolutiva volvemos a ser animales con una pinza en la nariz. Garrapatas. Un mundo de garrapatas. Carácter olfativo de percepción del sudor. Una garrapata se deja caer hasta la punta del anca y pica.

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Iván de la Nuez

Dejarse caer. Dejarse morir. Dejarse amar. Dejarse vagar. Dejarse flotar. Dejarse temblar. Dejarse florecer. Dejarse envejecer. Dejarse no ser. Dejarse huir. Dejarse llorar. Dejarse manosear. Dejarse penetrar. Dejarse pinchar. Dejarse mentir. Dejarse volar. Dejarse sentir. Dejarse gritar. Dejarse susurrar. Dejarse enmudecer. Dejarse perecer. Dejarse ser la última carta de la baraja (intelectual).

Punta.

Anca.

Picar la punta del anca.

Picar con la pinza de nuestra nariz.

Oler el sudor del mundo.

Es eso, un olor que flota. Pero también es Iván de la Nuez realizándome un examen de toxicología. No en la sangre. No en el polvo que vino de Ámsterdam y que estuvo retenido en Burgos y por el que estoy aquí, en una celda sin barrotes, pero con cámaras de seguridad, en medio del panóptico digital.

¿Cómo volver legalmente a la vida?, te preguntas. ¿Por qué volver legalmente a la vida?, te pregunto.

La autoficción (la automicción es un género mucho más vengativo que la autoficción) emancipa el desierto. La necroficción también. Tú emancipas el desierto en el que convivimos. ¿Caben dudas? ¿Todavía caben dudas de que nuestras vidas (o posvidas) –por planas/plenas/lineales son desérticas? ¡Está creciendo el desierto!, escribe Nietzsche

No has escrito Posmo en soledad. Como eres varios, en total escriben muchos. Como esa hora del desierto en la que el dromedario deviene mil dromedarios. Como esa hora de la (pos)escritura en la que mil agujeros se abren en la superficie del pensamiento. Escribes como una forma de agenciamiento. Un agenciamiento, por tanto, inatribuible. Fantasmático.

En Posmo la etiqueta epónima pos es la antepuerta a un ejercicio de escrituralidad (con Barthes) que no puede escapar a ciertas características constitutivas. Me refiero a la idea de descomposición, a la conciencia del agotamiento, al énfasis en el pastiche y la parodia, a la ausencia intencional de actitudes de confrontación y rebeldía. En ese desierto expansivo, el ejercicio de pensamiento se niega a imponerle al lector alguna visión del mundo. O, en este caso, algún olor del mundo. Algún componente odorológico que nos delate. Alguna huella de olor que se convierta en el deslate de nuestras vidas.

Punta.

Anca.

Picar la punta del anca.

Picar con la pinza de nuestra nariz.

Oler el sudor del mundo.

Posmo huele el sudor del mundo. Delante de mí, entre mis manos, se ríe. La mueca es una risa. La mueca es una risa. La mueca es una risa. Iván de la Nuez huele el sudor del mundo. Y se ríe en nuestras caras. Se ríe de todo, de la vida, de la muerte, de lo digital, de la pereza digital, de los protocolos, de los políticos, de la política, de la zoopoética, de las lenguas que vendrán, de las cámaras que nos harán iguales, de la fotofobia, de la apropiación y de las cenizas de todas las guerras; de todas las guerras que conocemos y de las que solo él conoce, porque ha estado en el más allá y sabe lo que está por venir. Solo él, Iván, solo tú sabes lo que está por venir.

Deberíamos estar a la altura.

Si tú eres un escritor posmo, yo soy un lector next.

Posmo es un viento color heno que flota ahora mismo en esta celda en la que me encuentro. Es una oficina; pero es una celda. No estoy esposado. No soy consumidor habitual. Insisto: no soy consumidor habitual. No compro más de cien euros de esos paqueticos blancos. (En el nuevo orden normal lo importante no es el valor artístico que adquiere un objeto puesto en una galería, sino, directamente, el valor económico que alcanza una vez plantado allí). Unos gramos para sobre-pos-vivir. No revendo. Ni revendo ni le niego un poquito a nadie.

Posmo es un viento color heno que es como un bloque que es como esta celda. Es una oficina; pero es una celda. Posmo es un calor. Un calor y un color y un olor que nos hace sudar en esta celda que no es una celda; pero lo es, porque lo verdaderamente significativo ya no es por qué, sino cómo se mata. Y, a fin de cuentas, tanto tú como yo concedemos la mayor importancia a esa costumbre tan poco heroica que consiste en seguir viviendo.

¿Posmo yo?

Posmo tú.

(¿Qué es mi insignificante Certificado de Defunción al lado de esto?)

En el último episodio el oso nos come.

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EDGAR ARIEL
Edgar Ariel Leyva González (Holguín, Cuba, 1994). Periodista, investigador y crítico de arte. Máster en Estudios Teóricos de la Danza (2020) en la Universidad de las Artes de Cuba (ISA) y Licenciado en Periodismo (2018) en la Universidad de Holguín. Es egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Actualmente investiga sobre la configuración de la estética poscrítica en Cuba. Forma parte del Staff de Rialta.

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