Heberto Padilla y Norberto Fuentes en un fotograma del documental 'El caso Padilla', Pavel Giroud dir., 2023
Heberto Padilla y Norberto Fuentes en un fotograma del documental 'El caso Padilla', Pavel Giroud dir., 2023

Hubo un tiempo en que jugar ajedrez por las tardes eran todas las tardes para un grupo de intelectuales cubanos: hombres en jaque que se daban jaque entre ellos; piezas del juego que movían piezas del juego; anotados que a veces anotaban; un deporte en que todos los reyes se sabían peones; roles en los que los condenados (es decir derrotados) de inmediato se convertían en severos fiscales.

Ese tiempo fue a finales de los setenta; aunque aquello no era, propiamente, ajedrez. La terraza de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) fungía como salón de los embajadores al aire libre de una sola mesa de madera. Tenían tablero, piezas, sillas y jugadores, y unas reglas muy extrañas.

—Jaquetorum Torum Mororum–, gritó el actor Miguel Gutiérrez, quien cantaba ópera mientras pensaba en sus movimientos. Entre Torum y Mororum echó una pieza para atrás y su rival, un coronel ruso que pasaba por la sede, le dijo que eso no estaba permitido.

—Coronel, esto es Chapuza UNEAC: aquí todo está permitido.[1]

Manuel Díaz Martínez era uno de los habituales de la Chapuza de la UNEAC. Hacía aperturas a pocos metros (y pocos años) de donde le habían cerrado la partida. En una combinación macabra, pasó de ser jefe de redacción de la revista Unión a simple redactor que incluso no podía firmar sus propios textos. Si hojeamos sus Objetos personales (Sibilina, Sevilla, 2011), su poesía completa, una página separa sus “Canciones de sobre mesa” de “Manuel”. Una página separa Vivir es eso de Mientras traza la curva el pez de fuego. Una página separa diecisiete años de silencio.

En ese gran tablero que fue, y es aún, el caso Padilla, sigue siendo Fuera del juego el centro de disputa. La dama. Pero en la noche del 27 de abril de 1971 no solo Heberto se movió (o lo movieron) entre casillas negras y blancas. Otras piezas fueron sacrificadas. Otros escritores. Este texto se propone analizar las piezas de las piezas sacrificiales, que de un escritor son los libros. Los libros de la buena memoria: las historias sumergidas de Manuel Díaz Martínez, César López, José Yanes, Belkis Cuza Malé, Norberto Fuentes y José Lezama Lima, junto a un set específico de piezas que Padilla, en una nefasta movida que se apunta G2-Jaque-, entró al juego.

Manuel Díaz Martínez (de pie); de izquierda a derecha sentados: Tato Quiñones, Miguel Gutiérrez y, de espaldas, el doctor Ángel de Albear
Manuel Díaz Martínez (de pie); de izquierda a derecha sentados: Tato Quiñones, Miguel Gutiérrez y, de espaldas, el doctor Ángel de Albear

Vivir es eso

La cabeza de Manuel Díaz Martínez estuvo en el capítulo de los que dudan. Ese es su Discurso al camarada” Pablo Armando Fernández, ese es uno de los títulos fundamentales de Vivir es eso, el poemario al que en un jurado encabezado por Enrique Lihn, y en el que también estuvieron Nicolás Guillén y Eliseo Diego, le otorgara el premio de poesía Julián del Casal de la UNEAC.

“Todavía en la época del simbolismo los poetas eran augures, profetas, grandes sacerdotes, y la poesía una religión, una magia, un sistema de creencias, un mito. Todo eso se ha derrumbado y queda en su lugar, para decirlo con un verso de Díaz Martínez: «un corazón trabajando su mundo como un artesano» pero que todavía quiere eternizarse situándolas (las palabras) –dice el poeta dirigiéndose a otra criatura perdida y desecha en el tiempo– «de modo que vuelvas a nacer desde siempre / para siempre»”, expresó Linh en la lectura de la entrega del galardón.

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Este suceso propició que al siguiente año Díaz Martínez fuera miembro del jurado del propio concurso, el mismo donde Padilla presentó Fuera del juego que terminaría ganando frente a todas las presiones políticas. Manolo no cedió y eso, sumado a su reproche público a la invasión a Checoslovaquia, también le costaría una actuación el día en que “El cadáver del horror fue muy bien asimilado”. [2]

Desde su isla de repuesto en Canarias (a partir de 1992) con Solo un leve rasguño en la solapa,[3] su autobiografía, el poeta rememoró lo ocurrido. Aceptó las responsabilidades y también las angustias con otros dos cubanos: José Lezama Lima y José Z. Tallet, y con dos extranjeros, el inglés J. M. Cohen y el peruano César Calvo:

Desde los primeros contactos que los integrantes del jurado tuvimos para comentarnos las lecturas que íbamos haciendo se patentizó el interés que despertaba en todos el libro titulado Fuera del juego que concursaba con el número 31 y bajo el lema “Vivir la vida no es cruzar un campo”, que es un verso de Pasternak. Sabíamos –el anonimato en los concursos suele ser una impostura– que el autor de este libro era Heberto Padilla, como sabíamos que el otro libro que también nos interesaba, aunque menos, era de David Chericián. Lo sabíamos, en primer lugar, porque ambos autores se habían encargado de decírnoslo. […] No hubo cabildeo de Cohen, como presumió Nicolás Guillén y ha dicho Lisandro Otero. Nadie tuvo que convencer a nadie de nada: la coincidencia entre nosotros fue tal desde el primer momento, en lo que a ese libro se refiere, que no se produjo debate.

J. M. Cohen era un crítico e hispanista británico que había ido primera vez a Cuba en 1965, como jurado del Premio Casa de las Américas. De su segundo viaje a la isla, a causa del Premio Julián del Casal de 1968, se llevó “no solo varios libros sino múltiples manuscritos inéditos” y procuraría “mantener un contacto íntimo y activo con muchos poetas cubanos”.[4] De todo eso nació En tiempos difíciles: la poesía cubana de la Revolución, editado por Tusquets en 1970, dos años después del premio y uno antes de la reunión. Así introduce los cuatro ensayos que dan cuerpo a este recorrido por la poesía cubana del siglo XX: “Las presiones políticas y la urgencia de lo que equivale a un estado de guerra tienden a restringir la libertad de expresión”.

En el libro, Cohen brinda un interesante tríptico sobre las promociones posteriores a 1959. Selecciona menos de 20 poetas en total, los que más lo atraen. De los implicados en el caso Padilla aparecen cuatro: Pablo Armando, Díaz Martínez, Belkis y Heberto. Sobre Fuera del juego considera que el poeta se ve a sí mismo irónicamente:

Es un profeta con un mensaje confuso, un exiliado ansiando volver a casa aunque no es reconocido cuando llega a ella. […] Aunque mira la guerra y la Revolución con gozo, incluso con entusiasmo, se queda de pie confundido al margen de la lucha. No puede ligarse a la Revolución a través del heroísmo de sus amigos como en el caso de Pablo Armando ni intelectualmente como Retamar. Por lo tanto, es visto por los fanáticos del partido, los “inspectores de herejía”, como tibio o ambiguo políticamente.[5]

En cuanto a la obra de los poetas de “La nueva sociedad”, título del último texto y su forma de catalogar a los más jóvenes dentro de la generación del cincuenta, considera que ni Armando Álvarez Bravo ni Manuel Díaz Martínez se han visto afectados por la presión de los miembros no literarios del partido en pro de una literatura comprometida: “los poetas cubanos, aunque adheridos fuertemente a su revolución, generalmente siguen la línea de la imaginación, que es por tradición el estilo cubano”.

