A pesar de que el señor José Rodríguez Feo no se encuentra en condiciones de hablar en nombre del grupo Orígenes –está separado del grupo desde el año 1954–, respondo a su artículo, comprendiendo que los lectores de Revolución tienen derecho a conocer los datos en que apoyo mis opiniones. Se trata de un conflicto de conciencia literaria y política, apasionada si se quiere –la historia se escribe con ira y con pasión–, y no de una querella personal: no conozco en ese sentido al escritor José Lezama Lima ni al editor, el señor José Rodríguez Feo, a quienes he visto en muy pocas ocasiones. No aceptaré la reducción de una discusión en que se pone en juego una posición ante la historia y la poesía a un conflicto meramente literario, que suscita un señor que no tiene más contacto con la literatura que el otorgado por su costumbre de gastar dinero en editar revistas.

En su artículo Rodríguez Feo hace esfuerzos desesperados por separarme de la dirección central de mi denuncia. El ataque reposa sobre la impostura poética y filosófica del grupo. Hablo de la incomprensión de la esencia del lenguaje patente en la confusa y no oscura expresión de Lezama. Poesía, partiendo de Éluard y Breton, es todo lo que es plena conciencia o inconscientemente el lenguaje puede expresar, en esa desproporción numérica del mundo que habitamos. La esencia del lenguaje poético es una actitud ontológica abierta que incorpora la voz como nombramiento, como dar sentido a un responder heroico presente en la variable realidad, frente a un horizonte histórico: político y social. La poesía es la única posibilidad del hombre contemporáneo suelto a la diabla en el cosmos y enfrentado con la historia. Lo otro es literatura: el teatro, la novela, la crítica tienen sentido cuando se incorporan a la poesía, si algo queda pertenece a las cabezas reducidas. La actitud poética de Orígenes, con influencias neoclásicas en los sonetos y el vocabulario de Lezama, en las décimas y liras de otros miembros del grupo –la forma de Gaztelu y Rodríguez Santos no puede ser más tradicional–, no responde formal ni esencialmente a la actitud moderna. La utilización de las formas barrocas y renacentistas de la poesía escrita es condenatoria. La poesía moderna lo es en la sustancia y en la forma, lo contrario es falsificación.

Esa no asimilación del fenómeno poético previene de una renuncia a la ideología moderna –las bases actuales del pensamiento–: surrealismo, existencialismo, materialismo dialéctico, psicoanálisis. Olvidando los datos ideológicos que responden a necesidades históricas ineludibles, no se llega más que a la vacuidad. Ni siquiera se toma el esteticismo, posición que emana de una realidad histórica determinada. Todo esteticismo es ridículo en el momento actual. Es curioso, aparte de algún escritor hispanoamericano, han sido Aimé Césaire, Wifredo Lam, Magloire-Saint-Aude los que han dado el sentido exacto de la parte del mundo que habitamos. En el terreno de la poesía escrita Aimé Césaire, y en el de la pintura, Wifredo Lam, el verdadero gran poeta cubano, otorgan por primera vez la identificación del hombre del Caribe con su historia y su paisaje, partiendo de las posiciones filosóficas y poéticas que he citado. Mientras que Césaire recoge la verdadera esencia del conflicto político y social del Caribe, los escritores de Orígenes tratan de encontrar esos orígenes en los señores barrocos, en un catolicismo que no es tal, porque se contradice esencialmente en su obra, en el espíritu de los conquistadores, y en el sentimentalismo provinciano que los caracteriza; la escasez ideológica de Orígenes –nunca elaboraron una teoría o un programa ideológico completos– culmina en su lamentable situación actual.

