Lo que ha habido en el país es la recuperación de las libertades públicas, la recuperación de los derechos ciudadanos, de prensa, de reunión, de escribir, de pensar y de hablar; eso es lo que se ha establecido en el país.

¿Perseguir a La Marina porque sea un periódico de tendencias derechistas, o perseguir a otro porque es de tendencia de izquierda, a uno porque es radical o de extrema derecha, y a otro porque es de extrema izquierda? No. Lo democrático es lo que estamos haciendo nosotros.

Los que hablan de democracia deben empezar por saber en qué consiste el respeto a todas las ideas, a todas las creencias, en qué consiste la libertad y el derecho de los demás. Y sinceramente nosotros respetamos a todo el mundo; no perseguimos a nadie.

Y ¿qué se pretende?, ¿que nosotros vengamos a clausurar, a perseguir ideas? No, señor; digo terminantemente que no. Yo no hago distinción, y como gobernante tengo que tener un respeto igual para todas las ideas.

Si perseguimos un periódico y lo clausuramos, ¡ah!, cuando se empiece por clausurar un periódico, no se podrá sentir seguro ningún diario.

Palabras del doctor Fidel Castro en el programa
Ante la prensa, de CMQ-TV, el 2 de abril de 1959

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En flagrante contradicción con estas palabras y con muchas otras pronunciadas en diversas ocasiones, el Primer Ministro del Gobierno y los responsables del Gobierno, en sus últimos discursos pronunciados con motivo de la concentración ante el Palacio Presidencial, en comparecencias posteriores ante las cámaras de televisión y, últimamente, en el acto inaugural del X Congreso Obrero organizado por la CTC, volvieron a dirigir ataques infundados y a hacer imputaciones injustas al Diario de la Marina y a su director. Casi simultáneamente en La Habana, en Cienfuegos y en otras ciudades y poblaciones del territorio nacional se han llevado a cabo demostraciones agresivas contra este periódico, tales como quemas de ejemplares en las plazas públicas, carteles con amenazas e insultos y actos de calle, incitando a las masas a ejercer la violencia contra este órgano de opinión nacional. Y en estos últimos días, un grupo de comunistas arrancó una placa conmemorativa en honor a la memoria de nuestro inolvidable director José I. Rivero, en una de las calles de la ciudad de Nuevitas

A la par de esa campaña, se ha desatado otra de boicot contra el Diario, consistente en amenazar a los lectores y anunciantes de este periódico, así como a los clientes de las industrias y comercios que en nuestras páginas se anuncian, con el propósito, según declaran públicamente los mismos inductores y ejecutores de esa campaña, de matar a este órgano de opinión “por anemia”, cerrando así un centro de trabajo en que se respetan todas las leyes sociales y en el cual libran su sustento varios centenares de familias.

De este modo se finge respetar la libertad de prensa, pero al mismo tiempo se atenta por medios oblicuos contra la existencia de un periódico más que centenario. Sólo por haber ejercido el derecho de opinión y de crítica, nuestro periódico se ha visto duramente atacado por el Primer Ministro y por algunos de sus más destacados colaboradores en la tribuna pública, y por la televisión y la radio; y se nos ha acusado de contrarrevolucionarios y de que estamos en convivencia con elementos del pasado régimen para conspirar y atentar contra el Estado; y de que recibimos subsidios de personas y corporaciones afectadas por las leyes revolucionarias; y se trata de confundírsenos ante la opinión pública con los que siguen los dictados de Batista y de Trujillo; y en sincronización con esas infundadas agresiones verbales, se queman ejemplares de nuestro periódico, se realiza nuestro entierro simbólico, y se despliega toda una campaña para que nadie lea el Diario, ni se anuncie en sus páginas, a fin de que nuestra empresa y nuestros centro de trabajo desaparezcan por estrangulación económica.

Hay muchas maneras de mediatizar la libertad de prensa y hasta de suprimirla. Una de ellas es la que acabamos de mencionar. Se pretende asfixiar económicamente al Diario, colocar contra el a ciertos elementos exaltados de la población y sustituir a este periódico independiente por un órgano oficial más –u oficioso– del Gobierno.

