El periodista y escritor cubano Carlos Manuel Álvarez es el ganador del Premio Anagrama/UANL de Crónica “Sergio González Rodríguez” en virtud de su libro inédito “Los intrusos”, elegido por unanimidad entre unos 40 manuscritos enviados desde varios países de Hispanoamérica. La decisión fue anunciada este martes en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México, por el colombiano Felipe Restrepo Pombo, coordinador del lauro en su cuarta edición.
De acuerdo con la editorial Anagrama, el jurado –compuesto por los reconocidos cronistas Leila Guerriero, Martín Caparrós y Juan Villoro, así como por la editora Silvia Sesé y José Javier Villarreal, secretario de Extensión y Cultura de la Universidad Autónoma de Nuevo León, México– emitió el fallo sin fisuras en favor de “un ejercicio detallado de observación sobre la situación política actual en Cuba que se entrelaza con una reflexión sobre el rol del periodismo, la escritura y el arte”.
“Cuenta mi última experiencia política en Cuba, cuando me sumé al acuartelamiento de San Isidro, que cambió el mapa de la situación cívica en el país”; así lo resumió este martes Carlos Manuel Álvarez en diálogo con la también escritora cubana Wendy Guerra para CNN en Español.
A continuación, el autor de La tribu. Retratos de Cuba –volumen de crónicas publicado en 2016 por la editorial mexicana Sexto Piso– describió su nuevo libro en estos términos: “un cruce entre el testimonio de toda mi experiencia particular con el castrismo, no sólo como sistema político, sino también como educación sentimental e intelectual […] con el testimonio de las personas que se acuartelaron en San Isidro”.
Se trata de uno de los más sonados e influyentes episodios de contestación cívica ocurridos en Cuba durante los últimos años. Un colectivo heterogéneo de activistas vinculados al Movimiento San Isidro (MSI) decidió llevar a adelante –y transmitir en directo a través de redes sociales– una incisiva protesta antigubernamental que incluyó la “huelga de hambre y sed” de varios conjurados: entre ellos, el artista visual Luis Manuel Otero Alcántara, coordinador del MSI, y el rapero Maykel Osorbo, quienes algunos meses más tarde darían con sus huesos en prisión (donde permanecen hasta la fecha pese a reiteradas denuncias, dentro y fuera de la isla, acerca de la arbitrariedad de sus casos respectivos).
El acuartelamiento había comenzado para impugnar el arresto y enjuiciamiento express del también rapero contestatario Denis Solís, integrante del MSI, quien fue acusado de “desacato” a un agente policial y a las autoridades de la isla. Más adelante, los huelguistas plantearían algunos reclamos de mayor alcance político y social.
Pasados unos días, Álvarez –quien viajó desde Nueva York hasta La Habana mientras se desarrollaban los acontecimientos– pudo llegar hasta la vigilada casa del barrio habanero de San Isidro donde tenía lugar el pronunciamiento e integrarse a la convivencia del grupo.
“El proceso de preselección incluyó 40 manuscritos que llegaron de diferentes países. Muchos participantes fueron de México. Hay un interés creciente por la crónica”.
🗣 @felres en el fallo del 4to. Premio Anagrama/UANL de Crónica Sergio González Rodríguez pic.twitter.com/FgP9DFyhSZ
— Anagrama México (@AnagramaEd_mx) November 29, 2022
La irrupción violenta de la Seguridad del Estado en la sede del MSI –un operativo con la endeble excusa de una supuesta violación del protocolo anti-Covid 19– pronto se hizo viral en las redes sociales, donde muchos usuarios seguían en vilo los hechos, aun cuando en esos instantes, casualmente, había un corte generalizado de Internet .
El desalojo intempestivo y la detención de los huelguistas excitaría la posibilidad de otros sucesos como, señaladamente, la congregación al día siguiente, 27 de noviembre de 2020, de varios centenares de jóvenes artistas e intelectuales, y otros ciudadanos, a las puertas del Ministerio de Cultura en La Habana para exigir una explicación razonada sobre lo ocurrido la noche anterior, así como para, en un sentido más amplio, exigir mayores libertades de expresión y creación en la isla.
Las interioridades de aquel capítulo cívico, sus motivaciones sociopolíticas e íntimas, sus consecuencias individuales y colectivas (hasta quizá desembocar en el estallido social del 11 de julio de 2021), los perfiles de sus protagonistas, y la propia condición dúplice de testigo y compañero, de reportero y actor político de Álvarez, son los ingredientes básicos de un texto que arroja nueva luz sobre el totalitarismo cubano y su época de decadencia.
El autor ha descrito aquel sistema como “una cápsula dentro de la que uno crece”, y es por eso que, según confiesa, es preciso “matar una parte de uno mismo”. El libro relataría entonces ese proceso al tiempo que observa “la diversidad cultural y de ideas” dentro de una pequeña comunidad de disidentes políticos –“desde raperos del gueto hasta profesoras de diseño, curadoras de arte, artistas, científicos, musulmanes, cristianos, santeros…”[1]— ubicados, de improviso, en una situación límite.
Carlos Manuel Álvarez (Cárdenas, 1989) –Premio Iberoamericano de Crónica Nuevas Plumas, en 2015, y Premio Don Quijote de Periodismo, en 2021, por el reportaje “Tres niñas cubanas”, aparecido en la revista El Estornudo— ha publicado además el libro de relatos La tarde de los sucesos definitivos (2013) y las novelas Los caídos (Sexto Piso, 2018) y Falsa guerra (Sexto Piso, 2021).
Hace poco más de una semana, Álvarez denunció que el gobierno cubano no le permite regresar, como cualquier otro ciudadano, a su país natal. Este noviembre, antes de abordar un vuelo con destino a La Habana, ejecutivos de American Airlines en el Aeropuerto Internacional de Miami le comunicaron el impedimento explícito cursado por las autoridades isleñas, tal como antes ocurrió con las exprofesoras universitarias Anamely Ramos y Omara Ruiz Urquiola, ambas igualmente veteranas de aquellos días en San Isidro.
[1] El plural es, evidentemente, una forma coloquial de hablar por parte de Álvarez.
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Muy contento ante esta nueva promoción de talentos, que enriquece la literatura escrita por cubanos. Sobre todo cuando se trata, como es el caso, de escritores sin mandato.