InCUBAdora rescata en edición facsimilar la novísima poesía cubana del grupo El Puente (1961-1965)

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Portada (detalle) de ‘Novísima poesía cubana I’ (Ediciones El Puente, 1962), incluido en el volumen facsimilar ‘Primera y segunda novísimas de poesía’ (Ediciones inCUBAdora, 2023) (IMAGEN Vía: in-cubadora.com)
Portada (detalle) de ‘Novísima poesía cubana I’ (Ediciones El Puente, 1962), incluido en el volumen facsimilar ‘Primera y segunda novísimas de poesía’ (Ediciones inCUBAdora, 2023) (IMAGEN Vía: in-cubadora.com)

Ediciones inCUBAdora, el multifacético proyecto liderado desde Praga por el escritor cubano Carlos A. Aguilera, acaba de publicar en formato electrónico el volumen Primera y segunda novísimas de poesía, que rescata para el lector contemporáneo la producción lírica de más de una veintena de –por entonces– jóvenes autores cubanos que hacia la primer mitad de los años sesenta estuvieron en la órbita de Ediciones El Puente.

“Con una detallada introducción de la investigadora María Isabel Alfonso, aquí les va un libro importante para el mundo lírico-cubensis de los últimos 60 años: Primera y Segunda Novísimas de Poesía; libro que reproduce la edición facsimilar de la Novísima poesía cubana I (1962), antología que estableció el canon creativo del grupo El Puente (1961-1965), y de la Segunda novísima de poesía (1965), libro que fue «confiscado» y nunca llegó a imprimirse, el cual reproducimos aquí a partir de las pruebas de galera que del mismo guardaba José Mario, uno de los artífices fundamentales del grupo”, anunció hace apenas unos días inCUBAdora.

“Por primera vez el lector tendrá acceso a estos textos de manera íntegra, tal y como fueron concebidos por sus editores”, subraya por su parte Alfonso, en un prólogo significativamente titulado “Autónomos, pero no tanto”. Y apunta la profesora de St. Joseph’s University en Nueva York: “Es de notar que Ediciones El Puente en La Habana de los años 60 (2011), antología realizada por Jesús J. Barquet, excluye, ya sea por razones de espacio, o por falta de autorizo de algunos de los autores, o por criterios de selectividad (varios de los publicados escogieron qué textos podían aparecer en esta antología), algunos de los textos”.

La primera antología reproducida aquí, Novísima poesía cubana I, comprende obras de Francisco Díaz Triana, Georgina Herrera, Joaquín G. Santana, José Mario, Ana Justina, Isel Rivero, Miguel Barnet, Mercedes Cortázar, Belkis Cuza Malé, Santiago Ruiz, Nancy Morejón y Reinaldo Felipe, mientras que Segunda novísima de poesía incluye a Sigifredo Álvarez Conesa, Raúl Ibarra, José Orlando Veliz, Rolando Rigali, Emilio Serrano, Gerardo Fulleda León, Guillermo Rodríguez Rivera, Pedro Pérez Sarduy, Lilliam Moro y Lina de Feria.

“El corpus literario recogido bajo el sello de Ediciones El Puente (1961-1965) constituye un capítulo olvidado en la historia literaria cubana”, advierte al principio de su ensayo María Isabel Alfonso. “No es sino hasta cuarenta años después del cierre de esta editorial que una serie de trabajos –tesis doctorales, artículos y antologías–, concebidos muchos de ellos fuera de Cuba, y otros tantos dentro, comienzan a visibilizar y recuperar el trabajo de la misma. Su prematuro truncamiento preconizaría acaso el azaroso itinerario de las letras en la isla después de 1959: tras su declive se prefigura ya desde esos tempranos años la lógica autoritaria y excluyente que prevalecería en el campo literario y cultural cubano en décadas posteriores”.

El saldo editorial contable de El Puente fue de 37 obras literarias: 25 cuadernos de poesía, ocho volúmenes de cuentos y otros cuatro de teatro, en tiradas de entre 500 y mil ejemplares.

La iniciativa –liderada por José Mario Rodríguez, su fundador, y luego también por Ana María Simo, codirectora– logró mantener “un carácter autónomo durante los primeros cuatro años de su existencia”, explica la autora de Ediciones El Puente y los vacíos del canon literario cubano (Universidad de Veracruz, 2016). “Ello fue posible en aquellos primeros años revolucionarios, apunta, “gracias al acceso de sus directores a una imprenta privada”.

Sin embargo, para 1964 y 1965 las cosas habían cambiado definitivamente: “una vez nacionalizadas todas las imprentas, se ven obligados a acudir a la UNEAC [Unión de Escritores y Artistas de Cuba] para recibir apoyo con sus tiradas, dejando así́ de ser un proyecto privado e independiente”, señala Alfonso.

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A mediados del año 65, la UNEAC dejó de hacerse responsable de las publicaciones de El Puente ante la Editorial Nacional de Cuba, lo que decretó, en la práctica, su defunción, sin necesidad de cancelación oficial.

Según una nota mecanografiada que también se incluye en este libro facsimilar, las autoridades confiscaron en imprenta, una vez eclipsada la editorial, cinco volúmenes que esperaban publicación: el propio Segunda novísima de poesía, así como Primera novísima de teatro; El Puente. Resumen Literario I (revista literaria); El Puente. Resumen Literario II (revista literaria), y Con temor, un poemario de Manuel Ballagas.

“Ese mismo año, José Mario sería enviado a las UMAP [Unidades Militares de Apoyo a la Producción] tras su encuentro con Allen Ginsberg, de manera que El Puente se convirtió en un tema tabú en los años por venir”, escribe Alfonso. Por supuesto, invoca un destino personal que inmediatamente va a encarnar, no sin el énfasis terrible de la reeducación concentracionaria, el destino colectivo –háganse aquí los ajustes por caso– de censura y marginación estética y política.

“Cuando recibieron alguna valoración, los textos publicados por las Ediciones fueron, en su mayoría, objeto de críticas que les adjudicaban una supuesta falta de compromiso político, así como la recurrencia a una estética intimista”, anota también la académica en su amplio estudio introductorio. “Estos elementos –argüían los atacadores–, no se avenían con el carácter épico de los tiempos. En otras ocasiones las denostaciones se centraban en la «falta de calidad» de los textos, dado su carácter «metafísico» y «experimental»”.

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