No decimos esto con ánimo de polémica, ni para quejarnos o protestar. Nosotros no producimos polémicas ni agresiones; sólo producimos ideas y las mantenemos con firmeza. Sencillamente, denunciamos estos hechos ante la opinión pública cubana y ante la opinión pública del continente americano. A esta opinión pública, que día a día va fabricando la historia, le dejamos el enjuiciamiento de esos métodos indirectos para coartar y ahogar la libertad de prensa. Una vez más, repetimos que todo el “delito” del Diario es haber dicho y continuar diciendo sin ofensa lo que siente y piensa, y de haberlo dicho públicamente y de frente, sin conciliábulos secretos, sin connivencias con nadie, sin contactos de ninguna clase con los elementos desplazados del poder el 1o de enero. Nuestra opinión, que es la misma de numerosos y respetables sectores del país y la de millares de cubanos, responde a concepciones e ideas que no tienen nada de circunstanciales, y que no nacieron ayer, y que han orientado nuestro criterio durante muchos años. Y sin embargo, jamás en nuestra larga historia hemos tenido que afrontar una situación tan especial y difícil. Por una parte, se nos dice y reitera que el Gobierno respeta y garantiza la libertad de prensa. Por otra parte, cuando en uso legítimo de esa libertad enjuiciamos desde nuestro punto de vista cualquier problema nacional, el propio Primer Ministro y otros altos personeros de la Revolución van a la tribuna, a la radio o a la televisión, no a refutar con ideas nuestras ideas, no a criticar nuestras críticas con el respeto con que nosotros lo hacemos siempre, sino a proferir agresiones verbales de toda índole, a calificarnos de contrarrevolucionarios y ponernos en la picota pública para que ciertas masas enardecidas desaten contra nosotros el boicot, la coacción y otras formas de violencia que no son propias del estilo de nuestro noble pueblo, sino del comunismo que divide y siembra odios. Y todavía hay más: hasta nuestro silencio se interpreta como “sospechoso”, como “contrarrevolucionario”, por ciertos voceros oficiales u oficiosos del régimen. Delito si hablamos. Delito si callamos. ¿Qué es lo que se quiere? ¿Se garantiza de este modo la libertad de prensa? Ya no sabemos cómo demostrar que el Diario no es enemigo de la verdadera, sana y legítima Revolución cubana, y que deseamos la mejor canalización democrática, económica y jurídica del proceso revolucionario; si bien nos parece oportuno afirmar, para evitar todo confucionismo, que cuando nos estamos refiriendo a la Revolución, estamos pensando en la Gran Causa abrazada por el pueblo de Cuba contra la Dictadura, es decir, por el restablecimiento de la democracia y del derecho del pueblo a escoger libremente a sus gobernantes, por la erradicación definitiva de la fuerza como sistema de gobierno para imponer la ley, por la restauración del derecho a opinar libremente, sin terrores oficiales. Con esa Cuba libre y democrática, soñó todo el pueblo y fue su pasión por la libertad la que le encendió el corazón contra la Dictadura, el atropello y vilipendio de todos los derechos: la misma que le encendió el corazón en aquel emocionante espectáculo de patriotismo y de fe con que comenzó el año y que culminó en el apoteósico recibimiento del Ejército Rebelde en La Habana.

El Diario combatirá todas las adulteraciones flagrantes de esta Revolución y la desnaturalización sistemática de sus principios por aquellos que pretenden convertir la libertad de todo el pueblo en la dictadura de una clase, el derecho a elegir libremente a los gobernantes en aceptación fatalista y mansa de mandatos sin términos conocidos, la libre expresión del pensamiento en feroz mandarinato ideológico, los derechos individuales en letra muerta. Y las combatirá porque esta suplantación de la ideología cubana por la ideología extraña de una revolución marxista constituye una violación de la voluntad mayoritaria del pueblo cubano y de sus tradiciones democráticas.