Este elemento lo recalca luego en la conclusión de En tiempos difíciles. Palabras que, si releyó justo el 28 de abril de 1971, seguramente lo dejaron con un rictus peor que el de un mate a 10 movimientos de empezar una partida:

Pero los artistas no han seguido débilmente las directrices de los hombres del partido. Sus obras están a menudo en contra de lo que dictan los oficiales del Ministerio de la Cultura. Algunas veces, cuando abiertamente se han presentado conflictos, los artistas han ganado. Se debe esperar, por el honor y la salud de la nueva sociedad que se está esforzando en edificar, que los dirigentes cubanos continuarán tolerando –incluso respetando como es mi opinión que hacen– los muchos talentos creativos que están trabajando en la isla en este momento crítico y difícil de la historia.[6]

Quizá Cohen afirmaba esto luego de su experiencia como jurado en el premio Julián del Casal de 1968. Pues las peripecias de los miembros cubanos del jurado no fueron menores debido a las casillas en que se movían. Díaz Martínez lo especifica claramente en su libro de memorias:

Sí hubo cabildeo, en cambio, por parte de la UNEAC para que no le diéramos el premio a Padilla. Guillén visitó a Lezama e intentó persuadirlo. David Chericián, por cuyo libro apostaba la UNEAC como alternativa al de Padilla, fue enviado por Guillén a casa de José Zacarías Tallet para que persuadiese al viejo poeta izquierdista de lo negativo que sería para la revolución que se premiara Fuera del juego. La noche del mismo día en que Chericián lo visitó –esa noche se velaba en la funeraria de la calle Zapata el cadáver del joven escritor Javier de Varona, castigado por disidente y cuyo suicidio, según la versión policíaca, se debió a frustraciones sexuales–, Tallet me dijo que fue tanta la indignación que le produjo la visita de Chericián que, después de echar a este de su casa, telefoneó a Guillén y lo increpó por pretender coaccionarlo. El poeta y cuentista Félix Pita Rodríguez, que era el presidente de la Sección de Literatura de la UNEAC, me aconsejó que desistiera de votar a Padilla. Ignoro si a Cohen y a Calvo también los presionaron. Supongo que no, por ser extranjeros.[7]

La onda de David

Guillén y Félix Pita Rodríguez (tan martianos ellos) querían que triunfase La onda de David (1967), de un Chericián que aún firmaba como Fernández y era el más joven de la generación del cincuenta (1940), que iniciaba con Rolando Escardó (qué tristes pasiones le dieron la poesía), nacido en 1925. Una generación cultora del verso libre que desdeñó metro y rima o las apartó para buscar una poesía más inmediata, que restituyera los dones y las funciones del origen de la propia poesía.

Como apunta Rafael Alcides, Chericián se insertó en esta corriente por:

una conciliación que logró entre clasicismo y vanguardia, entre ruptura y tradición, por lo que no podría hablarse de dos Davides, el de La onda de David, libro casi terrorista de la década de los sesenta, y un David del siglo XIX al que se le demoró el tren, porque hasta soneteando fue un bulldozer abriendo caminos. Experimentador eterno, pasó hasta por los polos, bebió en todas las fuentes.[8]

Chericián, tras su cuaderno de 1967, estuvo hasta 1971 sin publicar, fecha en que se edita Queriéndolos, nombrándolos, un libro escrito un año antes, producto de sus vivencias durante la zafra. En el propio 71 también se publica Árbol de la memoria, con una primera parte que ya había incluido en su Árbol y luego bosque (1964) y una segunda con poemas escritos entre 1967 y 1970. Por lo tanto, la evidencia indica que el manuscrito presentado en el concurso Julián del Casal y amparado por la corte, nunca llegó a publicarse íntegramente, o al menos no con el título original (que también se desconoce).[9]

No pensemos en Chericián como el escritor bendecido por la UNEAC, en este match era, simplemente, el peón que el poder quería coronar para nivelar la situación. Cuenta Alcides que, en cierta ocasión, Eliseo Diego y otros dos poetas visitaron al presidente del Consejo Nacional de Cultura porque siguiendo instrucciones, el “político” del concurso literario del cual eran jurados no les permitía premiar el libro ganador, porque al abrirse los sobres resultó ser un libro de David Chericián:

El presidente del Consejo Nacional de Cultura, hombre culto y fino, los escuchó con preocupada atención y les manifestó su pena, pero no podía ayudarlos, él también recibía instrucciones. David era un mal ejemplo. No hacía tanto, por lo que le dijeran, se le había dado una nueva oportunidad de trabajar y la ensució en Moscú en cuanto se le permitió volver a viajar. “¿Lo aplastamos?”, preguntó Eliseo, “¿o solamente le cortamos la cabeza?”. [10]

Retornemos algunas fichas hacia atrás. El 22 de octubre de 1968, resistiendo embates quizá por última vez en todo el siglo, se firmaba el acta de Fuera del juego y se leía el “voto razonado” que redactaron Lezama Lima y Díaz Martínez para explicar la elección del poemario de Padilla:

La fuerza y lo que le da sentido revolucionario a este libro es, precisamente, el hecho de no ser apologético, sino crítico, polémico, y estar esencialmente vinculado a la idea de la Revolución como la única solución posible para los problemas que obsesionan a su autor, que son los de la época que nos ha tocado vivir.

Después, la ejecutiva de la UNEAC convocó a los integrantes de los jurados a una asamblea para explicarles los problemas que habían surgido en el premio de poesía con Fuera del juego y en el de teatro con la obra de Antón Arrufat Los siete contra Tebas, que también fue tachada de contrarrevolucionaria:

La asamblea no fue presidida por Nicolás Guillén –siguiendo el consejo que me había dado a mí, el poeta se enfermó–, sino por el suplente de oficio José Antonio Portuondo. A Félix Pita Rodríguez, de gustos afrancesados, en el casting le tocó el papel de fiscal como Fouquier-Tinville. En una alferecía jacobina, Pita “aclaró” lo que, según el libreto que le dieron, estaba ocurriendo: “el problema, compañeras y compañeros, es que existe una conspiración de intelectuales contra la revolución”.[11]

Quizá existía una conspiración de la revolución contra los intelectuales. O contra una parte, pues como afirmó César López en el año 2000, “Heberto tuvo responsabilidades, pero la responsabilidad mayor, supongo, fue de aquellos que organizaron y creyeron en ese tinglado, el tinglado de una farsa, en el tinglado de la antigua farsa”.[12]

Segundo libro de la ciudad

“Mi mal es rudo, la ciudad lo encona”, decía César López, con Martí, en su Primer libro de la Ciudad (1967). La historia de su natal Santiago de Cuba baila en círculos con un grupo de personajes que se asoman entre calles y muros. Entre costumbres y recuerdos que quedan solamente en los apuntes del poeta. Con este cuaderno, que al decir de Efraín Rodríguez Santana en su ensayo “A doce pasos está el mar” es como un pórtico legendario que da paso a otra convulsa historia, obtuvo mención en el Premio de Poesía de Casa de las Américas en 1966.

“Aquel pasado voluble en la costumbre de Primer libro se adensa en este presente de dos caras de Segundo libro: la que impulsa una historia social y heroica y la que se hunde en el caos y la destrucción. Contrapartes de una regularidad posible y no obstante irrespirable”,[13] explica Rodríguez Santana de un cuaderno escrito entre 1967 y 1970.

Así que la libertad tiene que usarse contra el otro
¿Y no ha de permitirse la exclusividad de ninguna creencia?
Ahora el engaño grita, como un relámpago, como un radio
puesta a toda voz, como un falso discurso
.[14]

Esto lo refleja César López en una segunda parte del libro donde se expresa una dicotomía de la voz poética, también del sentimiento, de la ideología, y su tono primordial fluctúa entre la alabanza y la denuncia. Clama y alaba lo que ocurre –prosigue Rodríguez Santana–, pero observa con crispación cómo el mundo utópico se enrarece y disloca.

Segundo libro es intensamente amargo y sarcástico, enérgico en una especie de escepticismo épico, a través del cual se define la singularidad dramática de sus textos. Esto nos lleva directamente a la intervención de Padilla para referirse a César en su famoso discurso:

Además, César López ha llevado a la poesía también esa épica de la derrota. Ha hecho en su último libro una épica de la derrota, de una serie de etapas que la revolución en su madurez revolucionaria ha sido la primera en superar. César ha retenido los momentos desagradables y los ha puesto en su libro; libro que ha enviado a España antes de que se publicase en Cuba, como es correcto, como debe ser la moral de nuestros escritores revolucionarios; publicar antes en nuestra patria y después mandar afuera, no ven que afuera hay muchos intereses intervienen muchos matices no siempre positivos. César mandó su libro afuera. Yo mismo hice una nota a José Agustín Goytisolo sobre ese libro.[15]

Quizá obligado a perder calidad para ganar posición en el tablero, esto respondía el acusado. Testimonio que pudiera comprobar lo expresado por Padilla y Díaz Martínez en sus respectivas memorias de los acontecimientos. Las piezas estaban preparadas previamente:

Este libro que ha sido señalado aquí, que la Unión de Escritores generosamente había aprobado para su publicación, que se me invito a leer, yo me apresuré a mandarlo al extranjero, es verdad –que no lo mandé a un concurso, pero es lo mismo, porque estaba la posibilidad de su publicación–. Y claro está, cuando gané ese premio, mi primera reacción fue: ahora nos van a tener que seguir oyendo, porque si ese libro inclusive se iba a publicar en Cuba. Y recuerdo que llamé al compañero Manuel Diaz Martínez con quien había tenido algunas desavenencias ligeras, y le dije: “Mira, este libro nos va a ayudar a todos”. ¿Qué quiere decir eso de ayudarnos a todos? Es una visión completamente falsa, absurda, de la Revolución, en la cual a veces yo invente fantasmas de persecución, fantasmas de que no se me permitía desarrollar ni ocupar la posición que yo supuestamente me merecía.

