Los Médanos de Coro
perseguí una chiva a través del desierto
sin poder alcanzarla. no como lo hiciera Lautréamont
detrás de un avestruz a través de la jangada.
mis vicios eran otros. otra la visión que me inquietaba.
los Médanos de Coro estaban frente mí como una masa
terral y duradera.
agucé mi oído para oír lo que otros oyen,
latidos subterráneos, el repicar profundo de tambores,
el ruido de la arena al deslizarse sin rumbo sobre
mis pies. parado vi correr las chivas a través
de mis sentidos, no daban carne ni leche pero estaban
esperando una señal que no llegó.
lo que había firme bajo mis pies no era arena,
polvo de huesos, óxidos, fragmentos olvidados.
no experimenté el hecho de estar solo, pues alguien
corría al lado mío con la misma intensidad del que halla
cantones que en hilo lento, siempre con iguales palabras,
esconden perdidos yermos, en el numen de una vida,
que mientras mana de la boca sin esfuerzo imprime
libertad y quietud al pensamiento.
mi asiento en la arena era cálido, y me dejaba
regodearme ante las chivas, solitario.
mientras, en lo más siniestro del paisaje,
una chiva recelosa nos miraba.
De riposta
mirando una pelea
entre Antonio Margarito
y Many Pacquiao, recibo
lecciones de poesía.
cada piñazo es un poema
colocado con precisión
en la cara del latino.
cada poema lleva dentro hematomas,
torsiones, cortaduras.
el poema como fiesta de los golpes.
más de media hora castigándose
en el ruedo frente a una multitud
que orgullosa los contempla.
cada detalle no persigue otro fin
que la belleza.
asimismo,
todo en su conjunto es hermoso.
pero es bueno que estemos advertidos:
sonríe el ganador, sonríe. sus poemas cortan.
sonríe el perdedor, sonríe. su sonrisa corta.
ambos llevan en sí la resistencia
de años enteros sin amparo.
es por esto
que los combates de boxeo y mis poemas
son lo mismo.
es por esto
que las putas prefieren al que gana.
yo, que soy un perdedor,
me subo cada día al encerado
en busca de placeres.
afuera, como siempre, una multitud
ansiosa de torsiones y hematomas
me contempla.
lo mío es hacerlos sonreír.
ellos, en su mierda, son hermosos.
qué importa vencedor o vencido.
al final de la velada, algún hijo de puta dirá
que fueron peleas deslucidas.
Lo que cuenta
lo que cuenta es estar parado ahí,
en el borde de las gradas.
los perros frente a ti ladrando.
perros entrenados en el arte de matar.
perros welters con más de treinta libras.
(me gustaba estar ahí). la gente que viene
a estos lugares resulta interesante.
gente desahuciada con un rostro sin vida.
gente que viene por amor: amor a los zapatos,
amor a la ropa, amor al desastre;
y el desastre con su fuerza comenzaba
a interesarme.
los perros en su esencia eran bellos.
más bellos que mis padres,
más bellos que Dios. tenían rojas leguas
y una forma masculina de babear.
sentí que mi vida estaba ligada a aquella baba,
a aquella forma envilecida de mirarse.
entonces saqué doscientos pesos
y se los puse al perro-nadie, un perro que nunca
había peleado y que lo haría contra uno
que sumaba dieciséis.
un perro invicto y secular como un gobierno.
comenzaron a matarse,
las bocas producían hechos de sangre.
instantes de duro placer.
perros que peleaban por lo posible
y lo imposible del hombre.
miraba las gradas y veía rostros brutales
de gente enajenada, feliz.
gente apostando a un cachorro sin vida.
al cabo de varios minutos
el perro al que había apostado ganó.
subido encima del otro ladraba una y otra vez.
lo cargaron como a un héroe y volvimos
en turba hacia la casa. íbamos callados.
escuchando cómo ríen, como hablan
los que ganan.
esa tarde supe lo que era un perdedor.
vi al perro derrotado en una jaba
sobre el borde del camino.
qué importa que hubiera ganado dieciséis.
la gloria en estos sitios dura poco.
y eso es lo que cuenta.
poco amor o poca vida no es tan malo.
lo que cuenta es saber que has apostado.
que has venido como ellos hasta aquí,
que has venido en la turba a darle diente
a la carne envejecida del amor.
Céline
de arriba abajo
la misma cuestión:
tener cojones o no.
lo otro
es noción
de orfebrería.
Canción
existe lo que amé
y lo que amo: el verde ramaje
de ese árbol que en mi mente
reduzco a machetazos.
existe lo que amé
y lo que amo: un perfecto cuadro
de Mal y Montaña con decenas
y decenas de muchachas que traen
en el cuello mucho talco, y también
entre las piernas mucho talco,
y usan brillos, argollas
y chancletas.
muchachas que en el día buscan
el pan y se ríen al pasar
con un muchacho que de vez
en cuando las invita a desquitarse.
existe lo que amé
y lo que amo; pero también existe
el hacha con que abro y disecciono
tu madera. si me vez
y no tienes hacha, búscate una.
redúceme con rabia a tu tamaño.
es esa la grandeza de los hombres.
es esa la importancia de talarse.
para ti y para todos los que aman,
el árbol de la muerte tendrá siempre
las ramas demasiado verdes.
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