Estos son los problemas, el reto que he planteado y planteo a esos señores. Ser apolítico en el siglo XX, siglo en que los problemas políticos –lo apuntaba Valéry– se han convertido en razón activa de la existencia, es simplemente no existir. Porque la política es esencial para poder llegar a una posición justa en nuestro tiempo. En Cuba, el problema político, ahora y antes, ha sido y es el único mito real de nuestra vida colectiva apoyada contra una crisis de hombres e instituciones. Nuestros grandes hombres fueron políticos: Martí hace su gran poesía en el terreno político –la Revolución del Noventa y cinco– y no en su obra literaria, a la que no pudo dedicarse por entero. Nuestra gran poesía se reduce a la intensa actividad revolucionaria que hemos vivido. André Breton, en Haití, constatando la fermentación revolucionaria en el Caribe, decía, dirigiéndose a los Estados Unidos, “el punto de mira de la revolución os observa”. Breton, venido de Francia, comprendió con una mirada la gran explosión que se prepara en nuestras tierras. He aquí el reto que no supieron aceptar las gentes de Orígenes. Las juventudes intelectuales de nuestro país lo saben: mi juicio sobre el grupo no es el único; en toda la prensa revolucionaria se produce continuamente, y todo eso responde a una realidad: la reacción de un movimiento dentro de la historia nunca es gratuita. En la revista de Rodríguez Feo, Ciclón, han aparecido posiciones semejantes que cito más adelante. Queda limitada mi posición esencial; paso a dar más peso a las otras.

En su libro Diez poetas cubanos, el señor Cintio Vitier sostiene que el grupo Orígenes se presenta con la revista Verbum (1937), y se va expresando sucesivamente en Espuela de Plata y Nadie Parecía, para desembocar en la revista Orígenes (1944); José Lezama Lima, en una nota aparecida en la revista Orígenes, número 31, hablando de la antología de poesía cubana publicada por Cintio Vitier, dice: “Desde hace más de quince años, eso que ahora se llama Orígenes, y que antaño se llamó Verbum, Espuela de Plata, Clavileño, Nadie Parecía, se muestra en su fase de riesgo y creación”. Más de quince años suman, por lo menos dieciséis: lo que nos conduce a pensar, siguiendo el texto de J. L. L., que Orígenes apareció en 1936. Si tenemos en cuenta que C. V. y J. L. L. son los escritores más importantes del grupo Orígenes, tenemos que aceptar su testimonio como el único válido en este caso. ¿Qué puede respondernos el señor Rodríguez Feo?

Estas palabras, evidentemente contra el grupo Orígenes, fueron publicadas en la revista Ciclón, volumen 1, número 2, bajo la firma del escritor Virgilio Piñera:

No insisto más, pero dejo a la consideración del lector esta pregunta: ¿si, a pesar de no ser el esteticismo de dichos escritores el fondo último de sus obras, nos resulta el mismo, gratuito, y comprobamos que, precisamente, por su misma artificiosidad, es un lastre, qué menos entonces si leyendo un manuscrito de X, que experimentar una desagradable sorpresa al comprobar que masticamos el vacío absoluto?

Mi situación ante el vacío de Orígenes responde a consideraciones filosóficas, pero, en definitiva, llega a los mismos resultados. ¿Por qué abandona Rodríguez Feo al secretario de su revista en una situación tan difícil?

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He negado la existencia de la literatura cubana; no quiere decir esto que considero que soy el fundador de una nueva literatura. Esa negación la encontramos también en el texto de Virgilio Piñera: “No, señor profesor, tomado en rigor, no existe por el momento la literatura cubana o, si usted se alarma demasiado ante mi exabrupto, puedo concederle esto: bueno, sí, existe la literatura cubana, pero… solo en los manuales”. No comprendo cómo el señor Rodríguez Feo, después de financiar la publicación de ese texto, escrito por el más importante de sus colaboradores, se atreve a atacar mi posición ante Orígenes. Incomprensible contradicción.