El hecho de ese premio en España se convertía, para adelantar la propaganda y la publicidad a la publicación del libro en Cuba, en un golpe contra la Revolución porque daba la oportunidad, o podía dar la oportunidad, no podía dar la oportunidad; daba la oportunidad de que se pensara que ese libro se publicaría en Cuba solamente para evitar el escándalo de que, ya un premio dado fuera, Cuba lo pudiera negar por miedo, por miedo a nada, porque inclusive hay en algunos momentos esa épica de la derrota de temas que la propia Revolución había superado plenamente por ella misma y no por el poeta o por el aspirante a poeta César López.

Además, se convertía también, por razones que la mayoría de ustedes conoce en un golpe contra la Casa de las Américas, porque ese libro había ido al premio del año pasado, al último premio de la Casa de las Américas, y eso se sabía porque nosotros mimos habíamos hecho lo posible porque todos los intelectuales se enterasen dentro de Cuba y fuera de Cuba.

Casi 30 años después, en la extensa entrevista que le hiciera Armando Chávez y se convirtiera en el libro Poeta en la ciudad, López tuvo la oportunidad de echar atrás su caballo, pues después de la noche de 12 años (para él) “no teníamos espacio para aclarar nada. Y aparte, no queríamos aclarar nada”. Así, el rompecabezas de lo que no debía haber ocurrido se podría aclarar y armar:

Uno de los elementos de ese incidente tan desagradable y que ha tenido secuelas y corolarios que todavía no han sido aclarados totalmente, es que yo no mandé ese libro al concurso OCNOS, porque ya lo había enviado al concurso Casa de las Américas de 1970, simplemente para sondear cuál era la situación. En el concurso de Casa, o sea, unos meses antes, no había pasado ni siquiera a los finales. Ganó un libro que puede leerse ahora, a la luz de la historia, de la historia de aquel momento, de la historia futura, y de la historia anterior para discernir cuáles eran las posturas de las fuerzas políticas, culturales, literarias que llevaron a cabo lo que realmente ocurrió. [16] Segundo libro de la ciudad fue enviado al concurso OCNOS, donde Montalván y Goytisolo eran jurados. Él es quien lo presenta, pero el libro estaba en ese momento casi en prensa en Ediciones Unión, había sido apoyado por Nicolás Guillén.

En el momento de la detención y del escándalo que se ha dado en llamar caso Padilla, el libro fue retirado por la dirección editorial de la UNEAC. Ese retiro no tuvo nada que ver con Guillén, sino con otros nombres. Y por eso no se publicó, como no se publicó más nada de lo que yo tenía preparado, ni de lo que fui escribiendo desde finales de los sesenta. En el 67 fue mi último libro impreso en Cuba, hasta el ochenta y tres cuando apareció Quiebra de la perfección.[17]

Segundo libro de la Ciudad se publicó por primera vez en Cuba en 1989, lo cual, según Jorge Luis Arcos, no es nada casual. En su ensayo “César o la poesía de la historia” abunda sobre el cuaderno y el destino de la generación que también fue conocida como la primera de la Revolución:

Pero, como es conocido, su zona más crítica, más polémica, fue coartada por el negativo contexto político e ideológico para la expresión cultural que prevaleció sobre todo en la década del setenta, también llamada “década oscura”, que interrumpió la evolución natural del conversacionalismo. Segundo libro de la Ciudad es paradigmático por diversas razones, pero fundamentalmente como un ejemplo de objetividad poética, esto es, porque ilustra la manera que tiene la poesía de objetivar, de percibir la Historia, de asumir su intelección profunda, no separada nunca de la Vida.[18]

Escribe López en el Segundo libro:

Por malversar centavos te envían a una granja
(cuantas veces se ensalza el eufemismo)
Si te masturbas has de hacerlo a oscuras.
Hoy encargamos nuevos enemigos.
La confianza de ayer nos ruboriza.
Al tercer día los amigos se habrán de levantar de entre los muertos.
Un ejército de elefantes se multiplica en todos los delirios.
Los arroyos están contaminados.
Para los invertidos no hay consuelo.
Y los oportunistas, meticulosamente,
Se fabrican en serie traidores y culpables.

Heberto Padilla y César López en un fotograma del documental 'El caso Padilla', Pavel Giroud dir., 2023
Heberto Padilla y César López en un fotograma del documental ‘El caso Padilla’, Pavel Giroud dir., 2023

Poesía engavetada

Mientras Heberto Padilla señalaba a José Yanes en su autoinculpación, el joven poeta no estaba exactamente en la Sala Villena, pedía permiso para hablar encaramado en las verjas de hierro de los jardines de la UNEAC, como lo recordó Cesar López casi treinta años después.

Permiso para hablar (Unión, 1968) también había pedido Yanes en 1967. Pero su poemario irrumpió en el Premio David con la mención de honor única en un año en que el Cabeza de zanahoria de Luis Rogelio Nogueras y Casa que no existía de Lina de Feria se repartían los títulos de grandes maestros entre los noveles escritores del país.

Dice la pequeña biografía de Yanes que en realidad este texto no es más que la superación y decantación de un manuscrito inédito que obtuvo mención de honor en el concurso Julián del Casal 1966. Dice la nota de contracubierta de Manuel Díaz Martínez que, independientemente de los valores formales, apreciamos en esta primera muestra de la poesía de Yanes el deseo de penetrar, sin alardes de niño terrible ni tampoco de tierno retórico, en el mundo de la infancia y el amor, de exaltar las potencias nobles del hombre y de prever las insospechadas posibilidades de la Revolución: “en los poemas de Yanes está presente la voluntad critica de su generación y el entusiasmo ante las esperanzas que a todos abre el experimento revolucionario”.

Yanes se preguntaba con el Padilla de El justo tiempo humano –para introducir el poemaDecididamente otro modo de hacer la vida”– “Qué mano tempestuosa te asió cuando extendiste el cuerpo hacia la vida”. Luego escribe “Apuntes para un poema futuro” un poema que parece a tono con la escatología del “En tiempos difíciles” de Fuera del juego:

Lo poco usual
De regalar una pierna
Hace que el azoro
Habite el rostro del afortunado
Entonces
Te sacas un ojo
Y lo pones en su mano dudosa
Y notas una cosa interpuesta,
No descifrable,
En el momento preciso
Que te es obsequiado un dedo por él.
Cuando te vas a regalar entero,
Empezado ya el feliz intercambio necesario,
Le ves una pregunta en la cabeza.
Y se marcha,
Con tu ojo y con tu pierna,
Repitiéndose intensamente
¿Qué querrían de mí?[19]

Quizá estemos en presencia de un subterráneo diálogo poético que sin dudas terminó en un escandaloso monólogo de acta notarial. Dice Padilla en la UNEAC:

Yo pensaba en cuánto se diferencia la poesía de José Yanes, que nosotros conocemos, de hace dos años, del último José Yanes que todos hemos oído en los últimos poemas, de cuánto se diferencia. Porque Yanes, el poeta que escribió aquel poema a su madre porque se había ido de Cuba a los Estados Unidos, y era un poema lleno de desgarramiento, pues José Yanes reaparecía con una poesía indigna de su edad y de su época, una poesía derrotista, una poesía parecida a la de César también, parecida a la mía, por la misma línea enferma, por la misma línea en que quieren convertir en desgarramiento de lo histórico lo que no es más que un desafecto, compañeros, porque primero hay que hacer la historia y después escribir su comentario.

Yo pensaba en Yanes y yo sabía, yo estaba convencido… Porque yo decía: qué lástima no poder ir ahora, no poder hablar con Yanes, no poder decirle: “¿tú no te das cuenta, Yanes? ¿Tú no comprendes que la Revolución a ti te lo ha dado todo? ¿Tú no te das cuenta de que esa poesía no te corresponde, que esa poesía es de un viejo viejísimo?” Porque hay viejos con años juveniles, como decía Marinello hablando de Enrique González Martínez en sus ochenta años juveniles. No se daba cuenta, no se daba cuenta Yanes, ese muchacho formidable, inteligente, sensible, que estaba escribiendo una poesía que no se correspondía con él, el joven pobre que había vivido en el barrio de Pocitos, el joven que tiene un dignísimo empleo en La Gaceta de Cuba, a quien la Revolución le ha proporcionado los bienes materiales que tiene –que los tiene–, que tiene un empleo, que escribe, que hace su literatura, que tiene una esposa formidable, inteligente, una doctora en medicina que puede ayudarle a rectificar. Yo me preguntaba: “¿No se da cuenta?” Y yo decía: “¡Sí, sí! ¡Sí se va a dar cuenta!”.

Así empezaba Yanes su libro, rememorando con la ayuda del montoncillo de polvo de Eliseo Diego, su infancia en Pocitos, así le confesaba a su madre: “si las cosas no fueran como son yo me iría contigo”. Para César López, “era uno de los jóvenes más prometedores en la poesía de aquella época, hasta donde sé no siguió escribiendo. Lo triste, lo peor, lo triste en la tristeza es que muchos no vieron el inicio de las soluciones”.

