Hace unos días apareció en las páginas de Revolución un artículo del señor José Baragaño sobre el grupo Orígenes que, por tendencioso y carente de toda seriedad crítica e intelectual, merece una contestación. Me he tomado la prerrogativa de salirle al paso al nuevo pontífice porque, aunque no soy precisamente del “grupo” (entiendo que el llamado grupo Orígenes está integrado por los poetas cubanos que aparecieron en la famosa antología redactada por Cintio Vitier), sí fui durante diez años coeditor con el señor Lezama Lima de la revista, y todo lo que allí se publicó tuvo mi aprobación previa. Creo que todo escritor serio debe enfocar los problemas de la cultura de su país con cierto grado de mesura y veracidad. Falsear los hechos, atacar personalmente al escritor no contribuye a esclarecer el fenómeno literario o a situar en su momento histórico la obra del artista. El intelectual que quiera contribuir a crear un estado de conciencia nueva para su país no puede partir de una actitud inconsciente y mezquina. Baragaño comienza por decir que el grupo “aparece en 1936” cuando estalla la Guerra Civil Española. Esto no es cierto, pues la revista aparece en la primavera de 1944. La intención es obvia: situar al grupo de espalda a una guerra civil (¿analogía con nuestra reciente Revolución?) y así tacharlo de reaccionario. En el editorial del primer número escribimos:

La libertad consiste para nosotros [los editores, se entiende; no el grupo] en el respeto absoluto que merece el trabajo por la creación, para expresarse en la forma más conveniente a su temperamento, a sus deseos o a su frustración, ya partiendo de su yo más oscuro, de su reacción o acción ante las solicitudes del mundo exterior, siempre que se manifieste dentro de la tradición humanista y la libertad que se deriva de esa tradición que ha sido el orgullo y la apetencia de lo americano.

No creo que esta actitud ideológica de la revista Orígenes, que se mantuvo a través de diez años, esté reñida con los tiempos que vivíamos. Porque dice el señor Baragaño que la respuesta del grupo Orígenes ante la historia fue la de “un grupito de pequeños escritores”, que al ignorar su tiempo “se refugiaban en la más absurda de las reacciones, el colonialismo. Miran hacia atrás; mirar hacia atrás en Cuba es aceptar la esclavitud y la colonia”. Esto no es sólo demagogia sino que demuestra una total carencia de espíritu crítico por parte del señor Baragaño. Según él, en su afán por desvirtuar la obra literaria de un grupo de escritores cubanos, todos somos partidarios de la colonia y la esclavitud. ¿Quién que se considere un intelectual serio puede leer estas palabras del señor Baragaño sin echarse a reír? Aparte de estas consideraciones, habría que preguntarse: ¿qué hacía el señor Baragaño por aquellos años en que el grupo Orígenes se dedicaba a “mirar hacia atrás”? ¿No es cierto que este mismo “superrevolucionario” de hoy trató por todos los medios a su alcance que le publicasen sus poemas en las páginas de la revista Orígenes, de esa misma revista que él ahora califica de colonialista? Si yo, como el señor Lezama Lima, me opuse a publicar en aquella ocasión sus poemas fue por la sencilla razón de que los considerábamos de inferior calidad literaria. Tampoco el rechazo de su colaboración se fundó en que venían de un “supuesto” anarquista (la tesis política esgrimida tantas veces), pues ya Orígenes había publicado poemas de un escritor comunista, Aragon, en 1946. ¿No habrá entonces mucho de resentimiento, y menos de justificación política, en la diatriba del señor Baragaño? Vamos a pensar que no.