No hay literatura inocente: la cultura nunca es neutral, siempre es compromiso y es de hombres leales aceptar sus compromisos. Una cita nos dará el apoyo necesario. Aclaro que en mi artículo anterior no acudía a las citas porque es ridículo volver sobre lo que es patente. También podemos recordar la opinión de los dadaístas: “las citas no interesan más que a los profesores españoles y a los imbéciles”. En la introducción a la antología de poesía cubana publicada por el primer Ministerio de Educación del general Batista, prologada por su primer Director de Cultura, Carlos González Palacios, el señor Vitier afirma: “Tal vez se deban al ensimismamiento de una generación desinteresada ya de la comedia política posmachadista, y empeñada no tanto en avanzar como en sumergirse en la búsqueda de orígenes”. Para ese grupo, las luchas obreras, las huelgas ahogadas en sangre, la inversión fundamental de todos los valores, el asesinato y el robo, el 10 de marzo, pertenecen a la “comedia política posmachadista”; el drama de Cuba, la muerte de Guiteras y de otros héroes revolucionarios, significa algo despreciable que es dejado atrás para ensimismarse en la “búsqueda de una verdad interior”. Diría exterior: Orígenes buscaba la verdad en la patrística y en una mitología cabalística. Veamos lo que afirma Cintio Vitier en un artículo sobre Juan Ramón Jiménez –revista Islas, volumen 1, número 1–: “Español americano del misterioso linaje de esos Tartesos que evoca Julián Orbón, su periplo tenía que traerlo de las tierras sacras de Moguer a las siempre lejanas islas de la visión profética”. Es decir, lo cubano es lo hispánico, no entendido desde el punto de vista de la lucha del pueblo español por la justicia y la libertad –lucha a la que no se refirieron nunca–, sino a través de la actitud imperial, única salida a lo que plantea el artículo de Julián Orbón. De ahí parte mi opinión sobre la colaboración consciente o inconsciente con el franquismo. Ni los falangistas fueron tan reaccionarios, porque plantearon su tesis imperial sobre un plano político y no dentro de una dimensión mítico-religiosa. Recordemos que un miembro del grupo, cuyo nombre hemos mencionado más arriba, hacía el saludo nazi durante la guerra, y que otro defendía, dondequiera que su vida pública lo llevaba, la teoría política del fascismo. ¿Quiere pruebas el señor Rodríguez Feo?

Nosotros, en el orden personal, no tenemos nada contra Baquero, porque personalmente no estamos contra nadie; nuestro ataque obedece a la necesidad moral. Ahora bien, la posición de Baquero ha sido nefasta; si hubiéramos sido amigos de Baquero hasta el final, no lo negaríamos. Veamos lo que dice Cintio Vitier de Gastón Baquero, a quien incluye dentro del grupo Orígenes en los dos libros citados: “Tomada en su diverso y vasto conjunto, nos hallamos sin duda ante la poesía más discursiva y melodiosa de este grupo, formalmente situada, por ejemplo, en las antípodas del mundo expresivo de José Lezama Lima”. Estamos obligados a conceder más autoridad a Cintio Vitier –que tiene una responsabilidad como intelectual– que al señor del azúcar que financiara la revista. Sobre el grupo que señala como españoles republicanos colaboradores de Orígenes, sin menospreciar su valor o no valor personal, aclaro que no se trata de revolucionarios antifranquistas. Aleixandre vive en España y aceptó ser miembro de la Real Academia Española, lo cual, en última instancia, no me parece desastroso, porque también lo era Pío Baroja, pero de todos modos está claro que no fue, ni es, un combatiente antifranquista. Los otros, tampoco. En España, cuya vida política conozco profundamente, como en Cuba, es patente que el hecho de permanecer en el extranjero –no en el exilio–, de manera más o menos agradable, sobre todo cuando se es profesor y cuando no se vivió bajo el fuego de la Guerra Civil, no otorga a nadie el título de combatiente revolucionario. No podemos pedir al poeta inglés Stephen Spender que sea un conocedor concreto de los problemas cubanos. Si me piden una colaboración para una revista de Cambodia, difícilmente podré saber de qué se trata. En cuanto a la publicación, sin su autorización –aquí soy yo el que pide pruebas–, de poemas de Éluard y Aragon, eso forma parte de la impostura ideológica de Orígenes.