A diferencia del autor de Segundo libro de la Ciudad, con José Yanes no hubo soluciones posibles. Tuvo que romper todos los poemas a los que se refería Padilla en la autocrítica. Comentaría cuarenta años después en entrevista con Teresa Dovapage que cuando alguien toma una decisión de ese tipo es porque antes está absolutamente desequilibrado. Yanes lo estaba por la situación que venía atravesando en lo social, político y literario: “Es algo así como esos padres que uno lee en las noticias que mataron a sus hijos. No hay realmente nada que explique una cosa así. No creo que me haya recuperado nunca del todo de eso”.

Pero lo que no sabía César es que Yanes estuvo escribiendo versos para su gaveta: poesía engavetada. Una tarde fue a casa de Rafael Alcides para confesárselo: clandestinaje interior por más de 20 años. Y en el 2012 gracias a la editorial Eriginal Books de Miami se ventilaron sus 65 poemas inéditos de un periodo que abarcó de 1970 a 1993. La época en que calladamente gritaba su “Libre albedrio”:

Yo no tengo dónde decir públicamente
ni esta boca es mía
y se toman la libertad de declarar
que hemos elegido a plena conciencia
socialismo o muerte,
socialismo pase lo que pase.

En 1998 el poeta había salido de Cuba rumbo a Hawái gracias a que su esposa se sacó la lotería de visas del gobierno de Estados Unidos. Poesía engavetada fue un lance que pocos imaginaron, pero que escritores como Ramón Fernández Larrea y Manuel Pereira celebraron con júbilo. A propósito del libro, este último reseñó:

Ya era hora de que estos poemas se publicaran; es un deber ético. Cuba necesita de este tipo de publicaciones, necesitamos entender de dónde venimos para saber dónde estamos y a dónde vamos. Necesitamos de la honestidad y la calidad literarias, sin compromisos. En los libros de historia y testimonio se encontrarán la cronología y el relato de los hechos que han vivido los intelectuales bajo el régimen de Fidel Castro. Sin embargo, es en la poesía a quemarropa como la de Yanes en este libro, donde la gama de sentimientos humanos cobra vida dentro del lector mismo. El poeta nos sorprende con su fabulosa capacidad de renacer. Capacidad en la que, a los cubanos, y también ciudadanos del mundo de hoy y de mañana, nos hace falta creer.

Ya no tiene que pedir permiso como en 1967. Ya es un poeta cubano que sueña con su primer poema:

Ya terminé.
Ahora soy lo que siempre fui.
Esa gardenia
a punto de marchitarse;
ese poema que hubieran querido escribir
todos los evadidos
y los frustrados infelices de la tierra.

Los fragmentos a su imán

Quien tampoco estaba de cuerpo presente en la ceremonia de autocrítica fue José Lezama Lima. Manuel Díaz Martínez había visitado su casa un día antes de la liberación de Padilla. Heberto lo haría la misma tarde que salió de Seguridad del Estado. Ahí prepararía la partida y le pediría a las piezas cómo moverse. Podríamos entonces hablar de tres escenarios posibles: el que desarrolla Padilla encerrado por la policía política, el que planea en Trocadero como aparente extensión del primero (un subteniente, al que Lezama llama “alférez”, lo acompaña) y el que improvisa durante la noche del 27 de abril. En el medio juego de la sala Villena la planificación por momentos se troca y a veces son tres Padillas los que hablan (quizá más). [20]

Tanto Díaz Martínez como Padilla ratifican en sus memorias que ni Lezama ni Virgilio Piñera fueron invitados a la reunión a pedido del G2. Sin embargo, una vez visto el documental de Pavel Giroud El caso Padilla, se observa a Virgilio deslizado en el piso y sin aplaudir en un momento de la reunión. Este asunto de la ausencia de Lezama ha desatado una polémica reciente entre los escritores e investigadores Néstor Díaz de Villegas, Antonio José Ponte y Ernesto Hernández Busto.

Sobre el diálogo recogido en La mala memoria entre el líder de Orígenes y el alférez, recuerda Padilla:

—Usted, en fin, me tiene en sus manos.

El oficial reaccionó con nerviosismo:

—Estoy autorizado –dijo– para comunicarle que la intención oficial no es destruir a nadie. Lamento darle el disgusto de esta demostración.

Pero Lezama lo interrumpió de súbito.

—De ningún modo, teniente, ese es mi discurso, esas han sido algún día mis palabras. No creo que sea esta la primera ni la última vez que un hombre se enfrente a su discurso.[21]

Condiciones apremiantes, miedo o que Lezama no quiso de ninguna manera participar en una farsa de la que conocía las gotas de sudor de Padilla. Seis años más tarde, cuando regresaron los Fragmentos a su imán (se publicó también Oppiano Licario y comenzó la “restauración” de la figura de Lezama), se incluyeron en el volumen “No pregunta”, “Sorprendido”, y “Oigo hablar”, tres poemas que datan de mayo de 1971.

En su ensayo “El barroco carcelario”, Jorge Luis Arcos apunta que estos poemas aluden o son consecuencia del trágico acto de autoinculpación del autor de Fuera del juego. Padilla, en su retractación, también ataca a Lezama, lo que para Arcos “concluía, acaso a pesar de Padilla, y con absoluto éxito, por cierto, aquella campaña iniciada en 1959, pues a partir de ese momento, 1971, y hasta su muerte, 1976, Lezama vivió confinado en su casa y sin publicar una línea más en su propia patria”.[22]

jose lezama lima heberto padilla y otros escritores cubanos | Rialta
Escritores y artistas cubanos en 1968. De izquierda a derecha Luis Rogelio Nogueras, Antón Arrufat, Pablo Armando Fernández, Mariano Rodríguez, Lezama, Heberto Padilla, Sigfredo Álvarez, Roberto Fernández Retamar y Víctor Casaus

Asimismo, para César López buena parte del asunto estaba sobre todo dirigido a Lezama: “El caso Padilla y las persecuciones han sido dos de los mayores disparates que nos han ocurrido. Ya al final de la vida, Lezama fue maltratado, ofendido, humillado y desconsiderado a pesar de ser una gloria, uno de los grandes de Hispanoamérica y de la Lengua”.[23]

En “No pregunta”, Lezama dice: “Un abreboca y no un punzón con ojos astillados, una ponzoña con mano izquierda, en el escampado una pelota con relieve, en los ojos hacia adentro, en un rápido botarate lenguafuera. Dondequiera, cabalgadura avinagrada”.

A pesar de no estar de cuerpo presente, le dejó al lector, con vista de Gran Maestro, sus resonancias de esa noche:

Los animales hablaban primero,
El pájaro perfeccionó el diccionario,
La orquesta solo lo hizo girar, girar,
Soltar sus espirales y recogerlas
En la manga con botones heráldicos.
El pájaro en su casaca de abril
Nos regaló el lenguaje interpuesto,
El pelo del violín cruzado con el rameado sedoso,
El ojo del pulpo en el ancla del mediodía:
Cuacuá.
El violinista con sus pelos angélicos,
Impulsados por la orquesta y su tic tac
De escarcha amoratada, saludaba
De nuevo la hoja reverente
Y dejaba caer una gota
Hidrocéfala con los ojos sangrantes:
Cuacuá.

Condenados de la plaza sitiada

Mas a la Habana no llegó el pato de Vaucanson, pero sí lo hizo, el 22 de septiembre de 1968, casi un mes antes de la lectura del acta del jurado de Fuera del juego, el turco de Von Kempeleno, el autómata Leopoldo Ávila, quien escribía en Verde Olivo que no había héroes en el libro Condenados de Condado de Norberto Fuentes, pues “no nos dice por qué luchan estas gentes, qué motiva esa guerra que envuelve a sus personajes, por qué se exponen a la muerte y mueren. Sería interesante saber qué sentimientos o razones guían a estos hombres al combate, algo más que esa sed de sangre de unos cazadores casi siempre desalmados y siempre increíbles”.

Condenados fue ese año el premio de Cuento del concurso Casa de las Américas, y el libro que, según su autor, en su segunda intervención el 27 de abril, le había costado cuatro años de marginación del proceso revolucionario. Improvisación o buena actuación de Norberto, en ese instante entró a escena como una torre el esbirro Armando Quesada, director de El Caimán Barbudo por entonces, quien gracias a el documental de Pavel Giroud (y a Santiago Álvarez) ya ha quedado retratado en toda su dimensión:

Nosotros lo decimos aquí para que haya constancia práctica es inadmisible que pueda decir Norberto Fuentes que su actitud sea correcta porque el libro que escribió es un libro que daña los intereses de las Fuerzas Armadas. Y todo aquello que se oponga a eso es imposible que se acepte. La oportunidad de participar como testigo en esa epopeya en que casi nadie participó fue sencillamente tergiversada al criticar a dirigentes de la Revolución, a combatientes. Y si los hechos negativos existen –porque en la vida existen– se plasman de forma total, esa excepción negativa en el plano de la literatura influye como un elemento ideológico corrosivo. Por tanto, es inadmisible histórica y literariamente –independientemente a sus valores creativos– que sea aceptado, que el libro sencillamente sea correcto y sea muy crítico.