Más adelante dice Baragaño que “los originales atacan en público y en privado al pueblo cubano diciendo que está corrompido; daban la espalda al pueblo, y ellos, los purísimos, se dedicaban a la abominación de la indiferencia ante el drama de sus compatriotas”. Yo quisiera que el señor Baragaño me mostrase algún escrito de los “originales” atacando al pueblo cubano o llamándolo “corrompido”. Igualmente le preguntaría al poeta surrealista: ¿qué hacía él personalmente durante los años en que se publicaba la revista Orígenes? ¿No sería más justo confesar que todos estábamos sumidos en ese escepticismo y desesperanza que el mismo Fidel Castro señaló como una característica del pueblo cubano ante los desmanes y la corrupción de los gobiernos anteriores? ¿O es que el señor Baragaño va a venir a decirnos a nosotros que él era el único intelectual cubano que de 1936 a 1958 mantuvo una actitud de rebelión y de defensa del oprimido pueblo cubano? Si esto es cierto, me gustaría ver los poemas o ensayos donde el señor Baragaño expone estas ideas. Porque es falso, absolutamente falso, cuando el señor Baragaño escribe: “En 1936 nos encontrábamos bajo la primera tiranía militar de Batista, el grupo Orígenes tomaba como bandera lo hispánico, el franquismo y, como consecuencia, la dictadura”. Aparte de la falsedad histórica de esta declaración (ya vimos que Orígenes aparece en 1944), observemos cómo el señor Baragaño razona infantilmente, por analogía, hasta llegar a la conclusión que éramos franquistas y tomábamos como bandera la dictadura. Con la mala fe –pues no de otra cosa podemos calificar este alegato– que lo caracteriza, el señor Baragaño olvida, o pretende olvidar, que la revista Orígenes fue la publicación de los poetas republicanos exilados en América. Desde su fundación colaboraron en ella los más grandes poetas de la España republicana: Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, y escritores tan poco “franquistas” como Bergamín, María Zambrano, Juan Marichal, José Moreno Villa, el marxista Stephen Spender (que peleó contra Franco en España), Aragon, Éluard y otros muchos. Y jamás publicaron en esa misma revista los numerosos poetas que (inclusive sin ser muchos de ellos franquistas) optaron por permanecer en la España de Franco. No sólo es cierto que no fue Orígenes jamás franquista, sino que estos escritores exilados la consideraron siempre su revista en América. De ello hay innumerables testimonios, y vaya uno al azar. Copio de una carta que me escribió el poeta Pedro Salinas desde su exilio en San Juan Puerto Rico, el día 21 de febrero de 1946: “Estimado amigo Pepito: Sigo recibiendo señas de vida de Orígenes. La revista misma, que encuentro muy firme de orientación, más cada día. Los cuadernos de Vitier y Lezama me llegaron oportunamente, los leí con sumo gusto. Cada uno a su manera son dos poetas indudables, con mayor maestría, claro Lezama. Vitier tiene una pureza y fervor invariables.” No creo que el señor Baragaño va a venir a contarnos ahora que el señor Salinas era franquista o que le gustaba la poesía de Lezama y Vitier porque eran poetas que añoraban una vuelta a la colonia y a la esclavitud. Me parece que el lector avisado comprenderá que los motivos que mueven la pluma del señor Baragaño no son los más puros ni los más desinteresados.