Nací en 1932, en el año 1952 me encontraba en Europa y desde allí, en mi correspondencia, comencé a desenmascarar a Orígenes. Cuando regresé, después de algunos años en el Lyceum, hice pública mi repulsa de ese grupo que consideraba y considero un producto de la mentalidad colonial, arraigada en Cuba hasta en los que se creen intelectuales revolucionarios. No me explico en qué época tuve oportunidad de procurar publicar mis poemas en Orígenes –mi primer libro había sido publicado por una editorial de vanguardia de París–: a los diez años, a los doce o a los diecisiete. En el caso de que así fuese, ¿qué importancia tendría? No se puede exigir a un hombre de diecisiete años una responsabilidad político-literaria plena. El caso es que mi decencia está demostrada: nunca publiqué en Orígenes y he publicado en más de una revista importante de Europa. Mi formación literaria es europea, he vivido casi cinco años en Europa durante la época más importante en la formación intelectual de un escritor, entre los dieciocho y los veintiséis años. Lo demás lo regalo a la maledicencia.

No quiero abusar de los errores de José Rodríguez Feo sobre Mallarmé y Hölderlin: hoy todo el mundo reconoce a esos poetas entre los fundamentales precursores de la poesía moderna. Además, puedo preferir a Hesíodo y Homero si quiero; eso no me pone en contra de mi modernidad. ¿Recuerda el señor Rodríguez Feo el ensayo de Heidegger sobre Hölderlin? Lo que va contra la poesía moderna es imitar la forma, el vocabulario, y el sentido de Góngora, Garcilaso, Santa Teresa, Hölderlin o Mallarmé.

Mis argumentos y mi posición están en el artículo que originó la respuesta de Rodríguez Feo. Ese señor me pide datos, ahí están los datos vivos. En cuanto a mi persona y cultura literaria, serán mis trabajos los que hablarán y hablan por mí. Las implicaciones políticas de mi obra las ofrezco: he participado en Cuba y en Europa en varios movimientos políticos de vanguardia; cuando regresé a Cuba, dos años después del 10 de marzo, me incorporé a los intelectuales con posición revolucionaria, firmé casi todos los manifiestos intelectuales contra la tiranía y el doctor Zéndegui, no pronuncié conferencias en el Instituto Nacional de Cultura, como es el caso de algún miembro de Orígenes, escribí e hice cuanto pude contra el régimen derrotado. Abogo por una nueva conciencia en mi libro sobre Lam, en mi conferencia sobre el romanticismo pronunciada en el Lyceum en 1955, en mi conferencia sobre el surrealismo, organizada por el inolvidable José Antonio Echeverría, dicha en la Universidad de La Habana en 1954. En mi libro El amor original hay clarísimas posiciones políticas. Puedo aducir muchas cosas más, pero mi pudor de hombre políticamente digno me lo impide. Mi posición con respecto a la literatura y la política se encuentra en el libro sobre Lam, publicado unos días antes de la huelga de abril: “Y debo dejar establecido que en cuanto a mí me interesa, tanto como la acción de la poesía sobre el mundo, la poesía de la acción en el mundo”.

Si el grupo Orígenes tiene un relativo valor literario –lo literario hace tiempo que cayó en desprecio–, no me importa: la literatura me da náuseas, me interesa la poesía. Su impostura política y filosófica es patente. La posición política del grupo es negativa, porque ha demostrado las luchas del pueblo cubano y, partiendo de una supuesta neutralidad de la cultura, se ha puesto al servicio de las fuerzas más retrógradas. En la cultura, como en la guerra, neutralidad significa inteligencia con el enemigo o posibilidad de inteligencia. Por otra parte, Orígenes, cuando rompió por un momento su neutralidad, se declaró contra “la comedia política”, es decir, contra el drama del pueblo cubano. Es comprensible para un señor que califica peyorativamente de “abogadillo de Arras” al enorme Robespierre, hablo de J. L. L. Odio el yo acuso, ese no es mi oficio. Lo que me interesa aclarar es la impostura del pensamiento poético, político y filosófico de ese grupo. Ahora bien, el error de Orígenes está ante la historia, ante el pueblo y ante la juventud. He tratado su dimensión histórica frustrada. Con respecto a la nueva conciencia que propongo, serán las obras de mis compañeros y las mías las que le darán o no le darán un sentido. Lo he dicho: no me interesa polemizar con lo invisible.

No tengo ningún interés en volver sobre el tema. La Cábala afirma: “quien ve un fantasma corre el riesgo de convertirse en fantasma”. Un destino que no me seduce, sobre todo cuando Orígenes, su impostura, se acabó.

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