Sin embargo, en opinión del investigador Duanel Díaz, Condenados de Condado no era un libro crítico como Fuera del juego, La vuelta a la manzana, Los siete contra Tebas y los demás atacados por Ávila, ya que, como el propio Fuentes expuso, en las páginas de Verde Olivo acogieron con agrado el premio Casa y le dedicaron dos artículos a Condenados: “Los condenados” (18 de febrero), y “Para la noche” (9 de marzo), con una nota donde Fuentes afirmaba “tener un serio compromiso con los hombres de esta Revolución, con la memoria del Che Guevara y con las enseñanzas de Fidel”.[24]

Veamos algunas jugadas dudosas del referido libro de cuentos:

Segundo: en nuestro ejército no existe el botín de guerra y por tanto deben ser desmantelados de inmediato aquellos corrales construidos en los patios de barraca de los batallones tres y cuatro de moto-transportados, el quinto de apoyo y el noveno ligero de choque; entendiéndose que las aves que actualmente residen en los citados corrales deben ser devueltas ipso facto a sus dueños originales.

Tercero: el que viole esta disposición, será juzgado y condenado por los Tribunales Revolucionarios.

En las operaciones de la pasada quincena se produjeron un total de dieciocho nuevos accidentes, ocurriéndole la desgracia a quince reses y tres puercos. Las dieciocho bestias murieron en el acto, y las informaciones atestiguan que algunas recibieron tiro de gracia.[25]

Entonces, se pregunta Díaz si cabría imaginar a Verde Olivo publicando poemas de Fuera del juego como “Instrucciones para ingresar en una nueva sociedad” o “Antonia Eiriz”:

Si los libros “disidentes” cubanos de fines de los sesenta hubieran sido todos como Condenados de Condado, si los escritos publicados por sus autores cuando abordaban los temas de la literatura y la revolución hubieran sido como esa notica de Fuentes, no habría habido caso Padilla, pero tampoco caso Fuentes.[26]

El libro Condenados de Condado propiciaba, como otros que hubo, las polémicas sobre la literatura revolucionaria que proliferaron en la década de los sesenta, pero resultaba necesario un libro como Fuera del juego, artículos como la réplica a El Caimán Barbudo, para que la polémica “llegara al punto de incandescencia, y el régimen diera el salto cualitativo que Ángel Rama llama, en su ensayo sobre Fuentes, el paso del «período romántico» al «período clásico» de la Revolución, esto es, la adopción oficial del realismo socialista”.[27]

Mientras los señalados de esa noche tuvieron que guardar silencio editorial en Cuba durante toda la década del setenta (Heberto, Belkis, Yanes no volverían a publicar, Díaz Martínez 17 años después, César López y Pablo Armando, 16), Norberto Fuentes publicaba en 1975 su libro de sobre Hemingway con prólogo de Gabriel García Márquez para luego ser nombrado cronista de la guerra de Angola.

Fuentes se exilió en 1994 y, según contó a El País, Padilla fue uno de los que más defendió su salida. Quisieron hacer un libro juntos sobre el año 1959 que nunca se concretó al igual que una reedición de Condenados de Condado con prólogo del poeta. En 2018, Norberto Fuentes publicó en Plaza sitiada su versión del Caso Padilla. Título que él mismo cuenta intentó que le aprobaran en Cuba, pero nunca contó con el permiso del… ¿G2? Una movida que mantuvo en su cabeza por décadas, más allá de los juicios y teorías que Duanel Díaz continúa desmontando en el referido artículo, quiero detenerme en el hecho de que aparecen en el libro hasta 4 fotogramas de la filmación de la noche del 27 de abril de 1971, con una calidad igual o superior a la copia con la que Pavel Giroud ha hecho su documental, y que aparecieron publicadas 4 años antes del material del cineasta.

Heberto Padilla y Norberto Fuentes
Heberto Padilla y Norberto Fuentes

En otras fotografías de Plaza sitiada, se ve a Heberto y a Norberto acostados reposando el almuerzo en la cama de Nancy Pérez Crespo. Están en el barrio de Wetchester en Miami, quizá repitiendo una escena como las del hogar de Padilla en El Vedado. Comenta Belkis Cuza Malé que, en los días previos a la detención, Fuentes no salía del lado de Padilla, algo que a ella le desentonaba.

También los sitúa Jorge Edwards en el cuarto del hotel Riviera donde Padilla se alojaba para terminar la novela En mi jardín pastan los héroes. Heberto andaba con una copia del manuscrito por toda La Habana y se lo daba a leer unos minutos al diplomático chileno. Temía un secuestro.

belkiscuza | Rialta
Belkis Cuza con Heberto Padilla en La Habana, 1971

Juego de damas en el jardín donde pastan los héroes

Cuando la paranoia se convirtió en realidad a las 7 de la mañana del 20 de marzo de 1971, precisa Belkis Cuza Malé que Heberto llevaba el pitusa color crema que le había regalado el poeta mexicano Efraín Huerta. El mismo que había escogido poemas de su Juego de damas para formar parte de la antología 8 poetas editada por Casa de las Américas. El poemario de Cuza Malé había obtenido (también) en 1968 mención en el concurso literario que auspiciaba la referida institución y, ya para 1971, estaba publicado. Sin embargo, luego de la detención, fue mandado a destruir:

Días después de salir de los cuarteles de la Seguridad del Estado y tras la farsa de la autocrítica, a la que nos obligó la dictadura de Fidel Castro, Rolando Rodríguez, entonces director del Instituto del Libro, me llamó a su despacho para informarme que mi libro contenía poemas de carácter contrarrevolucionario y que por lo tanto iba a ser destruido. Lo único que conservo de esa edición es una página del poema “Crítica a la razón impura”.[28]

Gracias a los auspicios de Carlos Espinosa, el libro fue publicado 31 años después por la Editorial Término de Cincinnati. Ahí había dejado plasmada Belkis Cuza Malé la temprana biografía del poeta donde había que olvidar el verdadero tono con que hablaba, “sus amores de guerra, los rasgos físicos (ojos café, nariz sin suerte), su fórmula para conseguir enemigos, su asombro, su pereza, su virtud”. Había que olvidar todo y solo tener en cuenta las ciudades que no amó, “el tipo de mujer que despreciaba y la influencia de William Blake en su persona”.[29]

En 1962 concursó con En tiempos de sol y logró una mención en el Premio Casa de las Américas. Al año siguiente repitió el lauro en el mismo certamen con el cuaderno Cartas a Ana Frank. A diferencia de Heberto, Díaz Martínez, César o Pablo Armando, Cuza Malé no pertenecía a la generación de los 50, sino a la promoción de El Puente.

Cohen resalta la carga de ansiedad personal y femenina en su obra. “Sus poemas plantean muchas preguntas que encuentran respuestas conflictivas. De este conflicto entre la aceptación idealista y la duda intuitiva nace la pasión de su poesía”, dijo En tiempos difíciles. El traductor afirmaba que los escritores más sensibles de la nueva generación sabían que estaban vivos porque: “en Cuba como en todas partes es posible […] sentirse alienado y perseguido por misteriosas agencias, en parte creaciones subjetivas, pero también encarnadas en los mismos mecanismos de la nueva sociedad, como Kafka”.[30]

Creyentes o no, estoicos o rebeldes
Anuncian siempre lo porvenir.
Están en lo más alto de las rocas,
Sienten crujir el mar pero no atajan su furia,
Beben el ron de las tabernas
Y el amor de los labios turbulentos.
Las altivas orejas recuerdan al asno
De quien todos sacan provecho.
Pero lo más terrible es lo que escriben,
Aquello que nadie se atreve a poner en su boca

En este poema titulado “Así están los poetas en sus tristes retratos”, Cuza Malé presenta al poeta como a un “outsider generalmente inofensivo”.[31] Aunque, apostilla Cohen, a veces se eleve hasta la profecía.

Este análisis nos lleva de vuelta al pitusa y la camisa checa de mangas largas, a cuadros amarillos y azules en el apartamento de O número 201 de El Vedado, pues más que destruir la Dama, la policía política iba a por el Rey, esa novela de Padilla con un título de un verso de Roque Dalton:

Un hombre de estatura baja y regordete, me preguntaba ahora dónde habíamos escondido la novela.

—¿Por qué no nos evita la búsqueda y nos dice dónde está?

