Cierto autor novel estrenó recientemente una obra en uno de nuestros tablados de teatro experimental. La crítica acogió su esfuerzo con simpatía y benevolencia. A pesar de ello, el pretenso dramaturgo ha publicado un artículo lleno de bilis contra los críticos que osaron poner reparos a su pieza, llegando en su histérico arrebato a dudar de la honradez y buena fe de los que redactamos las secciones teatrales en nuestra prensa. El querido compañero Luis Amado Blanco, aludido especialmente en ese “desahogo”, ha escrito con este motivo unas justas y atinadas cuartillas, que publicamos a continuación, en prenda de cordial solidaridad.
He aquí el trabajo del doctor Amado Blanco, cuyo título es el que encabeza hoy estas columnas.[1]
Nota:
[1] En el original se reproduce a continuación “Los intocables”, de Luis Amado Blanco, publicado en Prometeo, año 2, n. 12, La Habana, diciembre, 1948, pp. 2-3.