Miami acogió el documental ‘Mujeres que sueñan un país’, donde tres activistas cifran el despertar cívico de los últimos años en Cuba

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Daniela Rojo, Katherine Bisquet y Anamely Ramos. Fotograma de ‘Mujeres que sueñan un país‘ (2022); Fernando Fraguela (IMAGEN YouTube / Árbol Invertido)
Daniela Rojo, Katherine Bisquet y Anamely Ramos. Fotograma de ‘Mujeres que sueñan un país‘ (2022); Fernando Fraguela (IMAGEN YouTube / Árbol Invertido)

El American Museum of the Cuban Diaspora acogió este 8 de junio en Miami la presentación de Mujeres que sueñan un país (2022), el más reciente filme del joven cineasta Fernando Fraguela, ganador –con El matadero (2021)– de la Biznaga de plata al mejor documental en el Festival de Málaga 2023.

Producido por Rialta y Palenque Films, y estrenado en Madrid a fines del año pasado durante el primer Foro Interperie, la nueva pieza de Fraguela sigue a tres mujeres cubanas cuyas trayectorias en el activismo condensan, en cierto modo, el último capítulo de la disidencia y la resistencia cívica frente al poder totalitario en Cuba.

Las historias de Daniela Rojo y Anamely Ramos y Katherine Bisquet –vinculadas de una u otra forma a esa sucesión de acontecimientos que tiene como hitos la huelga del Movimiento San Isidro, la protesta multitudinaria ante el Ministerio de Cultura en La Habana y la conformación del grupo 27N, el estallido social del 11J o la malograda Marcha Cívica del 15N– se articulan en un narrativa que interviene sobre el caos de sentido con que se nos presenta cotidianamente la represión estatal y la contestación ciudadana.

“Es una película que se supedita a la premura con que fue hecha”, ha advertido esta semana, en una presentación en línea, Fernando Fraguela. “Pero, con todo ello, terminaron siendo estas tres mujeres maravillosas, a las que admiro tremendamente, y estoy súper contento de que hayan sido ellas las protagonistas de la película”.

Por su parte, Daniela Rojo confesaba: “Lo hice muy de corazón; traté de ser los más yo posible, lo más natural. Y de contar la historia como era, sobre todo. Porque decir la verdad y llevarla a todos los rincones del mundo en el formato que sea, y decir lo que está pasando en Cuba, cómo la dictadura está oprimiendo a la gente, la represión, y todo lo que está pasando con los presos [políticos], yo pienso que es un deber de cada cubano que conserva la libertad”.

En el conversatorio –organizado por Rialta y el Archivo Cinematográfico de la Diáspora Cubana, y conducido por el realizador Eliecer Rodríguez Almeida–, el también cineasta cubano José Luis Aparicio destacó “esa idea genial de elegir la perspectiva femenina para contar la historia” de estos años en la isla, puesto que “subvierte toda esta narrativa oficial, que casi siempre es muy machista, muy sexista”.

“Fernando logra construir una narrativa bastante cohesionada de lo que se ha vivido en Cuba en los últimos tres años”, sostuvo Aparicio, quien es asimismo curador y organizador de eventos cinematográfico. “Hablaba con Fernando y le decía que era como una Lucía disidente: tres historias de mujeres que de alguna forma son una alternativa […] una nueva épica […] Sin embargo, el registro documental es muy urgente, muy precario, muy así, a quemarropa, porque son casi siempre fotos, videos de móviles, directas [de Facebook]”.

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Aparicio reflexionó en torno a la responsabilidad, el compromiso, la ética que lleva a creadores jóvenes, como Fraguela y él mismo, a realizar piezas como Mujeres que sueñan un país: “la necesidad en el caso de Cuba de crear este tipo de obras, porque hay demasiados silencios, demasiadas borraduras, y es necesario entonces empezar a reescribir la historia en función de un futuro mejor que queremos todos”.

Por supuesto, Mujeres que sueñan un país –que aún espera por su estreno en festivales del circuito internacional– es parte de una tradición en el cine cubano que tiene entre sus precedentes más inmediatos, justamente, el documental Sueños al pairo, de Fraguela y Aparicio, que explora la vida del cantautor reprimido y luego exiliado Mike Porcel.

Un linaje de la denuncia cinematográfica frente al totalitarismo que se remonta, tal como subrayó Aparicio, a obras fundamentales como Conducta impropia, o mejor: “en general, la obra documentalística de Orlando Jiménez Leal, junto a Néstor Almendros; también el trabajo de Jorge Ulla…”.

“En Rialta Magazine, el crítico Dean Luis Reyes amplía todavía más el encuadre para cartografiar un fenómeno, o un campo de batalla, en vías de ampliación: “Mujeres que sueñan un país participa del desplazamiento hacia la creación de una contrahistoria que ocupa a buena parte del audiovisual cubano contemporáneo. En el campo de la no ficción, títulos como En San Isidro (Katherine Bisquet, 2022) y Corojo roto (Johnny Peña, 2022), así como el aún en producción Cuba y la noche (Sergio Fernández Borrás), revisitan también los sucesos de la revolución cívica reciente, mientras que La opción cero (Marcel Beltrán, 2020) interpela a los cubanos que, en otro movimiento no menos político, tomaron rumbo a EE. UU. jugándose la vida en el Tapón del Darién. Esa corriente parece tender un cordón umbilical con Conducta impropia (Orlando Jiménez Leal, Néstor Almendros, 1984) y Nadie escuchaba (Néstor Almendros, Jorge Ulla, 1987), los grandes ejemplos del cine de la contrahistoria cubana”.

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