Pero enseguida, una voz alarmada, que llegaba desde el cuarto de mi hija, puso a todos sobre aviso: “¡Miren esto! ¡Aquí está! ¡Aquí está!”. Había aparecido la primera copia de la novela. Con el movimiento de los libros del pequeño estante que hay en la habitación, un cuadro se deslizó de la pared y una de las copias cayó al suelo, dejando al descubierto el escondrijo: la parte posterior del marco formaba una cajuela perfecta para albergar la copia.

[…]

Tenían ya en su poder las cinco copias que Heberto le había mandado a hacer al mecanógrafo, aquel señor asustadizo del que no he vuelto a tener noticias, que entonces parecía aterrarse más y más en la medida en que avanzaba con su trabajo.

Uno de los policías, un joven largo y flaco, se acercaba lentamente al cesto de mimbre que había en la sala-comedor, y donde estaban depositados algunos juguetes de mi hija. Iba a comenzar a registrar allí, cuando de súbito el jefe lo interrumpió con voz de mando: “No, déjalo”. Y a mí me pareció milagroso.

Su orden evitó a tiempo que se llevaran el original de la novela. Yo misma la había ocultado ingenuamente en ese sitio: se trataba de una copia llena de tachaduras, resguardada entre dos tapas azules de cartón y envuelta en un nylon. Me he prometido a mí misma que no se lo diré a nadie, que dejaré en manos del destino su salvación.[32]

En mi jardín pastan los héroes se presentó el 1 de octubre de 1981 (poco más de un año después del exilio de Padilla) en una “sala de fiestas de Madrid”, debido a que al Instituto de Cooperación Iberoamericana le surgió un evento “homenaje al lingüista venezolano Andrés Bello”. Fuentes del diario El País referían que tanto círculos diplomáticos de España como de Cuba podían haber condicionado el cambio repentino. Al encuentro asistió el escritor César Leante, recientemente exiliado y otro de los mencionados por Padilla en la fatídica noche.

A Heberto le repugnaba el paisaje que aparece en la portada de esa edición (a cargo de Argos Vergar): “la playa suculenta con las palmeras y su sol de lujo, paisajes de las tarjetas turísticas, estímulos dirigidos a una fascinación que detesto. Para mí es una trampa bajo el sol del castigo”.

La misma edición que encontró María Gabriela Díaz Gronlier, la hija mayor de Manuel Díaz Martínez, hace dos semanas exactamente en la tienda de hotel de un “pueblito de Segovia”. En el sitio además de vender chocolates, quesos y vinos artesanales hay un rincón para el proyecto Minibiblioteca: un montoncito de libros de segunda mano para que lean un grupo de alumnos de una escuela primaria y luego lo devuelvan. No se pueden vender. En medio de ese campo pastaban los héroes de Heberto y quizá por estos hechos casi surreales y el documental de Giroud, Díaz Gronlier ha publicado en su blog “Los niños del Caso Padilla”, un texto obligado para conocer los otros peones sacrificados en este match:

Los intelectuales afectados por la censura y por el acoso no sólo tuvieron que batallar por sus ideas, también tuvieron que defender sus hogares. Tenían niños que sufrían por ser señalados como hijos de progenitores castigados por sus rebeldías. Las cuestiones cotidianas se hacían, doblemente, penosas.

[…] ¡Oh…! pero los intelectuales “tendenciosos” sufrieron, además, el hostigamiento de la Seguridad del Estado. Y sus hijos padecimos el acoso de los profesores. Ir al colegio era un martirio. Fui a cinco distintos durante la Primaria, porque ninguno me quería. No me veían como a una niña: yo era un problema que les impedía cumplir los requisitos que les permitían optar por algunas prebendas.

Si la escritora retrata una cruda vivencia, el libro de Padilla mezcla la realidad con la ficción, el sueño con el relato lineal de los hechos, cuyas claves “no hay que explicar necesariamente, porque yo no he escrito una novela para describir mi experiencia, sino para sugerir un mundo”:

“¿Y por qué se mezclan en mi libro la realidad y el sueño? Porque no hay frontera en esta literatura de esquizofrenia que se vive en Cuba, donde los hombres desdoblan su personalidad, y en mi novela pasa eso; y, claro, en medio de esa esquizofrenia Marx y Engels terminan siendo, en mi libro, dos individuos que se apedrean mutuamente en una playa”, dijo Heberto durante la presentación de octubre de 1981 a El País.

Para el poeta, su segunda novela (luego de una espectacular peripecia para salvarla) resultó destacada por lo anecdótico y no por lo literario. El consenso, tanto hoy como hace cuarenta años, es que no es una obra de calidad. Al respecto, Juan Velarde Fuentes hacía una observación en la revista Los Cuadernos de Actualidad que resulta lapidaria: “Por supuesto que siento, en síntesis y en justicia tener que aplicar a esta obra las duras palabras que pueden leerse en la pág. 23: «Los libros que se escriben en el socialismo son generalmente imperfectos, la estética en boga o clandestina de estos países los hace segregar siempre desesperación o neurosis. No es raro que en el extranjero se acepten más por solidaridad que por un sincero reconocimiento literario: son libros prohijados, además, por el escándalo extraliterario»”.

Detalle del carné de la UNEAC de Heberto Padilla
Detalle del carné de la UNEAC de Heberto Padilla

Sin embargo, para 1989, jugaría su Gambito de Dama, la anteriormente mencionada La mala memoria, autobiografía y quizá el último título notable de toda su obra. De aquí extraemos un pasaje referido a un interrogatorio con el coronel Álvarez en Villa Marista:

—Aquí tenemos desde hace un mes a Mesié Pier Golendorff, connotado agente del enemigo. Sabemos lo que dijiste sobre su detención “para demostrarme que Pier es culpable tienen que presentarme las pruebas de su culpabilidad”. ¿Y quién eres tú para tener que darte demostración alguna? Tenemos en nuestro poder todas las libreticas donde él hacía sus apuntes “literarios” que no son otra cosa que informes al enemigo. ¿Lo dudas?

—Dije que Golendorff era miembro del Partido Comunista francés y un amigo de Cuba.

—Como tú, ¿no?

Gritó entonces y extrajo del cajón del escritorio el manuscrito de mi novela En mi jardín pastan los héroes. Lo reconocí en seguida por las dos gruesas tapas plásticas que las empresas exportadoras soviéticas emplean en sus catálogos y que yo utilicé como cubiertas. Eran inconfundibles.[33]

El tumulto de 7 años en Cuba

“¿Se puede ser poeta en Cuba?“, se preguntaba la “insidiosa banda” de la editorial francesa Du Seuil que tradujo “a toda máquina” Fuera del juego. Hoy continúa la misma pregunta: ¿acaso se puede hacer una poesía civil en la Isla?, pero para que esa interrogante llegara a los periódicos de Europa alguien tuvo que sacar el libro de Padilla.

A Pierre Gollendorf lo detuvieron días antes que a Heberto y Belkis y fue declarado inmediatamente agente de la CIA. Lo condenaron a 10 años de cárcel, pero salió en 3 y con un futuro libro: 7 años en Cuba. A causa de que para esta investigación ha sido imposible acceder a dicho material, hacemos un enroque largo hasta la casilla del periodista Jacobo Machover, quien le realizó en 1999 una entrevista al francés:

Cuando me detuvieron, ellos me dieron a conocer un expediente importante, implicándome en actividades contrarrevolucionarias, pero aquello no se basaba en nada. En relación con Heberto Padilla, la única acusación real contra mí era que yo había enviado uno de sus manuscritos a la Editorial du Seuil. Conversábamos juntos bastante a menudo. Es algo bastante banal, pero no en Cuba.

Para Edwards, este fue el caso extremo de todo el caso: “había venido por primera vez con el Salón de Mayo y había regresado para el Congreso Cultural. Desde entonces permanecía en Cuba, casado con una cubana y con una hija de dos años. Gollendorf insistió mucho para verme y me explicó su urgente deseo de vivir en Chile, ahora que teníamos un gobierno popular. Estaba resentido y exasperado en Cuba, pero las autoridades no le daban el pase para regresar con su esposa y su hija a Francia, desde donde su aspiración era emprender el viaje a Chile”.