Y en cuanto a política cubana, vamos a contestarle al señor Baragaño. El señor Gastón Baquero publicó una sola vez en Orígenes (en el primer número), y cuando da el salto de Información al Diario de la Marina no volvió a publicar en sus páginas (también hay que recordar que los editores de los primeros números de la revista Orígenes eran, aparte de Lezama y el que esto escribe, los señores Lozano y Mariano, que nunca fueron considerados franquistas o colonialistas). Si el señor Baquero echó su suerte con los dictadores hispanoamericanos, nada tiene que ver con el grupo o la revista Orígenes. Muchos intelectuales se equivocaron en Cuba en el momento de tomar partido, pero que no venga el señor Baragaño a querer asumir el rol de Robespierre cubano, porque entonces tendría que aclarar otros asuntos. Primero, muchos que hoy día están con la Revolución, por inconsciencia o porque no vieron lo cerca que estaba la tormenta, se mostraron tibios o despreocupados ante el madrugón del 10 de marzo. Así se da el caso que algunos de ellos acudieran a colaborar en el recién fundado Instituto de Cultura cuando el señor De Zéndegui proponía un programa cultural reñido con los más elementales principios democráticos. Si la generación de Orígenes es reaccionaria y estaba de espaldas al pueblo desde 1936 como alega el señor Baragaño, ¿cómo justifica el señor Baragaño la presencia en ese mismo Instituto de Cultura de tantos intelectuales que hoy día pasan como revolucionarios? Si Lezama dio unas conferencias en el Instituto y por ello se le ataca, ¿por qué no hablamos de los otros escritores que le hacían la corte al señor De Zéndegui desde el mismo 10 de marzo? ¿Dónde empieza a trazarse el grado de participación y culpabilidad del intelectual cubano? ¿Desde la fecha alejada de la Guerra Civil Española o desde el 10 de marzo? Si todos estábamos involucrados en el drama cubano desde 1936, como quiere hacernos ver Baragaño, ¿quiénes son los verdaderamente “puros” del momento actual? ¿No será que el señor Baragaño quiere ahora pasar como más revolucionario que nadie inventando una leyenda negra de un grupo de escritores cubanos que si de algo puede acusárseles es precisamente de ser apolíticos? Porque políticos nunca fueron, ni botelleros, ni batistianos, ni franquistas, ni impostores. Escritores sí fueron, dejándonos una obra que ha sido elogiada y comentada por críticos mucho más sagaces y preparados intelectualmente que el señor Baragaño. Nadie puede tomar en serio la actitud crítica de un escritor como el señor Baragaño, que habla de la poesía cubanísima de Eliseo Diego tildándola de “un sentimentalismo municipal del más grosero” o que puede ignorar que entre esos escritores que vivieron de espalda al pueblo está un García Vega, que ha escrito un libro tan nuestro como Espirales del cuje, o poetas que han cantado con tanta finura lo cubano como el padre Gaztelu, Fina García Marruz o Roberto Fernández Retamar. Porque, a fin de cuentas, si vamos a borrar de un golpe nuestra tradición literaria de los últimos veinte años como pretende el señor Baragaño, que ha tenido la osadía de decir que antes de él no ha habido poesía en Cuba, nos quedaríamos con ese vacío tan apetecido por él y en el que quisiera instalarse definitivamente, pero sin la más mínima justificación. Porque yo preguntaría, no al señor Baragaño sino a la nueva generación cubana, ¿qué obra literaria de valor puede presentarnos este señor que ahora pretende hacerse pasar por el pontífice y rector de la cultura cubana?

Dice Baragaño que hace años viene luchando “por crear una nueva conciencia, por levantar nuestro estado de mediocridad intelectual a la altura del hombre moderno”. Con lo que debemos entender que Baragaño es el único hombre moderno entre nosotros: todos mediocres intelectuales. Dice que suele ocuparse de Hölderlin y Mallarmé (extraña confesión de un hombre moderno que cita a Brecht, Artaud y Orwell), pero parece que no recuerda que entre esos escritores que él llama “infinitamente pequeños” hay algunos que han recibido el reconocimiento de críticos extranjeros mucho más capacitados que él para hablar de poesía y de modernidad. Querer negar toda una generación, con cuyo credo estético podemos estar reñidos, no es hacer obra revolucionaria. Querer abolir una tradición literaria, que de por sí es pura tontería, es ser reaccionario. Querer ignorar escritores que han puesto el nombre de Cuba y de sus letras muy en alto en los centros intelectuales más responsables y cultos de América y de Europa es hacerle un daño irreparable a nuestra cultura y a nuestro pueblo. Que también son los escritores pueblo. Y lo que futuras generaciones no olvidarán son las obras que quedan de nuestros escritores y artistas. Y lo que nadie recordará son las diatribas de los escritores resentidos y difamadores que en nada han contribuido a las letras y las artes de la Patria.

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