Matanzas Bay
Como una jaula de pájaros sin pájaros, dos días antes del cumpleaños. Mochila otra vez a las Matanzas. Medias caladas contra el viento norte y una pareja inseparable de jirafas, ador-mecida en el fondo. Paseo Martí. De blanco y negro como una vieja foto. Pañuelo de cuadros enrollado, avalancha. Viendo pasar a izquierda y a derecha una dresina. Filmándola. Bajando a gatas a buscar el paliacate. Hasta los rieles. Escritos en la mano los asuntos (una bandada de golondrinas ligeras) para llenar el día de un celofán de cháchara. Y el pico del pelícano de las conversaciones graves cayendo a carenar cuando se fue la última. ¿Volverás, volveré? ¿Volveremos a ser Matanzas Bay?
Guagua hasta el extremo desierto de la costa. Sobrepasar la termoeléctrica, el punto de control, una caseta de teléfonos volcada. Sonrisa cloqueando por el gris asfalto. Y a un lado y otro: piñas de pino, barrio de cercas de madera. Y a la derecha: atajos hasta el mar (y sobre el mar). Cavada en roca la piscina AL FIN. Entreabrir de los dedos: ramo, esclusa, llamarada amarilla en el vacío. Flaaaaash. Cámara lenta: mi mano, el frío, tu zoom sobre las flores, tu paciencia china para pintar pequeñas alegrías en el aire. Morderme la lengua para no decir: Llevaré esto rayado en la retina; ¿no ves que somos lo que ves? El mar rodeando el ramo. ¿Querrá casarse el mar? ¿Con quién, de quién, a quién?
Conchas prehistóricas, esqueletos de estrellas horadados en piedra. Miraditas, amagos, suspirar. Dienteperro punzante y las pieles juntadas sin importar llovizna, sol, espuma reseca de la melancolía. Precioso… Gemidos. Preciosa daga… Zorro de rieles. Zorra de vía. Vaivén convulso de la dresina atrás y alante… hasta perderse en un recodo. Hasta hacernos creer que-sí-que-no que-sí-que-sí que-no vendrá que-no se irá. Con este frío ni muertos en el agua. Apretujarse. Labios, lenguas, (em)be(le)sos. Humedecerse, remojar las puntas de las yemas, salivar, tragar en seco, negarse-darse, me(re)cer. Balanceos, seseos… embestida.
Después la bruma. Las golondrinas idas/ flor de sangre en el pecho del pelícano. Matar el hambre (es un decir). Regresar con sed. Volver a nado a ras del agua como sea. Uno mirando al frente y otro mirando atrás. Una de dos. Manos tomadas pero la rosa apenas. ¿Vendrá el deseo que marca (lomo abrasado de res) en medio de la noche (estómago girando: retorcido en el disco del teléfono)? ¿Caeremos irremediablemente atropellados en mendicante balbuceo? ¿Podrá la lu(cide)z en madrugada volver de la vorágine de algas?
Hay días en que el corazón logra calmarse y no pensar constantemente; días en que es mejor (como engañados) sortear la boca-de-lobo de las minas de lágrimas. Repaso y recorto negativos: Matanzas Bay, el mar besaba el ramo, el sol tu pelo y yo colmada (como encinta) de una seguridad inapelable: un nosotros, un siempre (sin The End). Pájaros, cola de zorros, jirafas… amancebados, muertos de miedo pero salvos: arca, diluvio, milagro. Boda invisible bajo el cielo fue aunque no dije. La esclusa era el anillo y la estela amarilla mi dedo (mi garra de paloma) entrando al agua. Yo te tenía y el mar quería también su jaula.
(1936-1972)
THE GRAND PRISMATIC SPRING
sobre la enorme primavera del lago en el parque de la piedra amarilla
esteras de bacterias entretejen la gran balsa azul de Flora
–estéril por la fiebre de un fondo de alta profundidad
pero tan maravillosamente multicolor a los lados
que las parejas desandan por los senderos
de madera apuñalados en el aire
sobre cuatro patíbulos.
Salta
del géiser
(un box spring)
el bosque virgen que no quisiste abrir
aunque espumaba a rabiar –como un alkazelzer en un vaso–
y ella quería contarte lo que acontece antes y después de la muerte (de la noche).
La sirena del fango cuya belleza sobrenada en un manto de invertebrados acuáticos
(gusanos caracoles cangrejos libélulas… pulsos de mujer)
no reina abajo; deja tu inmensa balsa quieta.
La primavera
es todavía balbuceante
pero el verano aquí rompe en humores ácidos (rojo lima)
y el invierno la arropará en un verde fronda verde capullo destripado:
su huevo en ninfa larva pupa y sola tú podrás al fondo refulgente de la charca
dentro del lago cruel: bocas pintadas de polichinelas con hilos de oro como la cara de la princesa Wan Dou sobre una de las jade(antes) 2.600 teselas.
Te dejaré que lleves sanguinolento el sexo bajo un abrigo blanco de plumón
y la mano enjoyada con alguna otra mano de mujer cortada (quizás Norma J. Baker:
con los dientes blanqueados puntualmente en seconal)
que se te ajuste suave en la muñeca.
Rema y calla rema y calla chupa y rema
entre los ojos de buey del camaleón veo un campo de algas trepadoras
de pulpos color vino y cabezas con pañuelos que llenan de grafitis la lengua de tu voz
alzo esta cas/ja de música hasta la concha de tu oreja
escucha, son Les Quartiers de París:
una espiral de alcantarillas circulares
donde flotar en la stultifera navis.
La piedra de la locura, la piedra lunar, la piedra angular,
la piedra
filosofal
se puede extraer por la nariz y embalsamarte rápido
o puedes dejarte podrir emparedada en tu propio cuerpo
de junco de molino de trigo de mancuerna de espigas del arroz.
Del lodo
una capa infame
con incrustaciones de gusanos
medallones de almejas crujiente frufrú de cuerpos de libélula:
serás de hierro entonces un hierro al rojo vivo
que cunda entre los muslos cuando elijas
(ser Blanca Buda)
hasta que entre el invierno:
y seas de un verde ojos dormidos
un verde rabia de mujer y un verde
uñas de Sally Bowles
que en medio
de la nieve
calado
se atraviesa vertical: un árbol en vez de bulbo/a en flor.
Sobre el agua
del deshielo se podrán
rearmar para ti todas las muertes
caleidoscopio con los iris arrancados
en Yellowstone, THE GRAND PRISMATIC SPRING.
En corredores
púrpuras
y malvas:
soberbia
pudriendo lento
–como crece una alfombra
tejida a mano–
espinarás primero suave
y el oasis
irrumpirá violentamente por abril:
huertos de lilas
todas las lilas
vivas y muertas
a deshojar
en mayo.
Serás podada rigurosamente
prýgai, visná
(salta, salta, primavera)
acorralando
el jardín raja en ti.
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