Otro intelectual extranjero que había venido a Cuba para el congreso de 1968 era el poeta alemán Hans Magnus Enzensberger. El anarquista europeo, en un principio deslumbrado con la Revolución cubana, fue poco a poco desencantándose, y ya para 1969 abandonaba definitivamente la Isla. En su libro Tumulto, ensayó sobre la relación del poder en la mayor de las Antillas y los visitantes foráneos:

A veces basta con tener trato con amigos con olor de herejía. O bien, algún fisgón casual da parte de manifestaciones groseras acerca del número uno del régimen. Así, el forastero adquiere un estatus para el cual el aparato cubano dispone del hermoso término de “conflictivo”. Traducido al lenguaje de la diplomacia, significa que se convierte en persona non grata. No es peligroso. No hay detención ni deportación, sólo se producen pequeñas trabas ocasionales, desaparece un privilegio exiguo y la vigilancia aumenta un pelín. No sé cuál fue, en nuestro caso, la gota que hizo desbordar el vaso. ¿El asunto Padilla? ¿Algo que publiqué en Europa? ¿O caímos en desgracia cuando el “máximo líder” elogió la invasión de Checoslovaquia? ¿Tardamos hasta ese momento en darnos cuenta?[34]

Padilla en su discurso no mencionó directamente a Gollendorf, pero sí cargó contra Enzensberger porque sostuvieron incontables conversaciones que pudieran ser un compendio de todas sus actitudes y posiciones acres, hostiles a la Revolución. El alemán después de salir de Cuba publicó un ensayo donde cargó contra el PCC. Heberto consideraba que lo atendía más a él que al resto de sus compañeros y amigos. De todas esas conversaciones estaba seguro de que había salido el juicio injusto y mal intencionado de Hans Magnus: “Y yo estoy seguro de que contribuí a deformar aún más su visión de nuestra Revolución, que no era muy entusiasta de todas formas”, dice en la sala Villena.

El ensayo al que se refiere el poeta, Imagen del partido, escrito en 1969, seis meses después de su partida, resume en 25 páginas lo que sintió en La Habana en aquellos tiempos. Con aquel ensayo quería demostrar dos cosas a los émulos de Castro en estas latitudes, que no se dejaba intimidar por ellos; y a su equipo oficial, que no tenían que suponer en él un propagandista suyo. Ambos destinarios reaccionaron con la correspondiente furia. Medio año después, Castro hizo el favor de desautorizar a los más fervorosos de sus partidarios.

Padilla era el invitado preferido de todos los que visitaban a Enzensberger en La Habana. Eran contemporáneos y le gustaba su carácter alegre y desenvuelto que oscilaba con gran facilidad entre la seriedad y el cinismo. Debido a su paso por Rusia se entendía muy bien con Masha, la esposa del alemán. De sus versos, comparte que circulaban bajo mano en el medio de los espíritus más libres y hasta llegó a traducir algunos.

Pero el traductor al alemán de Fuera del juego fue Günter Maschke. El germano había venido a Cuba luego de pedir asilo político ante el embajador de Cuba en Viena para no hacer el servicio militar. Enzensberger lo pinta como un hombre esponjado que entendía mucho de literatura. Fue quien le presentó a Padilla una noche en el Hotel Nacional de Cuba.

A diferencia de Gollendorf, a Günter lo expulsaron de Cuba antes de que viraran el tablero: “Un día me llamó desde su habitación para decirme con voz quebrada: Aquí tengo la Seguridad del Estado. Solo me han dado unos segundos para despedirme, me expulsan del país”. [35]

Enzensberger en medio del Tumulto tendría capacidad de resumir en versos lo que fue para él esa Habana convulsa:

No sabíamos que la fiesta había terminado hacía tiempo
y que el resto era asunto
de los directores de departamento del Banco Mundial
y de los camaradas de la Seguridad del Estado.

[…]

Debió de ser en junio, no,
fue a principios de abril, poco antes de la Pascua,
bajábamos por La Rampa,
Hablábamos en un galimatías
de español, ruso y alemán
de la terrible cosecha de azúcar
“de los diez millones”, hoy naturalmente
ya nadie habla de aquello.
¡Qué me importa a mí el azúcar, soy turista!,
gritó el desertor para luego citar a Horkheimer,
¡precisamente a Horkheimer
en La Habana! Hablamos también de Stalin
y Dante, ya no recuerdo por qué,
qué tenía que ver Dante con el azúcar…
Porque en las vísceras de la capital seguía pudriéndose
la vieja miseria, olía a viejos orines
y a vieja servidumbre.

[…]

Y aquel ser flaco recorriendo
La Habana, agitado, distraído, enredado en disputas,
metáforas, historias de amor sin fin… ¿realmente era yo?
No podría jurarlo.[36]

Coda(k)

César López publicó el Tercer libro de la Ciudad en 1995, un viaje de lo “enrarecido a lo sombrío” donde el poeta combate con su fe muerte. Cinco años después fue agasajado con el Premio Nacional de Literatura. Se pudiera decir que él, Pablo Armando Fernández y Antón Arrufat son los padres del término “resistencia creativa”.

Pablo Armando Fernández nunca opinó sobre el caso Padilla. No fue de los habituales en la Chapuza, y como bien dijo en su autocrítica, no hacía falta cambiar ni una palabra de Los niños se despiden, premio Casa de las Américas de novela en 1968.

David Chericián emigró en 1995 a Colombia. En algún momento anterior a su partida, le sentenció a Alcides: “Somos un caso, mira tú. Primero nos costó diez años darnos cuenta de que nos habíamos equivocado y después nos ha costado veinte años darnos cuenta de que nos habíamos equivocado”. En 1983 ganó el Premio de la Crítica Literaria en Cuba por su Junto aquí poemas de amor. Guillén jamás presionó nuevamente para entregarle un lauro.

A partir de la década del ochenta, José Lezama Lima ha sido objeto de múltiples métodos de desagravio. Su casa de Trocadero fue convertida en museo.

escritores cubanos Estocolmo
De izquierda a derecha Pablo Armando Fernández, Lourdes Gil, René Vázquez Díaz, José Triana, Reina María Rodríguez, Antón Arrufat, Manuel Díaz Martínez; sentados Senel Paz y Heberto Padilla, en el encuentro de escritores cubanos en Estocolmo, 1994 (FOTO archivo de Manuel Díaz Martínez)

Hay rumores de que Norberto Fuentes planea desde Miami demandar a Pavel Giroud por el documental El caso Padilla.

Después de publicar Poesía engavetada, Víctor Casaus en el blog Segunda Cita e Iroel Sánchez en Rebelión, se hicieron eco de la falsa muerte de José Yanes en el entonces cerrado y precario escenario digital cubano. Los asesinos nunca rectificaron públicamente su error, pero Yanes sigue en Hawái gozando de buena salud.

Belkis Cuza Malé y Heberto Padilla fundaron en 1982 en Princenton, New Jersey, la revista Linden Lane Magazine, especializada en la literatura cubana del exilio, con parte del dinero ganado por la publicación de En mi jardín pastan los héroes. Heberto nunca estuvo de acuerdo con esa empresa. Con problemas de alcohol, las complicaciones cardiovasculares lo llevaron a una temprana muerte en el año 2000. Belkis continúa publicando la revista cada trimestre.

Rafael Alcides, debido a un conflicto personal con Chericián y Guillén, estaba alejado de la UNEAC en 1971 y no asistió a la reunión. Sin embargo, él también sufrió consecuencias de lo que ahí ocurrió. Se tuvo que conformar con La pata de palo, en 1967, porque siguió cojeando en todos los setenta hasta que le publicaron en 1983 el ya histórico libro Agradecido como un perro.

En 1991, se haría pública la “Carta de los 10”, un documento donde intelectuales de la Isla hacían peticiones moderadas al gobierno para tratar de mejorar la grave situación que afrontaba el país. Manuel Díaz Martínez puso su nombre en ese documento redactado por Fernando Velázquez Medina, como puso su voz el 27 de abril de 1971 para pedir diálogo. Entre 1984 y 1991 le habían publicado además de Mientras traza la curva el pez de fuego, el poemario El carro de los mortales y Virgilio López Lemus lo había antologado en Alcándara. En febrero de 1992 partió junto a su familia al exilio a través de la Universidad de Cádiz. Si en su patria no cabe la libertad prefiere morirse de distancia en la isleta. Una vez ganó un torneo de ajedrez.

Heberto Padilla | Rialta
Heberto Padilla

Notas:

[1] El nombre se lo puso, Gustavo Eguren. Todo esto lo recuerda 40 años después el escritor Miguel Ángel Sánchez.

[2] Manuel Díaz Martínez: “El hombre que ríe”, Vivir es eso, UNEAC, La Habana, 1968, p. 22

[3] Manuel Díaz Martínez: Solo un leve rasguño en la solapa, AMG Editor, Logroño, 2002.

[4] Cohen fue el primer traductor a la lengua inglesa del poemario Fuera del Juego.

[5] J. M. Cohen: En tiempos difíciles, ed. cit., p. 33.

[6] Ibídem, p. 77.

[7] Manuel Díaz Martínez: Solo un leve rasguño en la solapa, ed. cit., pp. 48 y 49.

[8] Rafael Alcides: “Recordando a David Chericián”, Encuentro de la Cultura Cubana, n. 34/35, otoño/invierno, 2004/2005 p. 274.

[9] Posteriormente saldrá un texto donde profundizo y contrasto más información sobre este misterioso manuscrito aparentemente inédito de David Chericián.