El Diario quiere afirmar que se siente obligado, por imperativos de conciencia insoslayables, y por fidelidad y respeto a la voluntad mayoritaria y tradicional del pueblo de Cuba, a oponerse resueltamente a las maniobras indeseables que aspiren a secuestrar las libertades, derechos democráticos e independencia política y económica de nuestra nación. Y se opondrá también a todo intento de conducir al pueblo, con engaños y mentiras, a hacer causa común con las fuerzas siniestras del ateísmo y del odio que, desde el otro lado de la Cortina de Hierro tejen la gran conjura internacional contra la civilización occidental, cristiana y democrática.

O dicho más brevemente y mucho más claramente: estamos por la Revolución si la revolución significa libertad, democracia, justicia social y colaboración de clases, reguladas por el Estado en nombre del bien común. Y estamos contra la Revolución –y harán bien en llamarnos contrarrevolucionarios los gacetilleros oficiosos–, si por revolución se entiende la abolición de la legítima propiedad privada y la comunización de los medios de producción, la muerte de la libertad, la dictadura por la fuerza, el desdén absoluto por la voluntad mayoritaria de la nación, el odio de clases, el hacer causa común con las fuerzas totalitarias rojas y la utilización de Cuba como una “quinta columna” encargada de crear a las fuerzas de la democracia los conflictos peores, para dividir y debilitar la unidad de los pueblos llamados a salvar al mundo de la noche roja.

Ante esta realidad evidente y dolorosa, nos queda como única compensación el saber que no estamos solos. El Diario de la Marina no es un cuerpo de principios aislados en medio de la república. No representa el criterio exclusivo de sus editores. Los que creen que la propiedad privada debe ser fortalecida y no debilitada, y que deben darse oportunidades a la empresa libre para la industrialización del país, para el desarrollo de fuentes de riqueza y para la creación de nuevos centros de trabajo que disminuyan el desempleo, son mucho más numerosos de lo que suponen quienes aspiran a que todo el país se muestre unánime o resignado ante ciertas leyes y medidas. La uniformidad mental no existe ni es compatible con la democracia.

El único “delito” del Diario, aquel por el cual se le persigue, se le ataca y se le quiere hacer la vida imposible, es que se ha permitido orientar y criticar en un momento en que, por lo que se ve, lo único que se admite es la adhesión y el aplauso incondicionales.

¿Qué ha pedido el diario? El retorno a la normalidad democrática y al imperio de la paz y el orden jurídico. ¿Para qué lo ha pedido? Para que la democracia funcione en Cuba después de largos años de eclipse y para que el pueblo escoja el Gobierno representativo que libremente quiera darse. ¿Es esto delictuoso? ¿Es inmoral? ¿No hay en Cuba infinidad de ciudadanos que piensan lo mismo? ¿No los hay en las propias filas de la Revolución?

A pesar de la campaña para la estrangulación económica del Diario de la Marina, de la coacción y de las amenazas constantes, habrá observado el lector que no hemos dado un paso atrás, ni lo daremos, porque nuestros criterios, como la verdad, son irreductibles. La parte física y externa de un periódico importa poco. Lo que importa es su contenido ideológico. Seguiremos, pues, siendo siempre el mismo periódico que nuestros lectores siguen con amor. Ni aunque nos quedásemos con una sola hoja cambiará nuestra ideología, que es la expresión de un cuerpo doctrinal armónico, basada en la filosofía y doctrina moral del Cristianismo, en la tradición democrática del pueblo cubano y en las fórmulas específicas de justicia social de la Iglesia, cristalizadas ya en las naciones más maduras de Europa en los Partidos Demócrata Cristianos, y que en los Estados Unidos después del año 1933, han consolidado un capitalismo moderno y dinámico de justicia social, regulada por un Estado democrático, que conserva y respeta la libre empresa como motor esencial del desarrollo económico, y que ha logrado que este sea suficiente para asegurarle a ese gran país, con su enorme incremento democrático, el standard de vida más alto del mundo.

Esta síntesis de la libertad, que tiene como fundamento la dignificación de la persona humana, es la esencia de la doctrina social cristiana, la gran fe de este periódico y la única esperanza de todos los cubanos frente a las aberraciones anticubanas, antiamericanas, anticristianas y antidemocráticas –que todas son una misma cosa– que hoy amenazan arteramente el futuro y la estabilidad de nuestra patria.