[10] Rafael Alcides: Ibídem, p. 275

[11] Manuel Díaz Martínez: Solo un leve rasguño en la solapa, ed. cit., p. 50.

[12] Armando Chávez Rivera: César López: el poeta en la ciudad, Ediciones Sed de Belleza, 2004, p. 47.

[13] Efraín Rodríguez Santana: “A doce pasos está el mar” en César López, Libro de la ciudad, Ediciones Unión, 2006.

[14] César López: Libro de la Ciudad, ed. cit., p. 78.

[15] Todas las citas al discurso de Padilla y las demás intervenciones de la reunión en la sala Villena de la UNEAC el 27 de abril de 1971 están tomadas del folleto Boletín Informa Cultura del Departamento de Relaciones Culturales con el Extranjero o, en su defecto, transcritas del documental de Pavel Giroud El caso Padilla.

[16] El libro ganador fue Diario del cuartel, del uruguayo Carlos María Gutiérrez (publicado por Casa de las Américas en 1970).

[17] Armando Chávez Rivera: ob. cit, p. 58.

[18] Jorge Luis Arcos: “César o la poesía de la historia”, Encuentro de la Cultura Cubana, n. 16/17, 2000, p. 33.

[19] José Yanes: Permiso para hablar, ed. cit., p. 43.

[20] En La mala memoria, Padilla apunta que la referencia a Ortega y Gasset que realiza durante la autocrítica no estaba en la carta original que le hizo escribir la Seguridad del Estado y, por tanto, no fue incluida luego en las transcripciones del hecho.

[21] Heberto Padilla: La mala memoria, Hypermedia, Madrid, 2018, p. 175. Padilla indica que dos amigos fueron con él a visitar a Lezama ese día. Descartado Díaz Martínez y Belkis Cuza, del resto de los posibles implicados solo queda vivo Norberto Fuentes y José Yanes. Debido a la propensión de Fuentes para contar todo tipo de detalles, sería llamativo que en Plaza sitiada pasara por alto esta reunión de haber sido él uno de los dos acompañantes. Yanes jamás se ha pronunciado sobre una visita a casa de Lezama. De haber sido Pablo Armando y César López lo más probable es que Padilla lo hubiera plasmado porque los menciona durante todo el libro. A quien no le dedica ni dos palabras es al narrador David Buzzi, cercano a Padilla durante su detención y a quien el poeta menciona en la autocrítica. Por qué no lo nombra en sus memorias: pudiera ser porque Buzzi (conocido como Buzzifer en el ambiente literario) se destapó años más tarde como un agente de la Seguridad del Estado. De cualquier manera, Buzzi falleció en 2004.

[22] Jorge Luis Arcos: “El barroco carcelario”, Cubaencuentro, 2006.

[23] Armando Chávez Rivera: ob. cit., p. 50.

[24] Duanel Díaz: “Norberto Fuentes, Heberto Padilla y el heroísmo revolucionario”, Hypermedia Magazine, octubre, 2018.

[25] Norberto Fuentes: “Orden número trece”, Condenados de Condado, Casa de las Américas, La Habana, 1968, pp. 34 y 35.

[26] Duanel Díaz: ibídem.

[27] Ídem.

[28] Belkis Cuza Malé: “La detención”.

[29] Belkis Cuza Malé: “La biografía de un poeta”.

[30] J. M Cohen: ob. cit., p. 77

[31] Ídem.

[32] Belkis Cuza Malé: “La detención”.

[33] Heberto Padilla: La mala memoria, ed. cit., p. 183.

[34] Hans Magnus Enzensberger: Tumulto, Malpaso, Barcelona, 2015, p. 214.

[35] Heberto Padilla: La mala memoria.

[36] Hans Magnus Enzensberger: ob. cit., pp. 206 y 207.

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4 comentarios

  1. Muy bueno tu artículo, Fabio.
    Por alusiones, me gustaría precisar algo sobre el tema de la asistencia (o mejor, de la no asistencia) de Lezama a la reunión en la UNEAC. Sabemos que la presencia de los citados era «obligatoria». Padilla, en «La mala memoria», escoge contar por qué el seguroso que lo acompañaba disculpó a Lezama de asistir. Se ha exagerado esa concesión, convirtiéndola en prohibición o en orden de no asistir, lo cual es simplemente falso. (Dice Ponte que fue para «aliviar la ceremonia», que tal vez no querían lluvia de metáforas en la Sala Villena. Quizás, aunque la «segurología», que Ponte ya practicó con malos resultados en su artículo sobre Lezama y la Stasi, es ciencia infusa, demasiado especulativa. En cualquier caso, ese alivio o esa alergia a las metáforas no incluía sacar a Lezama del guión: se le mencionó con largueza, y se le hizo pagar por «contrarrevolucionario»).
    Volviendo a Padilla, a su cita: «El oficial le dijo que no tenía que asistir a ella, que incluso Nicolás Guillén, presidente de la Unión, rehusaba estar presente y que José Antonio Portuondo se ocuparía del asunto. Lezama lo oyó muy atentamente y después de una pausa dijo: ‘Lo que no me explico es el valor que puede tener una reunión entre nosotros para frenar el escándalo’. El oficial le interrumpió: ‘Es una decisión de alto nivel’.» ¿Por qué, si aceptamos la versión de Padilla, nos quedamos con la voz del oficial y se ignora esa segunda parte en la que Lezama riposta con claridad y refuta la idea misma de la reunión y su presunta utilidad? Ese cara a cara y esa negativa a asistir fue, en mi opinión, un acto de entereza, no de pereza, anuencia o conveniencia.
    En sus recuerdos, Díaz Martínez sí incluye a Lezama en la lista de los citados que tendrían la oportunidad de «reafirmarse» reconociendo en público sus errores. Norberto Fuentes también me confirmó, y cito email suyo, que «Padilla tenía la tarea de ver a Lezama como una manera de comprometerlo en lo que iba a pasar por la noche, ya que se sabía que Lezama no iba a asistir». Lo de esa mañana fue una manera de conseguir lo que sabían que no obtendrían por la noche.
    Pero el testimonio más importante de que dispongo sobre el hecho de que Lezama no le veía sentido a sumarse a aquel circo (sospechaba con razón que aquel montaje-escarmiento no concernía solo a Padilla sino a todos los escritores cubanos) me lo dio Chantal Dumaine de Triana en una entrevista. Es un testimonio importante porque Chantal pasó en casa de Lezama la noche de la autocrítica de Padilla. Por su relato, sé que el escritor se había negado explícitamente a asistir; que él y su esposa estaban muy nerviosos y que esperaban que Pepe Triana pasara por Trocadero 162 luego de la reunión a contarles lo sucedido. Pero este, al salir, ya tarde y afectado por lo que allí había visto, prefirió ir directamente a su propia casa, y llamó a Chantal para decirle que regresara también a Nuevo Vedado donde estaban viviendo, y que ya le contarían luego a Lezama todo lo sucedido.

  2. Fui amigo de José Triana y de su esposa Chantal, semanalmente o quincenal, nos reuníamos en su apartamento en el nuevo vedado, yo era un escritor joven, de Triana aprendí mucho, a pesar de mis noveles intentos, quizá pueda decir, que fui el único allegado que sabía lo de su partida definitiva hacía Francia, aquello lo destrozaba, me dejó toda su ropa extrajera, su equipo de sonido y muchas cosas más, cuento ésto para justificar lo que quiero decir, Triana sintió la retracción de Padilla una traición a todos los artistas que lo apoyaron, en ocasiones yo quise saber a fondo lo sucedido en aquella reunión y se negó a contarme, a gracias a usted, veo la profundidad del caso, conozco a Manuel Díaz, ya que vive las palmas de e Gran Canaria y yo resido en el sur y desde que salió nuevamente el caso Padilla, le invité ir a la radio del Sur de canarias, pero al parecer si edad y su estado físico,no se lo permite. Conocí a Padilla en el congreso de intelectuales del exilio de 1985 en Caracas, allí le regalé un manual poético en el cual le dedicaba uno de los poemas. Ya de última, fui el primer escritor cubano en escribir sobre los campos de concentración UMAP, chivateado, lo ok r un ex miembro de la UMAP, QQ ie me dió algunos datos, la seguridad del estado, se encargó del resto.

  3. Ok. Pero hay algunos datos equivocados. Inexactitudes. Han pasado los años y es dificil recordar tantos detalles, hilvanar toda la trama que el autor no ha vivido, sino recogido de otros.
    Qué pena que Heberto siga siendo para algunos «el malo de la película», cuando muchos de los escritores y artistas de la época eran agentones de la Seguridad del Estado…
    Gracias,
    Belkis Cuza Malé

  4. Fabio que orgullo encontrarme este tipo de artículos y que seas el autor!!. Desde mi punto de vista, y que no es el mejor, ya que trabajo las mentalidades y la institución eclesiástica en la colonia, me parece muy buena la otra lectura del caso Padilla.

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